Exactamente en un día como hoy, hace 30 años, el ascensor de la calle Berutti se abrió y el secretario de Arturo Frondizi -según recuerdo de apellido González- me franqueó el paso. Se cumplían 30 años del día en que el criminal de guerra nazi, Adolf Eichmann, murió colgado en una horca en Jerusalem, después de un juicio de impacto mundial. Eichmann fue secuestrado por el Mossad israelí dos años antes en San Fernando, en la famosa casa de la calle Garibaldi, en tiempos en que Frondizi era Presidente de la Nación.
Yo, que hacía poco había entrado a Página/12, quería hablar con el expresidente de aquel secuestro y, sobre todo, de un mito que corría en aquellos tiempos: que el gobierno de Israel le había avisado a Frondizi de la operación, que Frondizi la dejó correr y que, en un supuesto momento final, adherentes a Eichmann habían tomado la torre de control de Ezeiza para impedir que el avión de El Al despegue.
Mi idea era que me hablara de todo eso cuando González, el secretario, me invitó a sentarme en un escritorio muy austero, a la espera de que Frondizi -por entonces bastante cercano a Mohamed Alí Seineldin- hiciera su entrada.
Cómo ubicaron a Eichmann en la Argentina
Este viernes 3, a las 14 horas, en la rambla de la avenida San Martin al 200 de la ciudad de Coronel Suárez, se va a colocar una referencia histórica en homenaje a Lothar Hermann, un militante del Partido Comunista Alemán y luego del Partido Comunista Argentino, que quedó ciego después de haber estado recluido, por comunista, en el campo de concentración de Dachau.
De sus 11 hermanos, sólo tres sobrevivieron a la Shoá. Lothar entregó sus propiedades a cambio de que lo dejaran en libertad y, después de un paso por Uruguay, llegó a la Argentina. De inmediato se afilió al PC y consagró su vida a encontrar criminales de guerra.
Lothar y su esposa vivieron en Olivos y tuvieron una hija, Silvia, nacida en 1941. Las vueltas de la vida, o tal vez la estrategia de Lothar, hicieron que Silvia conociera a un hijo de Eichmann, Klaus, en tiempos en que el organizador de los campos de concentración usaba el nombre de Ricardo Klement y también vivía en Olivos.
Supuestamente era el tío Ricardo, que a todo el mundo le decía que estaba conviviendo con su cuñada, Vera. Ella seguía usando el apellido Eichmann. Y, por supuesto, también vivían en la misma casa los tres hijos, de los cuales Klaus era el mayor. La falsedad consistía en que Vera supuestamente no vivía con el jerarca sino con un hermano, porque Adolf había muerto.
Lothar Lehman sospechó de la trama aún después que se fuera a vivir a Coronel Suárez. Por eso, le pidió a Silvia que siga manteniendo la relación con Klaus por carta. De esa manera, averiguó la dirección exacta y se puso en contacto con el fiscal de Hesse, Alemania, Fritz Bauer, el único que realmente buscaba a criminales de guerra.
Por supuesto, hay otras versiones sobre cómo se consiguió ubicar a Eichmann. El magnífico periodista Jorge Camarasa, ya fallecido, sostuvo que fue traicionado por uno de sus camaradas, el holandés Wilhem Sassen, quien por entonces le grababa a Eichmann unas cintas autobiográficas. Sassen le habría vendido el dato al fiscal Bauer.
También está la versión de que otro alemán, anti-nazi, Franz Klamer, trabajó con el falso Klement en la constructora Capri, de Carlos Fuldner, un argentino de familia alemana, adepto al nazismo, que se dedicó a ocultar criminales. Da la impresión que Klamer le pasó la información al famoso cazador de nazis, Simon Wiesenthal, éste al fiscal Bauer y Bauer a los israelíes.
El cuarto de la lista del Mossad
En cualquier caso, el Mossad lanzó la operación que, a priori, no tenía a Eichmann como objetivo, sino que apuntaba a cuatro nombres posibles. El principal, Martin Bormann, que era el delfín-heredero de Adolf Hitler. Misión imposible. Hoy se sabe que Bormann murió el día de la caída de Berlín cuando una bomba dio en el tanque en el que trataba de huir.
En segundo lugar, Josef Mengele, el “doctor” que hacía experimentos con humanos, sobre todo con gemelos y mellizos, en el campo de concentración de Auschwitz. Mengele era muy hábil y lograba evadir la persecución. Camarasa incluso sostiene que mató a una agente israelí en Bariloche, algo que nunca se terminó de confirmar. Mengele se ahogó en una playa de Brasil. Y Heinrich “Gestapo” Muller, uno de los personajes más sanguinarios, a quien tampoco se pudo encontrar.
El cuarto de la lista era Adolf Eichamnn, diseñador de todas las deportaciones a los campos de concentración y el asesinato inmediato en las cámaras de gas de judíos, gitanos, gays, minusválidos y opositores. Como ya lo conté, mis abuelos, Leo Löwy y Olga Löwy, padres de mi mamá, fueron asesinados ni bien llegaron a Auschwitz, el 9 de octubre de 1944, en el marco de los “operativos” armados por Eichmann.
Secuestro en Buenos Aires y juicio en Israel
El resto lo hizo el Mossad, dirigido por Isser Harel y bajo las órdenes directas del primer ministro de Israel, David Ben Gurión. Vino a la Argentina un equipo del servicio de inteligencia israelí y secuestró a Eichmann a pocos metros de su casa cuando volvía de su trabajo en la fábrica Mercedes Benz. Eso fue el 11 de mayo de 1960.
El comando mantuvo escondido al criminal en un lugar previamente preparado y terminó subiéndolo a un avión de El Al que vino al país en el marco de los festejos de los 150 años de la Revolución de Mayo. A Eichmann lo vistieron de mecánico y en Ezeiza dijeron que estaba borracho y dormido.
Dos días más tarde, Ben Gurión informaba al mundo de la captura. Frondizi hizo una dura queja en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidos acusando a Israel de violación de la soberanía.
Casi un año después, el 11 de abril de 1961, se inició el primer juicio grabado en video de la historia: Eichmann fue acusado de lo que hoy serían crímenes de lesa humanidad. El jerarca nazi participó de las audiencias sentado o parado detrás de una estructura de vidrio blindado y escuchando la traducción alemana.
El proceso duró ocho meses y Eichmann fue declarado culpable de los 15 cargos que se le formularon. La condena fue de ejecución en la horca, lo que se concretó en la noche del 31 de mayo al 1 de junio de 1962. Hace 60 años. El cuerpo fue cremado y las cenizas esparcidas en el Mediterráneo.
El portazo de Frondizi
Me senté en la austera oficina de Frondizi y puse el grabador sobre el escritorio. El expresidente tenía en ese momento, 1992, 86 años y, como dije, estaba políticamente muy cercano con Seineldin, jefe del último levantamiento carapintada. Muchos decían que aquel vínculo ultranacionalista era parte de una especie de deterioro mental de Frondizi.
--Mucho gusto --me dijo.
--El gusto es mío. Mire, doctor Frondizi vengo porque hoy -31 de mayo de 1992- se cumplen 30 años de que ejecutaron en la horca a Eichmann. Siempre estuvo el rumor de que informalmente Israel le avisó del secuestro. ¿Es asi?
Me pareció que Frondizi tosió un par de veces, pero no me acuerdo del todo. Lo concreto es que se paró y dijo:
--Retírese de inmediato.
--Pero doctor…
--Retírese de inmediato. ¡González acompañe al señor que se va!
Me acuerdo perfecto del portazo que pegó al salir de aquella oficina y el silencio total de González mientras bajamos en el ascensor. Nunca supimos si ocurrió algo -o no- en la torre de control de Ezeiza y si Frondizi supo de la Operación Garibaldi.