Estás en un mítico club porteño de techno duro y puro en una noche pre-pandémica. Podría ser el 2017, 2018, 2019. Aunque se trata de un antro oscuro donde no entran más de 800 personas y solo está iluminado por una tenue luz roja, por su cabina icónica pasaron DJs como Ben Klock, Charlotte de Witte, Nina Kravitz, Marcel Dettman o Zadig. Nombres que no significan nada para quienes no conocen la escena, pero para quienes sí son algo así como próceres internacionales que protagonizan los festivales masivos europeos.
Podría estar tocando alguno de elles. Los golpes repetitivos del bajo y las pistas frenéticas dan lugar a una especie de trance colectivo. No hay grupitos ni rondas: todxs bailan pegados como si fuesen la misma masa ritual y espasmódica. Las pulsaciones se aceleran, el sudor baja por las sienes y se empañan los anteojos negros de lxs asistentes que, con las pupilas dilatadas, buscan la mayor oscuridad posible. Hay quienes se mueven como queriéndose sacar de adentro toda la energía que les permite el cuerpo; otrxs, por el contrario, bailan con lxs ojos entreabiertos y una sonrisita, mirando el techo y haciendo un movimiento pendular, como invocando un rezo. El calor sube por los músculos y por las paredes de la sala, que exudan vapor. Casi no se ven las caras, pero se sienten las manos, las caderas, los hombros, las espaldas, el olor a fiesta mezclado con porro y pucho.
“¿Si quiero o si tengo”?, circula como un mantra y un guiño cómplice entre risas. Giran las bolsitas, los dedos se mojan y chupetean de cristales de MD, las pastillas se parten y se convidan. Pero no es lo único que ronda.
“¿Querés un traguito? Hidratate, ami”
Después de la tragedia de la Time Warp, que este año cumple su sexto y triste aniversario, los clubbers saben que tomar agua si consumen drogas es clave para evitar un colapso, un golpe de calor o un shock serotoninérgico. Lo que se dice “darse vuelta”.
En un rincón hay un sillón de cuerina donde algunxs descansan para recobrar algo de fuerzas en medio de una noche de baile exigente. Con los brazos abiertos y las piernas extendidas, como si tuviesen el cuerpo hecho de plastilina, cierran los ojos tendidxs como títeres de trapo. “Estoy agotadx pero no puedo parar de moverme”, le susurra uno a su amigx. Podría ser cualquiera. “Tranqui ami, descansá. Después seguimos”, le responde su acompañante. “¿Está todo bien?”, pregunta una chica que se le acerca con un vasito de agua. Ella forma parte PAF (Proyecto de Atención en Fiestas), y está parada junto a sus comparexs en un stand de esta organización, al costado de la pista. Tienen frutas, agua, gaseosas, abanicos y chupetines para repartir entre quienes necesitan un poquito de azúcar o algo que les refresque. También tienen folletería con consejos para consumir drogas sintéticas evitando posibles riesgos. Como por ejemplo, recordar que mezclar pastillas y merca puede acelerar el ritmo cardíaco hasta un punto dramático, y que consumir MDMA mezclado con alcohol puede contribuir a una deshidratación peligrosa.
Elles, quienes participan de PAF, están sobrixs y buscan tranquilizar a quienes sienten que el subidón de la droga les pegó un poco fuerte o necesitan bajar unos cambios para aplacar un mal viaje. También saben a quién acudir si alguien necesita ayuda médica urgente. Transmiten confianza y buena onda. No juzgan ni son la gorra. Son un grupo de pibxs voluntarios, -muchos de ellxs también asiduxs de la escena de la música electrónica-que intervienen en fiestas y eventos de estas características para ayudar en estas ocasiones a sus asistentes y, así, evitar futuros riesgos.
En abril, durante un evento cultural organizado por el Municipo de Morón, también se repartieron folletos entre les jóvenes que asistieron a un festival. “Acordate de estos consejos. El porro conseguilo de fuentes confiables. Con la cocaína y las pastillas andá de a poco y despacio. Tomá poquito para que ver cómo reacciona tu cuerpo”, decía uno de los panfletos. Muchxs pusieron el grito en el cielo: era inaceptable que el municipo lleve adelante una campaña…¿de difusión para enseñarle a lxs pibxs a drograrse? Eso era inaceptable. Drogas, no. Nunca. Jamás. Que el porro es la puerta de entrada a algo peor. Que como dice la histórica publicidad de Fleco y Male: “Drogas, ¿para qué?”.
Drogas: se trata de prevenir, no de castigar
Sin embargo, hay quienes creen que la discusión no pasa por drogas sí o drogas no, sino por la prevención de riesgos. Mientras que en Europa en las fiestas masivas hay stands que testean las pastillas para saber si son adulteradas o no, en nuestro país este tema sigue siendo un tabú que muchxs actores buscan conservar bajo la alfombra de la negación. Pero hay quienes activan para imponer otra mirada.
¿Hubo algún aprendizaje después la Time Warp, la fiesta de música electrónica que se llevó a cabo en el 2016 y en la que cinco chicos murieron por el policonsumo de drogas adulteradas y las malas condiciones del lugar en el que se realizó el evento? ¿A qué caminos nos está llevando el prohibicionismo? Si decimos que “nos cuidan nuestras amigas y no la policía”, ¿no es una medida fundamental de autocuidado poder gestionar de forma colectiva información acerca de qué precauciones tomar a la hora de consumir drogas sintéticas? No solo para evitar daños físicos, sino también situaciones que podrían dejar a unx expuesto a abusos, por ejemplo.
“Intercambios Asociación Civil es una organización no gubernamental que nace en el año 1995 tratando de pensar los problemas relacionados con las drogas desde una perspectiva de derechos y las intervenciones basadas en la evidencia. Carolina Ahumada está coordinando uno de los programas de Intercambios Asociación Civil, que es el proyecto PAF, ‘un cachetazo al mal viaje’, el proyecto de atención en fiestas, que es un programa que se destina especialmente a poder disminuir los riesgos y daños asociados a los consumos en ámbitos recreativos”, cuenta Pablo Cymerman, presidente y fundador de Intercambios AC.
¿Cómo pensás que se aborda actualmente el consumo problemático de drogas?
Pablo Cymerman: --Hay una idea generalizada que lo que hace es homogeneizar los consumos de sustancias ilegales como consumos problemáticos. Esto nos pone en un problema, porque muchas veces en nuestras maneras de pensar, al asociar directamente los consumos de sustancias ilegales como consumos “malos” o “problemáticos”, nos hace creer que los consumos de sustancias legales son “buenos”. Y esto no es así. Por otro lado, todavía la perspectiva hegemónica sigue viendo a las personas que consumen drogas ilegales necesariamente como enfermos o delincuentes. Esto no necesariamente es así. Y desde el abordaje que se le da, nosotros seguimos escuchando mayoritariamente mensajes que dicen solamente “no consumas”. Y esto sabemos que para muchas personas no funciona. Y que muchxs de cualquier manera van a tener experiencias con las sustancias legales y con las ilegales. Entonces, nosotros creemos -y esta es una perspectiva que ha crecido mucho- que es importante darle a las personas herramientas para que puedan lidiar con estas experiencias, que pueden implicar ciertos riesgos asociados.
¿Con qué tipo de poblaciones trabajan?
--Trabajamos con distintas poblaciones que están expuestas a diferentes vulnerabilidades. De todo el universo de personas que consume drogas legales e ilegales, hay una porción muy pequeña que tiene problemas vinculados con esos consumos. Entonces, por un lado lo que tratamos de hacer es trabajar para que pueda cambiar el eje de cómo se piensan los problemas asociados a las drogas, que se pueda pensar a las personas que consumen como sujetas de derecho; que pueden, cuando se les da la posibilidad, cambiar sus hábitos de consumo para poder cuidarse, a pesar de no querer. Y también desde el campo de lo social, lo que tratamos de hacer es poder trabajar para que no se penalice. Creemos que el campo de lo penal no tiene nada que ver ni nada que hacer en relación a los consumos de sustancias, sino que, cuando es necesario, es necesario un abordaje de salud pública.
¿Cómo nació el proyecto PAF?
P.C: --El proyecto PAF nace a partir de Time Warp. A partir de que nosotros siempre estuvimos pensando cómo empezar a intervenir en ese tipo de ámbitos. Pero a partir de Time Warp se acercan a Intercambios un montón de personas que participaban de ese tipo de eventos, como productores. Incluso aparece un marco legislativo en Ciudad que promueve acciones de reducción de daños y muchos legisladores se contactaron con nosotros para asesorarlos.
¿Y cómo fueron las primeras reacciones de las personas que iban a las fiestas cuando les veían llegar a ustedes, con el proyecto PAF?
Carolina Ahumada: --Primero con miedo. El tema de la reducción de daños es algo que está muy globalizado en Europa. No tanto en Latinoamérica. Entonces, introducir un nuevo actor en esta escena era como “¿y vos quién sos?”. Entonces obviamente las personas quizás nos confundían con seguridad privada o policías de civil. Entonces, sí, ese acercamiento primero fue de una desconfianza muy grande. Hasta que uno le explicaba un poco lo que era PAF y te veían como un par, joven, por decirlo de alguna manera, y le entregabas un chupetín. Y las preguntas que hacíamos en encuestan no eran del tipo “¿vos te drogás?”, sino que era una aproximación mucho más de confianza, no tan inquisitoria en ese sentido. Pero después siempre la recepción de PAF fue buenísima. Porque te veían ahí en el stand con frutas, con carteles que decían “frutas gratis” o “golosinas gratis”. O “espacio chill out”, entonces uno decía “che, ¿qué onda?, ¿qué hacen estos pibes?”
¿Y cómo es particularmente la intervención de PAF?
--La intervención de PAF en sí, consta de, si se quiere, tres momentos, porque como decía antes, nuestra intervención ya arranca en redes sociales. Durante la semana posteamos consejos de reducción de daños. O reposteamos cosas de otras organizaciones. Después, en el momento de llegar al lugar, obviamente con reuniones previas con los productores, de ver dónde nos vamos a ubicar, quién van a ser el encargado de socorrismo o salud privada; si va a estar el SAME, cuántas personas van a estar. Antes de cada intervención hay una logística preparada por parte de la productora y por parte de nosotros, como para llegar al momento de la fiesta con todo organizado y todo aceitado. En el momento que arranca la fiesta nosotros ya tenemos el stand con voluntarios. Y en el stand, que sería el punto fijo de información, tenemos folletería. Todo lo que es material gráfico, con consejos de reducción de daños, y frutas y golosinas gratis. No tenemos nosotros el puesto de hidratación en el stand. Tratamos de estar al lado de un puesto de hidratación o siempre tener agua disponible para poder darle a las personas por si necesitan ahí mucho más rápido.
¿Y ustedes piensan que cambió el abordaje con respecto al consumo de drogas sintéticas desde la Time Warp?
--Yo creo que desde Time Warp salió a la luz que personas de determinado sector y clase social usaban drogas y de repente se murieron. No está muy asociado, quizás, un uso de drogas problemático con determinadas clases sociales. Es como que es “el que es de la villa tiene problemas de adicción”. Lo que pasó en Time Warp, más allá del uso problemático, fue que salió a la luz las condiciones en las que uno iba a bailar a una fiesta electrónica, donde te cortaban el agua, donde se sobrevendían entradas, donde el agua adentro estaba carísima. Sin embargo, desde que volvió la fiesta pospandemia, empezaron estos vicios que pasaban antes de Time Warp. No sé si es por el tema de “queremos recuperar todo lo perdido”, pero hubo fiestas en las que hubo sobreventa de tickets, o que no había puestos de hidratación -que, después de la Time Warp, por ley tienen que estar-. Pero después de la pandemia, muchas de esas cuestiones perdieron un montón la calidad, o empezaron a desaparecer o a cumplirlas al mínimo indispensable.
Para finalizar, ¿qué lectura hacen del caso de la cocaína adulterada?
Pablo: --Es un mercado ilegal y esas cosas pueden pasar. No creemos que sea posible hoy legalizar las sustancias. Porque no eso algo que Argentina pueda hacer por su propia cuenta. Son acuerdos en un mercado global que tienen que ser internacionales. Pero sí es importante poder facilitar que las personas se acerquen a lugares de asistencia cuando tienen algún problema de salud. Si no estuviese penalizado el consumo y las personas que usan temieran ser denunciadas por su consumo, es más probable que recurran a un dispositivo de salud cuando tienen un problema y se podrían haber evitado muchas de esas muertes. Por otro lado, claramente apareció en la escena pública la discusión en relación a ciertos dispositivos de análisis de sustancias. Estos dispositivos han demostrado ser muy efectivos para poder reducir muertes y consecuencias negativas, productos de ciertos consumos de sustancias que se venden adulteradas, como en cualquier mercado ilegal. Las personas no saben qué compran y eso los expone a ese tipo de circunstancias. Entonces me parece que este tipo de situaciones, en lugar de traer respuestas facilistas y demagógicas, como a veces se tiende a hacer, me parece que nos pone en un lugar para pensar seriamente las estrategias más efectivas de salud pública y las estrategias más efectivas en términos de políticas gubernamentales, como es quitar del ámbito de lo penal los consumos, para poder mejorar las condiciones de vida, de salud y evitar este tipo de tragedias que, insisto, cuando hay cosas que se pueden prever, se transforman en negligencia.