Maggie Cheung quiso conocer las Cataratas del Iguazú, pero la huelga de Aerolíneas Argentinas se lo impidió”, señala el copete de la entrevista realizada por Martín Pérez a la gran estrella hongkonesa. Publicada en Página/12 el miércoles 2 de mayo de 2001, la nota anticipaba el estreno comercial de Con ánimo de amar, la obra maestra de Wong Kar-wai que la tiene como coprotagonista junto a otra gloria del cine de la excolonia británica, Tony Leung. En aquella ocasión, Cheung no visitó Buenos Aires en solitario: Olivier Assayas, por entonces su pareja, la acompañó en varias actividades protocolares y periodísticas durante las últimas jornadas del Bafici, que por aquellos días soplaba tres velitas. Ambos se conocieron durante el rodaje de Irma Vep (1996), una de las películas indispensables en la filmografía del realizador francés, título que puso a Cheung al alcance del público internacional luego de más de una década de intensa actividad actoral en su Hong Kong natal. La colaboración creativa continuaría unos años después con Clean (2004), pero nada lograría superar la explosiva creatividad del cineasta y el talento y magnetismo de la actriz en esa relectura, reinvención y puesta en abismo del clásico serial mudo Les vampires, dirigido con maestría folletinesca por Louis Feuillade en 1915, cuando el cine cumplía apenas dos décadas de existencia. En cuanto a las cataratas, de las cuales Cheung oyó hablar por primera vez al ver Happy Together, el film de W.K.W. rodado en Argentina… bueno, el viaje no pudo ser por las razones ya expuestas. 

¿Por qué volver cinco lustros más tarde a Irma Vep, el nombre del personaje central de Les vampires (Irma Vep es un anagrama de “vampire”, desde luego) y también el de la protagonista de la ficción dentro de la ficción en la película de Assayas? ¿Acaso el creador de Demonlover, Los destinos sentimentales y Personal Shopper no había dicho todo lo que tenía para decir sobre la relación especular entre realidad y artificio, entre invención e inspiración en aquello que podemos tocar, oler y observar, en una de las mejores películas jamás hechas sobre el cine dentro del cine? La miniserie Irma Vep, segundo trabajo para la televisión del realizador luego de Carlos, debuta mañana por la noche en la señal HBO y sus primeros tres episodios, de un total de ocho, fueron presentados como adelanto en el Festival de Cannes que acaba de terminar hace una semana.

Más de un siglo después de Musidora, la intérprete original de Les vampires, y de Maggie Cheung en 1996, es el turno de Alicia Vikander de ponerse el apretado catsuit negro y tomar posesión del personaje de la ladrona y seductora profesional Irma Vep, la “vampira”. “Vikander interpreta a una actriz que se suma al reparto de una miniserie, remake del clásico francés Les vampires, en la miniserie de Olivier Assayas, que es una remake de su propio film sobre el rodaje de una remake de Les vampires”. Así, con formato de trabalenguas, tituló el medio especializado Hollywood Reporter la reseña del trío de episodios presentados en el festival francés. Pero si se deja de lado el entrevero provocado por la repetición de palabras la cosa no resulta tan complicada. De hecho, no es necesario haber visto el largometraje para apreciar las bondades de la serie, pero ese conocimiento aporta al conjunto un brillo meta-ficcional aún más evidente. Tampoco es imperioso conocer al dedillo las siete horas del serial original, un éxito rotundo en Francia y el resto del mundo en el momento del estreno, durante la temporada 1915-16, aunque su apreciación permite sumar aún más capas de sentido cinéfilo. ¿Y las razones para volver una vez más a todo ello? Entrevistado en una de las playas de Cannes por la publicación online Vulture, Assayas admitió, no sin algo de recelo, que “la serie se ha convertido en el formato dominante en el mundo de la realización. Siempre pensé que todo eso no era para mí, aunque dirigí Carlos hace muchos años. Que las series no son mi estilo, que me sigue enganchando más el cine, la pantalla grande. Pero comencé a pensar en qué podía significar hoy una serie para mí, que tal vez había una manera de que todo funcionara si tenía a la gente adecuada, además de la misma clase de libertades que tengo cuando hago una película. Comencé a jugar con la idea de encarar algo basado en mis películas e Irma Vep apareció de inmediato. Porque Irma Vep no es una película, es un concepto. Se puede adaptar a cualquier tipo de cultura cinematográfica. En los años 90 el cine atravesaba una época de confusión por muchas razones. Ahora también, aunque esas razones son otras, y por eso pensé que podía contar una historia completamente diferente, pero basada en algo que ya había abordado en otra época”.

HARTA DE LA HEROÍNA

En Irma Vep versión 96, la actriz Maggie Cheung de la ficción (interpretada, desde luego, por la Maggie Cheung de carne y hueso) llega varios días tarde al comienzo del rodaje de la remake de Les Vampires, que será dirigida por René Vidal (Jean-Pierre Léaud, leyenda viviente del cine francés nuevaolero), en un intento por llevar el arte popular de Feuillade al terreno del cine autoral. Vidal elige a una actriz oriental para encarnar un rol prototípicamente francés luego de ver su participación en The Heroic Trio (1993), la película de artes marciales y fantasía desbordada de Johnnie To, con superheroínas enfrentadas a un temible supervillano. Los problemas de producción del film comienzan a apilarse y se suman a las rencillas personales entre miembros del reparto y el equipo técnico, todo ello observado con paciencia resignada por Maggie, quien no habla nada de francés y debe comunicarse en idioma inglés. Ya en la primera proyección de dailies, el fresco metraje en bruto analizado en busca de virtudes y defectos, comienza a quedar claro que el veterano Vidal –otrora un cineasta consumado, pero que ahora no parece saber muy bien dónde está parado– está llevando el proyecto a un naufragio seguro. Más allá del posible pase de facturas de Assayas con algunos cineastas de las generaciones previas, Irma Vep es la historia del rodaje de un film que nunca será, al menos en los términos planteados por el cineasta en la ficción. La desintegración de la película dentro de la película será literal y simbólica, reflejada en el breve corto experimental que puede verse antes de los títulos de cierre, el testamento de una imposibilidad. En tanto, Maggie Cheung (la Maggie ficcional) comienza a ser absorbida por el personaje. Transmutación graficada en una de las mejores escenas, puro movimiento físico y mecánico –el de la actriz y el de la cámara–, primero en los pasillos de un hotel y, finalmente, sobre los tejados de París, mímesis de la que posiblemente sea la imagen más emblemática del serial original. En Irma Vep 2022, que ignora por completo la existencia del largometraje previo, la intérprete extranjera que llega a Francia para el rodaje de una remake de Les vampires ya no es hongkonesa sino estadounidense: Mira, una estrella joven y en plena ascensión profesional en el universo de Hollywood (y el metaverso de las películas de superhéroes) interpretada por la sueca Alicia Vikander. René Vidal, en tanto, está encarnado por el gran Vincent Macaigne, cuya persona cinematográfica es bien distinta a la de Leaud (el nuevo Vidal es neurótico y muy propenso a los estallidos de furia), aunque las confusiones creativas corren por carriles similares:

“Estoy harta de hacer de superheroína”, afirma Mira en el auto que la traslada desde el aeropuerto Charles de Gaulle, ante los oídos atentos de quien será su asistente durante la filmación (la modelo y música Devon Ross, en su debut como actriz). En más de un sentido, el viaje para participar de una producción de escala moderada en un país extranjero es un escape de los mega tanques de pantalla azul, una negación silenciosa a participar de “la nueva de Marvel” después de protagonizar una superproducción superheroica llamada “Doomsday”. Irónicamente, el rodaje de Les vampires la obligará a utilizar nuevamente un ajustado traje de látex, aunque las aventuras de Irma serán muy distintas a las de sus pares en los multiversos hollywoodenses. Las intersecciones entre realidades e ilusiones vuelven a ponerse de manifiesto cuando Assayas reflexiona sobre las necesidades, contextos y condiciones de la realización del film hace más de veinticinco años y la nueva serie. ¿Por qué la actriz en la ficción ya no es oriental sino occidental, a pesar de que ambas desean escapar un tiempo de la industria para acercarse al cine independiente y “de autor”, como solía llamárselo tiempo atrás? “Maggie no era exactamente la Maggie real. Usamos su nombre, su carrera, el hecho de que hizo varias veces de novia de Jackie Chan en tantas películas. En aquel momento, se trataba de un encuentro entre Este y Oeste. Cuando era periodista, solía defender el cine asiático y de género, e Irma Vep fue una manera de llevar la energía del cine chino al mundo del cine francés independiente, que en aquel momento parecía haber perdido vitalidad, mientras que el cine asiático pasaba por un momento fascinante y poderoso. Maggie era una extranjera llegada de Oriente y Mira es una extranjera que llega de Hollywood. Me gusta la idea de confrontar lo que está pasando en Hollywood con los blockbusters y los films de efectos especiales con el cine indie europeo. Hollywood es siempre una caricatura y un blanco fácil. Maggie fue una parte importante de mi vida, estuvimos casados durante varios años, y no había ninguna actriz china que pudiera sustituirla. No hubiera tenido sentido. Además, deseaba mantener intacto lo que pasó con ella en Irma Vep”.

MAGGIE CHEUNG EN IRMA VEP, LA PELÍCULA

UNA PELÍCULA DE OCHO HORAS

Los seriales cinematográficos, que tomaron de las novelas por entregas del siglo XIX su estructura básica, disfrutaron de una larga existencia en las pantallas de todo el mundo, iniciando su popularidad a mediados de los años 1910 en Europa y tomando por asalto a Hollywood casi de inmediato. El propio Feuillade fue en gran medida el responsable de esa popularidad gracias a títulos como Fantomas, Judex y, desde luego, Les vampires, con sus extensos relatos divididos en entregas de diferentes duraciones, que llegaban a las salas de cine de forma quincenal o mensual. El cine estadounidense recogió el guante y, con un formato mucho más estandarizado de 12 o 15 episodios de dos rollos (aproximadamente veinte minutos) por entrega, le regaló al público juvenil producciones como la pionera The Perils of Pauline (1914) o la recordada Flash Gordon (1936), sin olvidar las primeras encarnaciones en la pantalla de El Zorro (1937) y Batman (1943). El advenimiento de la televisión comenzó a erosionar la producción de seriales, cerrando un círculo de varias décadas que volvería a abrirse camino en tiempos recientes. ¿O acaso la fascinación actual por los relatos extendidos, llenos de idas y vueltas, finales abiertos, sorpresas y reapariciones no es un retorno a los cliffhangers del pasado? No existen mayores diferencias entre el “no spoilees” contemporáneo y el cuchicheo en las tertulias sociales circa 1850, cuando alguno de los asistentes no había leído aún el último capítulo del folletín de moda y debía guardarse silencio por respeto. Así, Nextlix es el nuevo Le Siècle, el periódico francés que publicó por primera vez las más célebres novelas de Alexandre Dumas en formato seriado. Los nuevos tiempos resucitan viejos formatos y reavivan viejas disyuntivas y enfrentamientos: arte versus comercio, libertad versus formatos rigurosos. “Esto no es una serie, es una película de ocho horas”. La afirmación, vehemente, se escucha en Irma Vep y pone de relieve una discusión de estos días, cuando muchos cineastas se están volcando a la realización de series o miniseries, encandilados por la posibilidad de contar con presupuestos holgados y, en algunos casos, las mismas libertades que en sus proyectos cinematográficos. Pero, ¿es tan así o se trata de una expresión de deseos?

Para Assayas, “todo depende de lo que denominemos como una ‘película’. Siempre tengo en la cabeza la gran pantalla. Es lo que me atrae del cine: la experiencia colectiva de estar sentado en una sala. Pero resulta que ese modelo ya no es auto sustentable. Esa es una de las razones de mayor peso por las cuales la manera en la cual se hacen las películas está cambiando. Hice este film para una plataforma a sabiendas de que va a ser vista en pantallas pequeñas. Soy consciente de que, como muchas de las películas hechas para la televisión, Irma Vep se vería mejor en una pantalla grande, pero entieno el hecho de que el cine ya no tiene el potencial para financiar y manejar un proyecto de este tamaño y complejidad. En términos de estructura, Irma Vep es más novelesca, en el sentido de que es la historia de Mira, quien pasa por muchas cosas en su búsqueda interior durante un momento de crisis, mostrada desde diferentes ángulos. Quien quiera llamarla una serie puede hacerlo; quien lo desee, puede llamarla una película. Realmente no me importa”. 

Los 95 minutos del film estrenado en 1996 le permitían a Assayas circular alrededor del misterio del personaje de Maggie, de quien no se conocen demasiados detalles de su vida personal e incluso profesional (sobre el final, alguien comenta sorprendido que la actriz acaba de volar a los Estados Unidos para tener una conversación con Ridley Scott). En la miniserie, la sexualidad de Mira es descripta en detalle, mientras que la de Maggie estaba envuelta en el misterio, más allá del intento de seducción de su asistente temporal, interpretada por Nathalie Richard (en la serie la actriz aparece en un breve cameo). De hecho, un nuevo personaje, la ex ayudante y ex amante de Mira, Laurie (la portorriqueña Adria Arjona), se impone como un elemento clave en el desarrollo de la trama. En palabras de Assayas, Maggie era “una simple testigo de las cosas extrañas que pasaban alrededor suyo. En el caso de Mira, todo está tamizado por su punto de vista, pero también se transforma en un motor activo de los hechos”.

Parece algo difícil que Vikander –actriz sueca que se fue abriendo camino en el cine de habla inglesa con proyectos independientes y/o autorales como Ex Machina y La chica danesa y producciones ultra populares como la reencarnación de Lara Croft– logre que su participación en la saga meta-cinéfila se imponga con el mismo peso icónico ganado tanto por la parisina Musidora hace más de cien años como por la hongkonesa Cheung hace un cuarto de siglo. Aunque presencia no le falta, como lo confirman los planos de Irma Vep que, nuevamente, registran las peligrosas caminatas del personaje sobre los techos de la ciudad, con el trasfondo de la Ville Lumière jugando el juego de los contrastes con el apretado traje negro que la cubre de pies a cabeza. Aquí los fragmentos de Les vampires ocupan un lugar más preponderante que en Irma Vep, la película, generando de paso algunos comentarios incisivos (y graciosos) sobre los cambios en las formas narrativas de ayer y hoy, las mutaciones de la famosa “suspensión de la credibilidad”, que no es otra cosa que un pacto entre la narración y el espectador, una entrega ciega a la improbabilidad en pos de la garantía del goce. Gottfried (el alemán Lars Eidinger), personaje que parece salido de un experimento en excesos fílmicos setentosos, en cierto momento le dice a Mira lo siguiente: “Parecés muy dura, pero sos tan cándida”. Irma Vep, la miniserie, es un poco así. Y viceversa. Como buena parte de la obra cinematográfica de Olivier Assayas.