Casarabe es ahora una pequeña localidad en el este de Bolivia, una parte de la Amazonía caracterizada por un mosaico de selva tropical y llanuras inundables, pero es también el nombre de una cultura precolombina que se desarrolló desde el año 500 al 1400 de nuestra era. En esa zona, la tecnología ha permitido confirmar una labor de 20 años de arqueólogos alemanes en el estudio de los restos de una civilización apenas conocida que modificó sustancialmente el paisaje. Con el lídar, un método de reconocimiento aéreo basado en el láser, se ha podido "deforestar" digitalmente una zona en los Llanos de Mojos y conocer lo que queda oculto por la densa vegetación y los sedimentos.
Las primeras pistas de que en esa zona se había construido las dieron los montículos arbolados, llamados lomas, que siembran las llanuras y que, como se ha confirmado ahora, corresponden a construcciones que incluyen pirámides, canales, murallas y caminos elevados. Es el mismo método con el que se descubren continuamente antiguas ciudades y pueblos mayas en México, bajo la selva tropical, y está revolucionando la práctica de la arqueología y de otras disciplinas que estudian la superficie terrestre.
Por ahora se han estudiado en detalle dos asentamientos que merecen el nombre de ciudades por su estructura urbana y su arquitectura monumental. Son Cotoca y Landívar, que encabezan los otros 24 detectados, de los que solo se conocían anteriormente 15.
Las construcciones son de tierra, que se erosiona fácilmente, explica Christopher Fisher, un especialista que comenta los hallazgos en Nature, la misma revista que los publica. Algunas de las pirámides, que eran cónicas, midieron hasta 22 metros de altura. "Estas dos ciudades son ciertamente ejemplos de un nuevo tipo de urbanismo amazónico", asegura Fisher, ya que indican una densa y continua ocupación humana en toda la región.
Los asentamientos se construían sobre terrazas artificiales de hasta seis metros de altura para evitar inundaciones y contaban con canales y embalses para el suministro de agua, algunos a varios kilómetros de distancia. También se han detectado estructuras en forma de U, de uso desconocido, sobre plataformas, y lo que parece ser murallas poligonales concéntricas. Las localidades se conectaban con las de su alrededor con largos caminos rectos elevados.
Algunas de las pirámides, que eran cónicas, midieron hasta 22 metros de altura
Heiko Prümer, el arqueólogo director del proyecto para estudiar esta civilización, señala que este tipo de urbanismo extensivo de baja densidad de población no se conocía hasta la fecha en ningún lugar de Sudamérica. La población Casarabe se distribuía en una red de asentamientos de cuatro rangos o tamaños con gran cantidad de terreno disponible para la agricultura y ganadería que ocupaba unos 4.500 kilómetros cuadrados, creen los especialistas.
Un nodo de primer nivel como Cotoca controlaba un área de unos 500 kilómetros cuadrados. Los otros tres tipos cercanos (tres secundarios, dos terciarios y un elevado número de cuarto nivel) se comunicaban principalmente con el central pero no entre sí. En otras zonas, un nodo secundario actuaba de nodo central.
Se trata de una civilización extensa cuya población total nadie se atreve a estimar, que empezó su rápido declive poco antes de la llegada de los españoles, según las dataciones disponibles, aunque algunos historiadores creen que ambos hechos estarían relacionados. Con anterioridad a este estudio de detalle se habían detectado 189 grandes asentamientos, 273 pequeños y 957 kilómetros de canales y caminos. Las pocas excavaciones realizadas indican que los lugareños vivían de sus cosechas, fundamentalmente maíz, de la caza y de la pesca. Sí se han excavado varias tumbas que indican sus características físicas y se conoce la cerámica que fabricaban.
Las pocas excavaciones realizadas indican que los lugareños vivían de sus cosechas de maíz, de la caza y de la pesca
Sin embargo, se conocía muy poco sobre la arquitectura civil y ceremonial de los centros de mayor rango y la organización regional. Para remediar esto en parte, se han cartografiado con lídar desde el aire seis áreas de entre 10 y 85 kilómetros cuadrados (en total 204) en las que se sabía que se concentran algunas de las mayores poblaciones, como Cotoca y Landívar. La sorpresa la han dado su gran tamaño y su compleja arquitectura. Ambos están rodeados de tres estructuras concéntricas defensivas, algunas dobles. En los caminos hay también plataformas en puntos estratégicos, lo que sugiere que el acceso se controlaba.
Si este estudio limitado representa, como asegura Fisher, la primera andanada de una nueva ortodoxia para la Amazonía que desafía la interpretación actual de su historia, es de esperar que nuevos estudios del mismo tipo permitan llegar a una imagen nueva y más acertada de lo que pasó en Sudamérica en esa época.