La economía es un género arrítmico, imposible de bailar, súbito pandemonio que cuando llega una crisis, y siempre llega, provoca un zigzagueo incluso en el terreno de las ideas. La tercera ley de Newton -a cada acción se opone siempre una reacción- ha tenido un correlato casi perfecto en la economía política del último siglo. Un decálogo llamado Consenso de Washignton definió el modelo sostenido en las desregulaciones, privatizaciones, menos impuestos y el poder magnético de posibles mercados eficientes por encima de todas las cosas.
Hace unos días le preguntaron a Elon Musk, el hombre más rico del mundo, magnate multimillonario de los coches eléctricos Tesla, cómo resolver el paradigma de los impuesto a los ricos: “No veo el sentido de quitarle el trabajo de la redistribución de la riqueza a quienes mejor saben hacerlo para dárselo a los gobiernos, entidades claramente ineptas en esa tarea”. Uno se queda más tranquilo. Si estos multimillonarios de última generación, tan estupendos, se encargan de repartir el dinero, seguro que algo nos toca. Es gente preparada, con estudios. Tienen muy claro cómo tiene que ser el mundo, y sino, se lo inventan.
Las desigualdades no se disuelven con el mito de la inclusión individual en sistemas excluyentes, sino con la transformación radical de los sistemas de dominación. Para algunos los impuestos no huelen, pero ensucian.
Gabriel Batistuta va de recurso en recurso. El ex jugador de la Selección Nacional, recurrió a la justicia para eximir el pago del impuesto a las grandes fortunas. La ley sancionada por el Congreso decretó un único aporte para hacer frente a los grandes desafíos sanitarios, sociales y económicos provocado por la pandemia. Para el ex goleador la ley “vulnera derechos, principios y garantías constitucionales y en especial el derecho de propiedad y garantía de no confiscatoriedad”.
El juez federal Aldo Alurralde le acaba de denegar la cautelar. La resolución fue firmada a finales de abril, pero se conoció en estos días. El magistrado consideró que no aparecía “acreditado” que el aporte solidario afectara “la capacidad económica o financiera del contribuyente, al punto de poner en peligro su situación patrimonial ni sus derechos fundamentales”. También señaló que “cabe advertir que, del informe contable presentado como prueba documental por el actor, donde ilustra el monto de los bienes de éste, situados tanto en el país como en el exterior y el valor del tributo a abonar, se advierte que lo que se encuentra comprometido es un porcentaje inferior al 4% del patrimonio del recurrente, por lo que deduzco, en esta instancia preliminar, que el mismo no afecta la capacidad contributiva del presentante para afrontar el pago del tributo”.
El juez también dejó claro que, “la prueba aportada en autos no sería apta para probar “prima facie” la afectación del derecho de propiedad alegado, no la confiscatoriedad del impuesto argüido. Por ende y recalcando, en este estadio provisorio, concibo que no obra prueba concluyente de la existencia de arbitrariedad o irrazonabilidad del acto administrativo discutido”.
La bajada de impuestos a las grandes fortunas es la banda sonora de nuestra época. Esa sensación de extrañamiento de lo real podría servir para repensar y preguntarse cómo hemos llegado hasta aquí. Ya lo dejó escrito el padre del liberalismo moderno, Friedrich Hayeck: “Hemos de afrontar el hecho de que el mantenimiento de la libertad individual es incompatible con la plena satisfacción de nuestra visión de la justicia distributiva”.
Batistuta, con cada recurso, se come una patria. Una patria que alimenta.
(*) Ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón Mundial Tokio 1979.