Laverne Cox alcanzó popularidad tras su participación en la serie Orange is the new black. Tras su estelar aparición fue la primera mujer trans en ser nominada a un Emmy y ser tapa de la revista Time. Su popularidad la convirtió en referente dentro del colectivo LGBT. Recientemente, debido a su cumpleaños número 50, Laverne fue homenajeada por Mattel con una edición especial de la muñeca Barbie que imita su imagen.
En su web oficial Mattel destaca a Cox por ser una mujer transgénero de color que “utiliza su voz para amplificar el mensaje de ir más allá de las expectativas sociales para vivir de forma más auténtica”. Curiosamente en el siguiente párrafo destaca los atributos físicos de la muñeca que luce un vestido de tul rojo drapeado, un elegante body plateado metálico, un glamuroso peinado con ondas hollywoodenses y espectacular maquillaje.
Increíblemente, para muchas personas pareciera no haber contradicciones en estas acciones empresariales, o simplemente consideran que en nombre de la visibilidad y la representación trans, tales contradicciones pueden ser tenidas por poca cosa. Pero para quienes militamos un feminismo aguafiestas, no deja de llamarnos la atención lo fácil que se conforman ciertos activismos ante los flashes, el lujo y la vulgaridad capitalista. Barbie, ha sido el cánon de lo femenino por décadas y aún vende cientos de millones de muñecas alrededor del mundo que reafirman que las mujeres debemos ser flacas, altas, rubias, blancas y profesionales. Tal cómo en la escena de The Simpsons cuando Lisa ve decepcionada a multitudes enardecidas comprar una “nueva” Stacey Malibú, vale decir que la muñeca homenaje a Cox, no es más que la misma Barbie de siempre, sólo que con un nuevo sombrero.
Nadie parece preguntarse tampoco quién modela a quién. ¿Ha sido la vida de dedicación y esfuerzo de Laverne Cox la que le ha dado los méritos para torcer el rumbo de la industria y alcanzar la inmortalidad en una muñeca de plástico?¿O es ella acaso la encarnación de años de domesticación capitalista bajo el mandato de ser mujeres lindas y delgadas que alcanzan el éxito profesional? No se trata en absoluto de criticar la vida personal de la actriz, sino de mirar cómo opera la lógica burguesa en la superestructura social. A la platea cis le sorprenden y animan aquellas mujeres trans que son exitosas, que alcanzan récords deportivos, que forman familias o responden a las expectativas de ciudadanía y corrección de las clases medias.
Pero aquellas mujeres trans pobres, putas, negras, sidosas y villeras permanecen en aquel lugar de lo abyecto, sin que puedan pensarlas cómo producto mismo del sistema social que habitamos y reproducimos. Cuando se las piensa, se las piensa pasivamente, cómo a víctimas que deben ser salvadas e incluidas. Lejos de pensar en cómo transformar la sociedad y sus barreras morales, las políticas actuales apuntan a transformar a las travestis en unas muñequitas bien portadas dispuestas a desangrar su fuerza de trabajo en la maquinaria que tritura la potencia de nuestras desobediencias.