Telma, el cine y el soldado 7 puntos
Argentina, 2022.
Directora: Brenda Taubin.
Guion: Brenda Taubin y Mariano Pozzi.
Duración: 80 minutos.
Con las participaciones de Telma D’andrea, Alicia Rubio, Elena Sosa, Liliana Vázquez, Ernesto Antonio Gulla y Antonio Orlando D'Abato.
Estreno en el cine Gaumont y los Espacio INCAA Orán y Municipal Select de La Plata
“Mis sueños son tres: vestirme de bailarina clásica, algo que pude cumplir una vez cuando me disfracé, subir a una grúa y encontrar al soldado”, dice a cámara Telma, una mujer que a sus 75 años tiene un horizonte onírico mundano, tan variado como curioso. Solucionado lo del vestuario, solo falta tachar los otros dos. Lo de la grúa es estrafalario antes que difícil. Lo otro sí es desafiante. El soldado en cuestión era un conscripto que, durante su servicio en la Guerra de Malvinas, intercambió cartas románticas con su hija Lili, de por entonces quince años. Los sobres viajaron en ambos sentidos un par de veces, hasta que uno volvió a Buenos Aires sin haber sido recibido. Desde entonces, el paradero de “El Tano”, tal como apodaban al muchachito de 19 años que abría su corazón ante una adolescente anónima, ha sido un misterio. ¿Será uno de esos soldados “solo conocidos por Dios” que descansan sin paz en tierras australes? ¿Habrá vuelto al continente? De estar vivo, ¿cómo será físicamente? ¿Recordará a Lili o acaso su nombre quedó encapsulado en la nebulosa de los recuerdos bélicos? Todas preguntas sin respuestas… hasta ahora.
Estrenado en una de las secciones paralelas del último Bafici, Telma, el cine y el soldado propone un abordaje tangencial de la guerra de Malvinas, permitiéndose una liviandad juguetona allí donde todo fue dolor, hambre, frío y muerte. Lo que no implica descuidar el contexto ni tomárselo para la chacota, como atestiguan las distintas imágenes de archivo del inefable noticiero 60 minutos y del recordado show Las 24 horas de las Malvinas que ilustran el sentir colectivo de la época y la motivación patriótica de aquella jovencita que hoy, a sus cincuenta y pico, recuerda la anécdota con la ternura propia de los actos movidos por la inocencia de un pasado lejano. Misma ternura que le causa enterarse que su madre será la protagonista de un documental que, lejos de alejarse de ella, se le pega al punto de exhibir en primer plano el dispositivo cinematográfico, una decisión que aporta poco al conjunto general pero que permite eliminar cualquier atisbo de una concepción del cine como portador de verdades absolutas.
La directora Brenda Taubin sí cree, en cambio, en la cámara como llave para múltiples encuentros. Porque Telma y ella tienen poco en común, salvo una pasión por las películas que las llevó a coincidir en un ciclo de proyecciones con debate coordinados por la realizadora. Misma pasión que hace que, cuando a Telma le proponga ir tras los pasos del soldado, ella acepte sin dudarlo, convencida de que, además de un cumplir uno de sus sueños pendientes, podrá convertirse en una particular heroína cinematográfica, siempre con la inestimable ayuda de su cuñada y amigas, todas ellas septuagenarias.
En ese sentido, la película explora, como Las cinéphilas, el vínculo entre el cine y los adultos mayores desde una arista mucho más luminosa que el documental de María Álvarez: si allí las visitas a la sala escondían un núcleo doliente de soledad y hasta aburrimiento en las señoras, aquí el universo audiovisual funciona como la base del ideario tanto de Telma como de una película que, abrazando un tono de comedia-documental detectivesca similar la chilena El agente topo, de Maite Alberdi, registra la búsqueda del Tano. Una búsqueda que las lleva a charlar con ex combatientes, a intentar “infiltrarse” en el Edificio Libertador y a buscar en internet, mientras en paralelo su vida sigue el curso normal, con charlas sobre un inminente cumpleaños de 15, clases de aquagym y compras en el supermercado. El cine para Taubin es, en todo caso, un terreno donde los sueños aún son falibles de ser cumplidos.