Ocho años hace que existe el Instituto Nacional de la Música. Ocho, también, los que el organismo tuvo a Diego Boris como presidente. Y hasta acá, total plenitud y tramo consumado, porque tal es el límite de tiempo previsto legalmente para el cargo que el músico y militante acaba de dejar. “La mayor satisfacción durante todos estos años pasó por defender la lógica del INAMU por parte de nuestras compañeras y compañeros de actividad, desde los más conocidos referentes hasta cada músico o música independiente de cada una de las provincias”, subraya Boris, a manera de balance final sobre el sitio de batalla que lo tuvo como protagonista de varias gestas institucionales-musicales.
Entre ellas, la recuperación del catálogo de Music Hall la creación del circuito estable de música en vivo, el programa de TV Unísono, la edición de manuales de formación para la actividad musical en tinta y en braille, la ley que instaura el Día Nacional de la Persona Música, la creación del Banco de Música Nacional e Independiente, y las convocatorias de fomento de la actividad musical. “Fueron muchas las satisfacciones vividas en el INAMU. En especial esta última, porque estuvo acarrada de un protagonismo federal asociativo territorial inédito, donde las personas que eligen a los beneficiarios son representantes de unas ochenta asociaciones de músicos y músicas de las diferentes provincias del país. Al INAMU lo soñamos y lo construimos, porque los sueños se construyen solo al despertar”, destaca.
-¿Y entre las desilusiones cuáles cuentan?
-Desilusiones, ninguna. Sí queda lo no cumplido como herencia, como diría Silvio Rodríguez en “Testamento”. Hablo de realizar la segunda parte de la Ley de la Música, que genere beneficios laborales y de inclusión con respecto a obra social, ART y el sistema jubilatorio. También nos está faltando la Casa del Músico/a y un canal de TV especifico de música argentina.
Hace veinte años que Boris viene batallando duro bajo el propósito de defender los derechos de músicos y las músicas en la Argentina. El primer gran paso fue la creación contra viento y marea de la Unión de Músicos Independientes, a principios del milenio. “En ese momento no existía ningún órgano de fomento específico para la música a nivel nacional - federal. Por eso nos juntamos y construimos primero la UMI”, evoca Boris. Diez años después, ya con otra sustancia institucional, el expresidente del INAMU fue parte de la creación de la FAMI (Federación Argentina de Músicos/as Independientes), hasta que en 2012 se aprobó la ley que dio origen al Instituto. Boris lo presidió durante dos períodos de cuatro años: el primero junto a Celsa Mel Gowland y el segundo acompañado por la gestora Paula Rivera. “En ambos casos, la asamblea federal, que es el órgano de aprobación de la gestión del INAMU, nos dio su aprobación por unanimidad en los ocho años”, cuenta el guitarrista, cantante y compositor. “Durante ese lapso, además de lo dicho, se pudo comprar la sede, inaugurar el Auditorio Horacio Fontova, editar discos históricos… Los músicos y músicas demostramos que podemos gestionar igual o mejor que cualquiera. En este sentido, hoy el INAMU tiene un patrimonio importante y ninguna deuda ni denuncia”.
A partir de ahora, el muy activo militante musical imagina su devenir en dos direcciones. Una musical y otra cultural - social. En la primera, intentará reactivar “un par” de proyectos musicales que dejó de lado durante estas dos décadas de labor institucional. En la segunda, en tanto, planea colaborar “con lo asociativo” y ayudar a conseguir más financiamiento para el INAMU a través de la participación en diferentes Leyes. “El financiamiento del dos por ciento de los recaudado en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual estuvo bien para una etapa fundacional, pero ahora se necesita más”.
-¿Qué condiciones hubieron de existir para que el INAMU fuera posible, más allá del activismo de ustedes?
-Bueno, cada época tienen sus condicionamientos y potencialidades. En nuestro caso, tuvimos la posibilidad de vivir un momento de nuestra historia en el que se recuperaron derechos y se generaron otros, como las paritarias, la estatización de las AFJP, la recuperación de Aerolíneas Argentinas, los ferrocarriles, YPF, la Asignación Universal, el Matrimonio Igualitario y Ley de Medios, entre otros. Fue este marco el marco en que logramos el financiamiento del INAMU en 2009 y la aprobación de la Ley en 2012. Nuestro mérito, en tanto, fue organizarnos y dar respuesta a los desafíos que nos planteó el tiempo que nos tocó vivir, en un contexto histórico por supuesto favorable. Me vienen en este sentido recuerdos por compañeros y compañeras de la primera construcción que ya no están como Ulises Butrón, Esther y “Donvi” Vitale, el “Flaco” Spinetta o Gustavo Zavala. También me emociona recordar el día de la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, con la Plaza de los Dos Congresos llena de gente y los grupos musicales tocando. Veo esto como una bisagra inconclusa de la historia.
-¿Qué esperás que pase de ahora en más con el Instituto?
-Que crezca. Que se desarrolle con el protagonismo de nuestras compañeras y compañeros músicos, que pueda llegar a los lugares más alejados de las capitales de las provincias y que haga operativa aquella frase de Jauretche: “Igualemos y después larguemos, a ver quién es mejor”.
-¿Pensás en volver a presidir el INAMU alguna vez?
-No como conducción, porque ya di todo lo que podía, pero sí aportar desde la militancia cultural todo lo que ayude a que pueda crecer. Por lo demás, como dije antes, tengo muchas ganas de comunicarme con la música, porque hoy no aceptaría un cargo en ningún organismo y es bueno dar señales en esa dirección. Tarea cumplida; pasemos a otros desafíos, quiero decir. Porque si hay algo que me quedó muy claro es que hay un debate cultural permanente en el que hay que intervenir: no hay Industria Cultural sin artistas.