La evolución de la economía internacional sigue generando incertidumbre en todos los frentes. La inflación en niveles superiores al 8 por ciento en los países desarrollados, el impacto de la guerra en Europa sobre los costos de la energía y los alimentos y un ciclo de recesión en puertas encienden las alertas.
El debate en Estados Unidos entre los economistas que son los principales referentes del sistema financiero se volvió intenso. Las discusiones se concentran entre moderados y duros. Los primeros creen que existe margen de maniobra para evitar una recesión. Es decir, piensan que la Reserva Federal tiene capacidad para ir subiendo gradualmente la tasa de interés para lograr que la inflación vuelva a niveles de 2 por ciento mientras la actividad prácticamente no se resiente. Es un proceso que llaman de aterrizaje suave.
Los más duros aseguran que este escenario no sólo es improbable sino imposible. Plantean que el impacto de la suba en la tasa de interés terminará siendo pronunciado en materia de producción sin frenar el desajuste de precios en el corto plazo. Hablan directamente de estanflación.
En este último grupo se ubica Nouriel Roubini, consultor que ganó reconocimiento por haber adelantado el colapso de las hipotecas subprime en 2008. En una de sus últimas columnas para el portal Project Syndicate no tuvo grises: "Antes que bajen los precios habrá una recesión". La perspectiva de Roubini -continuando con las metáforas aeronáuticas que tanto gustan a los economistas- entra en la categoría del aterrizaje forzoso. Es parte de una diferencia de argumentos contra el otro grupo de economistas que se arrastra desde los comienzos de la pandemia.
Desde principio del año pasado las discusiones del mainstream de Estados Unidos ya giraban en la posible evolución de la inflación. En ese momento –de la misma forma que actualmente se discute si habrá o no recesión antes que bajen los precios- había dos grupos con dos visiones. Los que hablaban de inflación transitoria contra los que consideraban que el problema de precios era persistente (e iba a requerir frenar el ciclo de superliquidez global). Este debate parece haberse saldado a favor de los que consideraron que la inflación no era transitoria. La Reserva Federal comenzó a abordar el tema desde esta lógica y planteó un cambio en su estrategia de política monetaria, que comenzó con la suba de tasas de interés en este semestre.
Con esto superado la nueva disputa se enfoca entre los que hablan de aterrizaje suave contra los que aseguran que habrá uno forzoso (recesión). Si los economistas de este último bando tienen razón las perspectivas de Estados Unidos y el mundo desarrollado se vuelven realmente desalentadoras. Principalmente, porque desde su lectura existe una encrucijada que no tiene puntos de encuentro. Todos los caminos conducen a una crisis.
La suba fuerte de las tasas de interés no sólo golpearía la producción y el empleo sino que haría temblar el sistema financiero en un mundo en que el ratio de deuda en relación al PIB se eleva al 348 por ciento. Si en cambio la suba de la tasa de interés queda a medio cambio -para evitar impactos fuertes en la actividad, el mercado de trabajo y el mercado financiero- se correría el riesgo que las expectativas de inflación pierdan su ancla. A partir de esto indican que el mundo volvería a parecerse mucho al de los setenta.