A mamá

"(...) y cuando mira hacia atrás se da cuenta de que en realidad no pasó nada. La literatura es un modo de transformar esa nada en algo". César Aira

El jabón pasa por mi cara, eclipsando, y recuerdo. Queda poca agua caliente y mi cuerpo se vuelve una pequeñez de fuerzas ambiguas. Mi sangre, ahora congelada, me hace pensar en gatos ronroneantes y calentitos, hasta convertirme en uno más de ellos. Pero mi piel, oh mi piel, se ha vuelto de un morado truculento, y se encrespa.

El estómago ruge, me recuerda que, a pesar de mi lenguaje articulado y sofisticado, al fin y al cabo soy un animalito más. En la cocina me encuentro en una foto, aún sigo siendo esa bebé. Esa bebé. Una manera de crecer es ir desandando.

Lo esencial es… me canta. Lo esencial es… sigue sonando, tierna. La muerte me mira, presurosa, desde los ojos de esa bebé que fui. Siento una descarga de energía en mi cuerpo, es la muerte.

Sueño muy seguido con la vagabunda, esa que me salvó de morir ahogada por un poco de jabón. Yo recuerdo, aunque mamá tenga otra versión, aunque digan que nadie recuerda nada de cuando era bebé. Yo recuerdo, I remember, Je me souviens. ¿Acaso te lo tengo que gritar?

Las nubes pasaban como grandes monstruos marinos y la bebé ya estaba morada. Ningún auto. La madre, que gritaba como nunca había gritado en su vida. Las manos desesperadas, frotando la espaldita diminuta.

Justo pasaba una vagabunda con nariz de bruja (es decir, una nariz parecida a la mía, que si no me conocen es mediana), justo una vagabunda con nariz de bruja (yo la recuerdo, era idéntica a La Giganta, de Leonora Carrington, pero en vez de aves, de sus prendas se desprendían cachorros de gatos). Tomó a la bebé (sus manos eran como el algodón) y la metió en el canasto de su bici, una bici oxidada de tantas lluvias, tan deformada que ya no parecía, en verdad, una bici.

La mamá dejó que se fuera. Se fue con esa vagabunda gigante con nariz de bruja (Je me souviens). La carita de la bebé, morada a más no poder, asomaba sobre el canasto, temblorosa (I remember the clouds).

Años más tarde, esa bebé recordaría que la bici, en ese momento, se había transformado en un gato manso, marchando lento, tan lento que las nubes parecían arrodillarse ante él. Entonces, justo entonces, fue cuando la vagabunda comenzó a cantar esa canción, la canción sobre esa bebé que se había ahogado con jabón, mientras la lluvia, que caía colorida, corría la mugre de la calle. Ya estaban muy lejos cuando la carita morada se tornó rosa y después blanca. El llanto parecía en verdad un grito de Victoria, como la lluvia.

Al cabo de unas horas, la vagabunda volvió, empequeñecida. La mamá corrió a buscar a su bebé, después el grito porque, aunque la bebé dormía junto a un millón de gatos, ella, por un segundo, como si fuese un reflejo, había visto en su hija la nariz de bruja. La vagabunda le dijo, en voz muy bajita y sin mirarla: era esencial que esto sucediera. Y se fue.

La luna está roja, pienso en la sangre caliente de las bestias del bosque, en cómo duermen acurrucadas en ese calor original. Mis gatos ronronean muy fuerte, ya puedo escuchar la bici, que en realidad es un gato manso, muy manso, que se me parece.