Desde la entrega y el fervor, el clásico de La Plata entre Estudiantes y Gimnasia no defraudó. Cada equipo dejó hasta la última de sus energías sobre la cancha del Estadio Uno. Y el alto voltaje emotivo se sostuvo hasta el pitazo final del árbitro Patricio Loustau. Futbolísticamente, el partido dejó cuentas impagas. Pero nadie esperaba un juego de alto vuelo y así fue. Estudiantes empezó ganando 1 a 0 con un gol de cabeza del zaguero uruguayo Agustín Rogel a los 39 minutos del primer tiempo. Y Gimnasia lo igualó a los 6 minutos de la segunda etapa con una buena definición de Cristian Tarragona y después, pudo soportar las embestidas estudiantiles. La meta de los dos era no empezar perdiendo. Y desde ese punto de vista, el objetivo que compartieron se cumplió.
El partido no escapó a las previsiones. Mucho roce, mucho bochazo por arriba, mucha segunda jugada, mucha intensidad y muy poca claridad. Estudiantes volvió a apostar a la pelota parada y trató de sorprender con los desenganches de sus laterales Godoy y Mas. De una subida a Mas por la izquierda, llegó el gol de Estudiantes, luego de que Rogel conectara de cabeza y con el arco libre, un centro del defensor. Pero Gimnasia absorbió bien el impacto. Y en el segundo tiempo, alcanzó el empate: Sosa puso una pelota a las espaldas de Noguera para la entrada de Tarragona, cuyo remate cruzado se metió junto al segundo palo.
Ni siquiera con el correr de los minutos, aflojó la intensidad. Estudiantes colocó a Leandro Díaz por Pellegrini para potenciar el ataque. Y Gimnasia no se replegó para defender el empate. Buscó de contraataque, pero la movilidad de Tarragona no encontró eco. Algunos centros y pelotazos que cruzaron el área, sembraron de inquietud los últimos minutos de Gimnasia. Pero el aguante surtió efecto. Y dejó a Estudiantes con la sensación de que para ganar, empujó demasiado y jugó muy poco, menos de lo necesario.