Moisés Pachado (63), el sacerdote catamarqueño imputado por abusar de una niña de 9 años, murió ayer a causa de una complicación renal. Faltaba sólo tomar un testimonio para que la causa fuera elevada a juicio. Catamarca/12 pudo charlar con Ingrid Figueroa Cruz, la sobreviviente del cura. Angustiada por no haber podido tener el veredicto de un tribunal, le dijo a nuestro medio que al menos “todo el mundo sabe lo que hizo”.
La mujer de 33 años había acusado al sacerdote en 2018. En aquel momento relató ante la Justicia cómo había sido ultrajada, manipulada y afectada por el cura cuando ella tenía sólo 9 años. Los hechos fueron tan contundentes y aberrantes que su denuncia realizada 19 años después sentó jurisprudencia cuando la Cámara de Apelaciones decidió que el tiempo que había esperado la víctima para denunciar no era motivo de prescripción y ordenaron seguir investigándolo.
Según contó Ingrid, hace dos semanas había concluido la pericia caligráfica que ordenó la fiscal Marina Villagra y sólo faltaba el testimonio de la psicóloga que la atendió en el año 2013, y conocía las secuelas y traumas que le había ocasionado el sacerdote, para que se diera por terminada la investigación y la causa fuera elevada a juicio.
Fue el Obispado quien comunicó su fallecimiento: “El Obispo Diocesano, Monseñor Luis Urbanc, y el clero de Catamarca participan con dolor y esperanza cristiana su partida”. Ingrid en sus redes sociales también: “Hoy murió mi abusador, hoy renuevo mi compromiso en la lucha feminista y contra el Abuso Sexual Eclesiástico. Hoy agradezco a todas las personas que creyeron en mi verdad”.
“Fue un día muy movilizante. Intenté hacer el proceso para poder abrazar a la niña que fui, darle mucho amor y transmitirle el mensaje de que ya está. Que la persona que más daño le hizo en la vida ya no está en este mundo”, reflexiona.
La joven madre, explica lo duro que fueron los años de silencio y lo que implicó para ella tener que exponerse públicamente cuando el cura pidió que dieran por prescripta la causa. El dolor de recordar se escucha en cada una de las sus palabras. Intenta mostrarse fuerte, pero llora.
“Sé que la justicia nunca convalida el dolor. Sólo los sobrevivientes sabemos el dolor que tenemos. De hecho hace dos semanas, cuando tuve las pericias caligrafías (realizadas a su diario íntimo) tuve que hacer consulta con un psiquiatra. Siempre cuando pasaba algo con la causa, es como que se reactualizaba el dolor y la angustia, y por recomendación de la psicóloga tuve que pedir más ayuda”, relata.
Ingrid dice que siempre se obligó a estar bien y a no decaer por sus hijas. “Ha sido un proceso tremendo. Muy revictimizante”, tanto que admite que a veces la terapia no era suficiente.
A la revictimización judicial, se le suma el dolor de lo público. Algo a lo que también refirió la sobreviviente de Juan de Dios Gutiérrez, otro cura abusador de Catamarca, Agustina.
Ingrid recuerda muy claro como la gente de Hualfín, lugar en donde sucedieron los abusos y de donde ella es oriunda, la señaló: “Me dijeron cosas tremendas. Aún hoy siguen diciendo que es el pobre padrecito”. Éstas críticas son las que más le cuesta asimilar, y por lo que más lamenta que no se haya podido hacer el debate.
“Muchos piensan o lo tratan como si fuera un pecado, pero no fue pecado fue un delito él que cometió. Además, y por temor a ese escarnio social fueron muchas las víctimas de este cura que se callaron. Hoy me llamaron dos de ellas y me decían que al menos yo pude vomitar ese dolor. La gente no se da cuenta que se callan por ellos que las juzgan y no por otra cosa. Los abusadores se protegen en el silencio de sus víctimas”.
“Pero, más allá que hay gente que no creyó en mí, tuve el abrazo de muchas y fue fundamental. Sé que en el momento en que sucedieron los hechos esto que pasa hoy, que los diarios anuncien su muerte como lo que es, un sacerdote acusado de abuso sexual, no hubiera sucedido”, reflexiona.
Agradece que “hoy también tengo el acompañamiento de la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales Eclesiásticos que me ayudó y me ayuda muchísimo y sé que no soy la única y que además pude ponerle nombre a lo que pasó y decir que esta basura me hizo mucho daño”.
“También me consuela que mis hijas no van a tener que vivir lo que vivimos generación tras generación en nuestra familia. Antes era algo normal. Recuerdo que mi abuela siempre me hablaba de la vestimenta, tenía mucho cuidado con eso y hoy entiendo que era para cuidarme de la mirada de los hombres y que trataba de protegerme”, dice.
En sus redes sociales Ingrid escribió: “Hoy me entero que ya no está en este mundo, que ya no será juzgado como se lo merecía. Sin embargo elijo quedarme con el alivio de haber gritado su nombre en cada marcha, en que aún a pesar de tanto dolor grité que es VIOLADOR, y de vomitar toda la oscuridad que él sembró en mí, que murió protegido por una iglesia que no castiga, encubre. Por él aprendí, desde niña, a convivir con el dolor, la tristeza, el miedo y la ansiedad. Se fue sin la máscara de representante de Dios en la tierra, se fue y me causa alivio saber que ya NO dañará a ningún otrx niñx”
Ingrid cuenta que continuará luchando desde Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales Eclesiásticos. “Mientras tenga la oportunidad de ayudar lo haré. Ayuda a sanar”, concluye.
Algo más del caso
La causa por abuso sexual contra el cura Pachado está pronta a ser elevada a juicio