En la densidad elegante que compone el libro Nada nos impide, nada nos obliga, del psicoanalista y docente en la Facultad de Psicología a cargo de la Maestría en Psicoanálisis, Carlos Kuri, conviven Lacan y Sartre, la pregunta sobre la causa, el lugar del analista y la simultaneidad contradictoria donde habita el sujeto. Desde su publicación, hacia fines del año pasado, no pocas han sido las veces que nos encontramos leyendo y discutiendo el libro, siendo parte como lectores de los desplazamientos, los acentos y las intermitencias que lo componen. 

Nada nos impide, nada nos obliga se presenta como un libro sobre la contingencia. Y de alguna manera lo es. Aunque no se agota en ello porque el estilo de Kuri desborda la propuesta de tratar los temas de la cultura con los artificios del psicoanálisis. Más bien aborda dificultades en la teoría y en la práctica desde una confrontación polémica con otros analistas a los cuales, con rigor y astucia, lee. Lectura que es ‑por una parte‑ una forma de tratar lo que estorba, pero también única actividad capaz de captar "el trabajo reticular de los detalles, que es donde operan los conceptos como discurso argumental".

En Nada nos impide, nada nos obliga bascula un acto de lectura mordido por las intermitencias a la que está sujeta la argumentación analítica, una nada y un ¿nada quizás? donde se juegue lo posible de la respuesta del sujeto y aquello nada seguro que irrumpe desde el vacío del Otro. 

El procedimiento del que Kuri se sirve es la confrontación con otros, otros analista y otros escritos que minan su texto siendo causa de nuevas escrituras, sostén hostil de su argumentación. En ese estilo de confrontación polémica encontramos una manera de tratar los conceptos que lo liga a una tradición analítica que encuentra en la lectura y el ensayo una excusa para que pase, conflictivo, el psicoanálisis. Kuri lo dice en estos términos: "Mi enfoque se dirige a la debilidad en la pasta de algunos conceptos psicoanalíticos, que parecen requerir de una operación que los altere, que son frecuentemente resueltos con consignas mecánicas que clausuran problemas que vienen con nociones tales como el 'deseo decidido', la elección de la neurosis, la responsabilidad del sujeto y en donde resultaría imprescindible hacer intervenir la indeterminación de la estructura, la contingencia y la nada".

Un hallazgo del libro es el parentesco entre contingencia y repetición en donde la contingencia no tiene los atributos del encuentro. "Es contingencia justamente porque sus pasos no están obligados a transformarse en ninguna dirección. Es lo que invade al acto de inquietud, lo que podría o no ser". Es distanciada del azar y en vínculo con la repetición en donde la contingencia nos abre al lugar donde anida lo pendiente. En ese trabajo de lo pendiente se propone al psicoanálisis como praxis: es decir el acontecimiento como razón.