El gran río de la migración femenina escapa de los arrabales de la miseria. Mujeres en harapos atraviesan el golfo de Adén en pateras. Si no se ahogan, llegarán a Yemen quemadas por el sol y la sal; pero el destino final de la mayoría es continuar el periplo hacia Arabia Saudita. Laura Restrepo, que acompañó el trabajo de Médicos sin Fronteras en Yemen, Etiopía y la frontera con Somalia, se dio cuenta de que el paisaje y el tema podrían ensamblarse en una novela donde el tiempo real se combinara con el espacio mítico. En Canción de antiguos amantes (Alfaguara), despliega dos historias paralelas: una mítica de la reina de Saba y el rey Salomón; la otra contemporánea, sobre un joven escritor, Bos Mutas, y su encuentro con Zahra Bayda, una partera somalí.
Desde Bogotá, ciudad en la que nació en 1950 y adonde volvió después de estar casi tres años sin visitarla por la pandemia, la sonrisa de Restrepo contagia el entusiasmo de un cambio que se avecina. “Hay una juventud aguerrida resuelta a dar vuelta las cosas por una Colombia menos violenta y más justa”, subraya la escritora colombiana en la entrevista con Página/12 y anuncia que en los próximos meses visitará Argentina, un país fundamental en su biografía política y sentimental. Llegó a Buenos Aires después del Mundial de Fútbol de 1978 y se fue antes de que comenzara la guerra de Malvinas. Entonces militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y la apodaban “la mulatona”, por el personaje de la tira de Caloi, aunque su “nombre de guerra” era Mariana. En la clandestinidad militante, en Córdoba, nació su hijo Pedro Saboulard.
Cuando regresó a Colombia, trabajó como periodista. En 1983, durante el gobierno de Belisario Betancur, integró la Comisión de Paz, Diálogo y Verificación que debía negociar con el movimiento rebelde M-19. Luego escribió Historia de un entusiasmo (1986), un libro cuyo título original era Historia de una traición, donde narra la fallida experiencia de negociación con la guerrilla. Por las amenazas de muerte que recibió tuvo que exiliarse en México y después se instaló en España, donde vive actualmente.
La voracidad del desierto
Las mujeres migrantes es un tema que ha tratado en otros libros. En La multitud errante indaga en la migración interna colombiana por la violencia. En la novela Hot sur despliega la historia de tres latinoamericanas que viajan a Estados Unidos con el propósito de vivir el sueño americano. “Ellas ya no están luchando por entrar sino por salirse porque no lograron encontrar la utopía que estaban buscando”, resume Restrepo la trama de esa novela que publicó en 2013. La ganadora del Premio Alfaguara de Novela con Delirio (2004) acompaña a Médicos sin Fronteras en calidad de reportera para cubrir “los conflictos más olvidados”, aquellos que por recurrentes la prensa no les presta atención. El primer viaje a Yemen fue hace siete años, un país en guerra desde 2014.
En ese viaje Restrepo intentó entrar a Somalia, pero no pudo. En la frontera con ese país está la gran migración que va subiendo por el cuerno de África y que trata de atravesar el desierto para llegar a Arabia Saudita. Esos tres países (Yemen, Somalia y Etiopía) son el territorio actual de lo que se supone que fue el mítico reino de Saba. “El que no ha ido a Yemen no sabe realmente lo que es la voracidad del desierto, que habla también de un futuro colectivo para el planeta como no se dé un vuelco fenomenal. De la mezcla de ese aspecto mítico y del reportaje del presente fue saliendo la novela”, explica la escritora colombiana y agrega que la clave para el cruce entre lo mítico y lo real llegó de la mano de las mujeres migrantes. “Cuando me acercaba con el fin de hacer el reportaje, a través de intérpretes, muchas de ellas lo primero que te dicen es: yo soy descendiente de la reina de Saba; mi cultura milenaria va a sobrevivir cuando la tuya sea cenizas. Lo dicen como un afianzamiento de su propia identidad, pese a la tragedia y la desgracia.
Los papelitos de Saba
-¿Antes de decir sus nombres esas mujeres se presentaban como descendientes de la reina de Saba?
-Sí, así se presentaban antes de decir cualquier cosa. Todas llevan una bolsita de plástico colgada en el cuello con unos papelitos; son políglotas porque tienen el lenguaje de los muchos colonizadores que habido por esas regiones, sobre todo las somalís. Apenas ven un extranjero le entregan uno de esos papelitos, que son como una mínima nota biográfica: “yo soy fulana de tal, vengo de tal pueblo, mi madre se quedó en este lugar, tengo un hijo enfermo, necesito tal medicina”; dos parrafitos que los entendía como el SOS que un náufrago tira al mar en una botella o la frase que raya con las uñas un desaparecido en una celda clandestina; es para que alguien sepa que ellas están; que este esfuerzo por sobrevivir no quede en vano. Que alguien tenga alguna noción de su existencia. Eso me animó mucho a escribir la novela también; escribir lo que dicen sus papelitos en una novela para quien lea el libro en otras partes del mundo sepa que están esas mujeres recorriendo el desierto buscando el lugar donde la vida sea posible. Aunque muchas queden por el camino, está la vitalidad, el afán de afianzarse en la vida que tienen y la fuerza física. Tarde o temprano, aunque haya muchas alambradas, barreras, aduanas, ejércitos que quieran impedírselos, estas mujeres van a llegar.
-Por ese afán de encontrar un lugar donde la vida sea posible, tal vez estas mujeres sean feministas sin saberlo, ¿no?
-Más bien el feminismo no sabe tanto de ellas; el feminismo de estas mujeres es un feminismo de pie a tierra, de lucha por la sobrevivencia en un país arrasado por la guerra y por el desierto, donde también pegó durísimo la pandemia. Las ciudades de Yemen son las ciudades habitadas más antiguas del planeta y ellas van por las ciudades mendigando, trabajando en la limpieza; algunas recurren a la prostitución o a lo que sea; pero buscan un lugar donde las generaciones futuras puedan sobrevivir. Eso lo tienen claro: “Quizá nosotras no lo logremos, pero sí nuestros hijos”. En momentos donde las potencias están jugando con la guerra nuclear, como si eso fuera monedita de cambio, sobrecoge y emociona esa noción de futuro de las mujeres migrantes. Ante un primer mundo de fronteras cerradas, conmueve la vocación de estas mujeres por la sobrevivencia.
-¿Por qué las feministas no las ven?
-Las feministas más urbanas trabajan más en el campo del lenguaje (si se dice “él”, “ella” o “elle”); se ocupan de otras áreas seguramente también importantes. A mí me interesa más ese feminismo que de pronto no sabe que así se llama, pero que tienen esa lucha permanente contra un planeta en vías de disolución, contra unas potencias que están arrasando para apropiarse de las riquezas de los países más débiles. Ahí están ellas como una señal de resistencia y también como una demostración de la fuerza de voluntad, del sentido del humor y de la fuerza física. Se requiere tener fuerza física para atravesar un desierto y salir al otro lado con vida.
Una guerra de exterminio
-En la novela están muchos de los testimonios de esas mujeres mezclados con la leyenda de la reina de Saba, ¿no?
-La novela es una ficción que mezcla la leyenda, el pasado y el futuro sin ningún escrúpulo. Mi propia interpretación del mito de la reina de Saba no es la de esa mujer bellísima, llena de joyas y de sedas encaramada en un caballo blanco, sino que es la de una reina nómada, una reina de los caminos. Entonces mezclo la leyenda con las mujeres reales y además metí como personajes de la novela a una serie de pensadores y poetas que han revivido a su manera el mito de la reina de Saba; los leí con mucha atención buscando cómo personificaban o cómo soñaron a la reina de Saba, muchas veces como pesadilla, como utopía inalcanzable, como la gran madre. Y metí a Gérard de Nerval, el gran poeta romántico que fue un obsesionado de la reina de Saba. El personaje masculino, el narrador Bos Mutas, es una especie de remedo de este viaje que hace Gérard de Nerval a Oriente en busca del mito. Cuando Rimbaud abandonó la poesía, se fue justamente para estas regiones, al golfo de Adén, al sur de Yemen. Ahí vivió Rimbaud y traficó con armas. No tuve que inventar mucho para encontrar este punto de intersección entre el mito y la realidad. Rimbaud, por ejemplo, que se dedicó a algo tan prosaico como el tráfico de armas, terminó haciendo un gran viaje con un cargamento de armas para vendérselas a quien en ese momento era el emperador de Etiopía, Menelik II, que era el descendiente directo de la reina de Saba con el Rey Salomón. Entonces es como inverosímil que la reina de Saba haya tenido un hijo y que Rimbaud le vendiera armas. De ahí se alimenta esa noción de que el pasado mítico y el presente muy terrenal y cotidiano se pueden aunar en una novela de ficción sin estar haciendo un gran esfuerzo.
-¿Qué cosas tiene Bos Mutas como narrador que son de Laura Restrepo?
-Se llama Bos Mutas, que es el “buey mudo”, y a mí me encantaba que mi narrador fuera mudo; es un personaje un poco payaso, un muchacho huérfano de pequeño, con el corazón roto, persiguiendo a esta reina que es un poco la madre y esa mujer soñada. En lo que me identifico con él es que no sabe nada. Él llega a un mundo absolutamente desconocido dando palos de ciego y muchas veces haciendo el ridículo. Me gusta pensar que el autor que empieza un libro no sabe nada; solo sabe lo que la gente le va diciendo y lo que se ha escrito en el pasado. Me gusta que el autor y el narrador no sepan y que sea un proceso de ir aprendiendo y escuchando para construir el mundo. Mientras mis compañeros médicos hacían la travesía con esos calores en camiseta, pantanoleta y chanclas, yo iba tapada como una monja con un calor de los mil demonios y tenía que relacionarme con todos esos trapos que tenía puestos. Todo eso me daba una sensación de extrañeza, de distancia que hay que romper. Al final, el último día en Yemen, me quité todos los trapos en el aeropuerto: “Que sea lo que sea; pero no me aguanto más este calor”. Bos Mutas tiene esa dificultad para llegar y para entender, que es lo que sentí que lo convertía en un buen narrador, en un narrador que no sabe nada y que está en permanente lucha para encontrar las palabras para contar una realidad desconocida. Somalia es un sitio en que rara vez pensamos y sin embargo en estos momentos está entrando el ejército norteamericano para apropiarse del golfo de Adén, que es un lugar por donde pasa todo el petróleo que viene del Golfo Pérsico para entrar a Occidente. Muy pronto vamos a tener en Somalia una guerra de exterminio y de hambruna que va a estar en todos los medios y que va a ser parte de nuestra cotidianidad. Lo que parece muy lejano quizá no lo sea. Nuestro destino de Tercer Mundo se juega en varios puntos del planeta y no cada uno en su propio país.
El triunfo de Petro
-¿Puede ganar la izquierda en Colombia?
-Hay un entusiasmo enorme, aunque no va a ser fácil para nada; la gente está hasta el gorro de la violencia, de la corrupción, de los privilegios tan desmedidos. La violencia sigue siendo brutal por el desconocimiento de los pactos de paz, que son algo muy amado por los colombianos. La gente quiere el cambio; Gustavo Petro es un hombre que estuvo en el proceso de paz como miembro del M-19, estuvo en la lucha por el cambio de Constitución y por la Constituyente; como senador fue la primera persona que tuvo el coraje de destapar los vínculos entre el uribismo en el poder, el paramilitarismo y las matanzas. Está bien que le llegue el momento de asumir el poder. Tiene una vicepresidenta que me encanta, que es Francia Márquez, una mujer negra que viene de la lucha contra las minerías por la defensa de las fuentes de agua. Hay una movilización enorme en Colombia que se dejó ver en una oleada de paros recientes que fue duramente reprimida. Esa Colombia quiere el cambio. Vamos a ver... creo que es un proceso en el que habrá que exigirle muchísimo al gobierno que será electo para que cumpla con el programa democrático que ha levantado. Los que dicen que Petro es comunista y castrochavista y no sé qué están lejos de la verdad. Petro tiene un programa democrático coherente. Lo que pasa es que algunos tienen pavor a la democracia y a desmontar los mecanismos de despojo y destrucción de la naturaleza, de desarraigo de los campesinos para robarles la tierra, la brutalidad del narcotráfico y del paramilitarismo; hay gente que está cómoda con eso. Un programa democrático como el de Petro les da pánico. Petro va a ganar y esperemos que el pueblo sepa presionarlo y que toda esa organización popular no le permita ceder ante las presiones atroces que va a tener de Estados Unidos y la mafia de todo el mundo.