Ardua tarea la de “exprimir” a Troilo, dada la profusa bibliografía que existe sobre él. Periodistas, escritores, musicólogos e investigadores han quemado pestañas y discos pensándolo. Incorporándolo. Subjetivándolo. Tratando de desentrañar enigmas y misterios sobre la figura más prominente de la historia del tango. Hete aquí que Mariano Suárez y Miguel Angel Taboada tuvieron agallas, y muchas, para ensayar una mirada alternativa sobre él, en el flamante libro Troilo, una teoría del todo. Y salir airosos.
Puntualmente, para ellos el recorte –porque toda historia es al final un recorte— vino por contar su época a través del bandoneonista-compositor-director de orquesta. “Escribir a casi cincuenta años de la muerte de Troilo casi nos impone ese criterio”, sincera Suárez, abogado y periodista nacido el 21 de mayo de 1975, tres días después de la muerte de “Pichuco”. “Por eso, el trabajo se esmera en narrar y comprender el tiempo histórico --social, político, económico-- en el que fue posible el tiempo dorado del tango y su declive, porque tal tiempo también fue el de la impresión de libros, el de la venta de discos, y el de los consumos culturales que estaban a la mano de la clase trabajadora. Eso no explica a Troilo, pero sí al movimiento que lo acompañó”.
Troilo, una teoría del todo --publicado por la editorial “Mil campanas”-- cuenta con Dino Saluzzi, Santiago Giordano y Leda Torres como prologuistas, y por supuesto ya está en todas las librerías. “Troilo se convirtió en la figura canónica del tango. Por lo tanto, tomarlo como punto de partida del trabajo nos otorgaba también la libertad narrativa como para abordar toda la historia de la estética del tango, la que lo precedió y la que ofreció gestos de ruptura con su paradigma”, profundiza Suárez, repartiendo mojones de tal devenir desde la Guardia Vieja y el canto gardeliano, y la modernización propulsada por Julio De Caro, hasta Piazzolla y “sus derivaciones contemporáneas”. “Ese amplio campo, que también es un riesgo para contar una historia, nos permitía trabajar una biografía si se quiere heterodoxa, que no sigue necesariamente la secuencia del calendario sino que trabaja a partir de ejes conceptuales”.
--¿Cómo es eso de arrancar –casi—de cero, respecto a lo que dicen de de haber prescindido del anecdotario?
Mariano Suárez: --Es que las anécdotas sobre Troilo ya fueron contadas. Y los músicos que tocaron con él, salvo alguna excepción, ya no están y no pueden renovar esa narrativa. Pero, más allá de eso, que ya es suficiente razón, lo que prevalece es que la grandeza de Troilo reposa en su obra y en ningún otro lado. Ni en algún gesto de color, ni en alguna respuesta perspicaz que le haya dado a algún contemporáneo.
La rigurosidad en el abordaje musical asociada a la búsqueda de contar y comprender el momento político, social y cultural que habitó a “Pichuco” configuran los ejes centrales sobre los que transita el libro. El primer rasgo, enfocado en el Troilo que se ofrece como eslabón ineludible entre “el canto gardeliano y el pulso post-piazzolleano”. Y el segundo, como insignia de una Buenos Aires en movimiento, centralizada en el alto consumo de bienes materiales, culturales y espirituales al que accedía la clase trabajadora en tiempos troileanos. En este punto gravita precisamente el rol de Taboada, el otro autor del libro. “Tuve la suerte de ver a Troilo muchas veces en `Caño 14` y en `el Viejo Almacén` y siempre me provocó emoción, fundamentalmente cuando tocaba obras como `Romance de Barrio`, `La última curda` o `Desencuentro`”, evoca el coescritor, un periodista que conoció personalmente a Troilo en 1972, César Luis Menotti y Osvaldo Ardizzone mediante. “Me juntaba con ellos en el Restaurante Hamburgo”, sigue evocando Taboada. “Fue entre 1971 y 1975, época en que Perón estaba por volver y volvió al país, y en que Huracán salió campeón (1973), siendo un equipo que jugaba un fútbol bellísimo. En fin, este trabajo también funciona como un homenaje a aquella gente que sentía de manera especial en esos años tan difíciles para el país”.
--¿Por qué le quedó al libro un título tan contundente, tan “gordo”?
M.S.: --Porque hay una construcción discursiva que se pregunta el libro sobre cómo, siendo una parte del movimiento del tango, Troilo logra convertirse en la expresión de la totalidad. Y su potencia musical habilitó ese mecanismo discursivo. En efecto, siempre se menciona a Troilo como la representación de la síntesis, el equilibrio, el balance. Pero nadie, por definición, puede ser realmente la síntesis de un movimiento tan rico. Aunque justamente lo interesante es observar cómo esa narrativa se constituyó en la narrativa por excelencia, a la que, aun señalándola, tampoco nosotros escapamos.
--¿Cuáles son los trabajos anteriores sobre “Pichuco” que tomaron como referencia?
M.S.: -- Quizá el que más nos ayudó a definir un punto de partida es uno de los primeros. Me refiero a Conversaciones, de la escritora y periodista uruguaya María Esther Gilio, con prólogo de Juan Gelman. Básicamente, lo es por su construcción literaria.
El eje literario-popular, o la gravitación que tal díada tiene en Troilo, una teoría del todo, se palpa a través de otra aproximación de Suárez, respecto a que no se trata de un libro técnico musical, ni de una “biografía clásica”, de esas que dedican “enormes espacios a determinar si vivió en tal casa o en aquella”. “Tomamos solamente los datos biográficos imprescindibles para comprender su recorrido musical, para luego esmerarnos en construir un libro que pueda ser leído por todos. Que no resigne rigor, claro, pero que tampoco requiera mostrar una credencial de tanguero para poder disfrutar de una figura de nuestra memoria musical”, finaliza Suárez.
El resto lo encierran reveladoras 220 páginas.