Desde Londres
Como pidiendo una tregua, el gobierno instó al partido parlamentario conservador a respetar el resultado del lunes a favor de la continuidad de Boris Johnson. Envalentonados por la victoria pírrica del primer ministro, los rebeldes respondieron, por el momento en off, que no van a cejar hasta que Johnson deje el cargo. Según el matutino The Guardian están dispuestos a paralizar la agenda legislativa del gobierno hasta crear una situación ingobernable en un sistema parlamentarista.
En una intervención sin muchos precedentes para un ex líder conservador, William Hague, que estuvo al frente del partido entre 1997 y 2001, señaló que Johnson debía renunciar. “Se han dicho cosas que no se pueden retractar, informes que no se pueden borrar y votos que muestran un nivel de rechazo que ningún líder conservador ha podido revertir. Debería reconocerlo y planear su salida de manera que el partido y el país no tengan que someterse a un penoso período de agonía e incertidumbre”, escribió Hague en el matutino The Times.
Victoria pírrica
Los titulares de la prensa escrita, mayoritariamente conservadora, dibujan un primer ministro mortalmente herido por la victoria (211 diputados Tories a favor de Johnson, 148 en contra). “Hollow victory tears Tories apart” (Vacua victoria desgarra al Partido conservador), tituló el decano de la prensa Tory “seria”, el Daily Telegraph. “Un ganador herido”, lo secundó el The Times, que incluyó de yapa el demoledor artículo de William Hague. “Party is over, Boris” titula más a
la izquierda el tabloide Daily Mirror, en un ingenioso juego de palabras que incluye el “Party” de partido político y el de fiesta o “Partygate” que está en el trasfondo de la crisis.
En una entrevista radial este martes, el canciller Dominic Raab, lideró la respuesta del gobierno a esta generalizada percepción de victoria pírrica. “Creo que obtuvimos una victoria decisiva y clara y que debería ser el fin del debate. Hay muchas cosas en términos de agenda política que nos unen y que deberían señalar el camino a tomar”, dijo Raab.
La respuesta de uno de los referentes de los rebeldes no se hizo esperar. Según Tobias Ellwood la rebelión parlamentaria fue tan masiva – 148 diputados de los 359 que conforman la bancada – que el primer ministro tiene que hacer un imposible giro de 180 grados si quiere sobrevivir. “Como mínimo un recambio de gabinete, con nuevas figuras y nuevos temas que le hablen a todo el país y no solo a nuestra base. Políticas más excitantes que la privatización del canal 4 o el regreso al sistema de medición imperial (….las pulgadas, millas, libras que se eliminaron gradualmente desde los 60 …), políticas que lidien con la crisis del costo de la vida”, señaló Ellwood.
Los planes de Johnson
En los planes del primer ministro no figura ninguna de las exigencias de los rebeldes. Esta semana Boris Johnson confirmará que el gobierno va a presentar un proyecto de ley para eliminar el protocolo que rige a Irlanda del Norte como parte del acuerdo con la Unión Europea por el Brexit. Esto inflamará al máximo las tensiones partidarias y ratificará que el Reino Unido está dispuesto a violar el mismo tratado que firmó el primer ministro con su principal socio comercial en noviembre de 2019, un mes antes de ser elegido con una aplastante mayoría.
El jueves anunciará cambios en el derecho a la adquisición de casas subsidiadas en medio de la crisis de la vivienda, particularmente notable en Londres. El primer ministro tiene también anuncios en la manga sobre el Servicio Nacional de Salud (NHS), delincuencia y costo de la vida. Según filtraciones a la prensa, el primer ministro dirá que “este es un gobierno que hace lo que la gente necesita” y continuará haciéndolo.
Estos proyectos pondrán a prueba la estrategia de los rebeldes de paralizar la agenda legislativa de Johnson. Los rebeldes son una extraña mezcla del sector más progresista de los conservadores y de reaccionarios que comparten muchas ideas con el gobierno, pero se hastiaron de la extravagante idiosincrasia del primer ministro.
Crisis a la vista y cisnes negros
Las reglas internas partidarias establecen que una vez que el primer ministro sortea un voto de confianza tiene que pasar un año para que el partido parlamentario pueda votar nuevamente sobre el tema. Pero las reglas pueden ser cambiadas como admitió el jefe del 1922 (bloque de parlamentarios sin cargo en el gobierno), Graham Brady.
En otras palabras, las reglas no son eternas: dependen de la política. Los antecedentes, tan importantes en la historia y las leyes británicas, marcan que los cuatro primer ministros conservadores que sobrevivieron votos de confianza no duraron mucho en sus puestos. Hasta esa figura totémica del conservadurismo de posguerra que es Margaret Thatcher fue puesta patas en la calle cuando el partido consideró que se había convertido en un peligro electoral.
Hay dos eventos visibles bien cercanos que pueden marcar este punto de inflexión. En dos semanas y media, el 23 de junio, hay dos “bye-elections” (elecciones para la renovación de diputados en circunscripciones específicas) clave para dimensionar el impacto de la actual crisis. En una localidad rural del afluente suroeste de Inglaterrra, Tiverton and Honiton, los conservadores estarían por perder un escaño que tradicionalmente les pertenece a manos de los liberal demócratas. Ese mismo día, la elección en Wakefield será una radiografía de lo que sucede en el norte pobre y desindustrializado que Johnson consiguió conquistar en 2019 con mucho Brexit y nacionalismo, pero que después de más de dos años, parece dispuesto a volver al redil laborista.
Una derrota calamitosa puede empujar a los que apoyaron tímidamente a Johnson a cambiar de posición tomando en cuenta que la decadencia gubernamental pone en peligro sus propios escaños. A esto se suma la investigación parlamentaria que se iniciará en breve sobre si Boris Johnson mintió al parlamento cuando dijo que no había participado en ninguna fiesta en 10 Downing Street.
La investigación de la Scotland Yard y de la funcionaria de carrera Sue Gray, basada en solo 15 de las más de 100 reuniones que hubo en 10 Downing Street, halló que Johnson participó en por lo menos cinco eventos que contravenían la política gubernamental de confinamiento. Una foto publicado después del informe de la policía metropolitana, que buscó proteger al primer ministro en todo lo que pudo y está ahora mismo en la picota, muestra a Johnson brindando con una copa de champagne mientras se dirige a los participantes de otra fiesta inolvidable.
El Party Gate, que comenzó a fines de noviembre con la denuncia de una reunión en 10 Downing Street durante la pandemia, se ha caracterizado por una reserva inagotable de cisnes negros. Cada vez que parecía todo dicho sobre el escándalo, surgía una foto o un testimonio o un evento que superaba todo lo visto, como fue la fiesta en 10 Downing Street en vísperas del entierro del Príncipe Felipe el año pasado.
Con este contexto de fondo, con tantos enemigos a la vista e invisibles, ¿quién se atreve a apostar a que Johnson permanecerá mucho tiempo en su cargo?