En el metrobús del Bajo ningún cartel indicaba en qué punto paraba qué línea de colectivo. Un hombre mayor subió a la plataforma, vio que la fila era larga y fue a sentarse. Cuando llegó a los asientos no pudo: sólo había una estructura metálica incompleta. Se acercó a la fila, paralela a la avenida y que llegaba casi hasta la calle Sarmiento y preguntó: “¿Qué colectivos paran acá?, ¿para el 22?”. Cada persona contestó una línea diferente: 28, 91, 50, 126. “Paran todos, por eso la fila es tan larga”, respondió una señora. El hombre caminó hasta el final de la fila y levantó el brazo cuando vio venir al 22, que pasó de largo. Aunque fue inaugurado el martes, al menos dos plataformas del metrobús del Bajo (la estación del CCK como en la Paseo Colón y México) ayer seguían en obra: faltaban baldosas y de los pozos sobresalían caños corrugados con cables sueltos; había tubos fluorescentes encendidos sin nada que los cubriera, al alcance de cualquier mano; los carteles de señalización estaban apilados en el medio de la plataforma, atados con una cinta de “peligro”, interrumpiendo las filas y molestando el paso.
En la plataforma de Corrientes y el Bajo, la estructura metálica no tenía montados los carteles que indican el recorrido de los colectivos, ni las mamparas de vidrio que separan la estructura del cantero, en el que algunas pocas plantas jóvenes y flamantes todavía sobrevivían a pesar de intenso olor a abono. Tal persistente era la fragancia que, al pisar la estación, muchos pasajeros revisaban las suelas de sus zapatos, como chequeando si habían pisado algo inconveniente.
Entre pozos, asientos ausentes e indicadores invisibles, los asistentes de vialidad, que debían explicar a los pasajeros en dónde paraba cada colectivo, se encargaban de vigilar que nadie metiera la mano entre las luces y el cableado de los carteles ausentes.
El único indicio de que la obra ya estaba en funcionamiento eran los colectivos que pasaban. Dar con las paradas, sin embargo, fue una lotería. Cuando el 22 pasó de largo instaló la duda. Fue entonces cuando intervino una de las asistentes viales del gobierno de la Ciudad. Dividió al grupo en dos filas, luego de enumerar las líneas que correspondían a cada una. El hombre que antes no pudo sentarse fue a la más cercana a avenida Corrientes. Pasó otro 22 de largo. La asistente de tránsito se había confundido, le pidió perdón y le dio un folleto con el lugar de las estaciones. “Va a servir cuando se terminen de ordenar las paradas”, le aclaró.
Algunos pasajeros protestaban porque el nuevo metrobús, además de paradas, modificó recorridos. “El 22 antes iba por Perú y doblaba en avenida Belgrano hasta agarrar el bajo”, explicó un usuario de nombre Ariel. En el nuevo trazado, dijo, el colectivo “desde Perú dobla en Belgrano para el lado de la 9 de Julio, agarra Diagonal Sur hasta Plaza de Mayo y en La Rábida vuelve a agarrar el metrobús. Ahora tardo 10 minutos más que antes”.