La tapa original del disco traía a una mujer desnuda con una guitarra acústica estampada en la espalda, todo un símbolo de época. El contenido, casi cuarenta minutos de músicas que muchos leyeron como una contraparte de La Pesada, banda de muchachos que hacía honor a su nombre, en –casi– todos los sentidos. Los temas se repartían entre ilustres desconocidos (“Si vos si, no. Si vos no, sí”, de Carlos Daniel Fregtman; “Guilmar”, por el dúo Krochik-Fleicher), futuros referentes en acción como Raúl Porchetto (“Contar el viento”) y León Gieco (“Hombres de hierro”); referentes de ese presente como David Lebón y Edelmiro Molinari (+ Gabriela) abriendo el disco; y el principio motor del rock argentino: Litto Nebbia, de quien se incluyó “Vamos negro”, con la compañía percusiva de Domingo Cura. Ese disco se llamó Acusticazo, se publicó en 1972 y fue el resultado físico de un recital que se había llevado a cabo en el Teatro Atlantic, el 16 de junio de ese mismo año. “El disco se ha convertido en un mito a través del tiempo. Quizá no tanto por su estricto valor musical, sino por ser el antecedente de un formato estilístico hoy ya súper aceptado y divulgado”, enmarca Nebbia ante PáginaI12, enlazando pasado y presente. Y viene muy al caso, porque precisamente hoy a las 20.30, él y Gieco recrearán el espíritu de aquel hito, ahora en el Gran Rex (Corrientes 857).

“Ha pasado mucho tiempo y me pone contento esta iniciativa de volver a remontar el Acusticazo, de recordarlo en vivo. También la idea relacionada con que algunos de los que estuvimos allí podamos compartir con músicos de la siguiente generación”, señala uno de los fundadores de Los Gatos, presentando a las “bandas nuevas” que acompañarán la evocación: Catupecu Machu y Salta La Banca. El concierto, a cuarenta y cinco años de su original, es como una especie de previa de uno mayor que remembrará el legendario B.A. Rock, en el mes de octubre. “Durante 1972 –vuelve Nebbia, en clave histórica–. el rock argentino no tenía aún la cantidad de subgéneros y fusiones que se han desprendido de él. Recién comenzaba a aparecer la figura de una canción acústica, tocada con la guitarra criolla o bien con cuerdas de acero. Yo acostumbraba hacerlo en la mitad de un concierto, desde mi primer disco solista en 1969. En eso también estaban Miguel Cantilo y Jorge Durietz, que con su dúo Pedro y Pablo registraban un cancionero acústico; Roque Narvaja que, al partir de La Joven Guardia y en plan solista, hacía lo mismo; y León, que recién llegaba de Cañada Rosquín con su guitarra y su armónica”, reseña uno de los padres del rock argentino, sobre el plan desenchufado que le bajaba un par de cambios a los decibeles de otras bandas.   

El Acusticazo original lleva también la impronta de un histórico del sonido del rock en la Argentina: Carlos Robles, más conocido en el palo como “Robertone”. El fue quien lo grabó el disco –cuya primera edición fue en vinilo– de una manera muy artesanal, sencilla. “Tomó lo que había del concierto y solo le agregó unas camaritas a las voces”, recuerda Nebbia. Robertone, entonces, fue el ariete necesario entre lo que pasó, puntualmente, y la materialización de un recuerdo que dejó afuera, por cuestiones de espacio, claro, temas como “Campesina del sol”, de Gabriela, o “Los pájaros”, de Porchetto. O al novato Raúl Roca, que tocó en el Atlantic, pero no figura en el disco. “Recuerdo que me presenté con el gran percusionista Domingo Cura y nadie sabía lo que íbamos a tocar. El desconcierto inicial de ver tocar a un ‘rockero’ con guitarra española, acompañado de un ‘folklorista’ con sus seis bombos despertó cierto rechazo al comienzo. Pasados unos minutos, la gente se calmó y pudo meterse un poco más en las improvisaciones que hacíamos con Domingo, hasta que de pronto estalló la sala vitoreándonos”, evoca Nebbia.

Días atrás, en rueda de prensa, el otro histórico del acusticazo que estará presente esta noche (León Gieco) lo había recordado a su manera. “Lo que más me entusiasmó del Acusticazo es que yo venía del campo y quería grabar. Casi sin querer, empecé a componer mis primeras canciones, influido por Bob Dylan. Es más, ‘Hombres de hierro’ es un afano bastante evidente de ‘Blowin in the Wind’ pero, bueno, menos mal que me inspiré en él y no en otro. Bien, ese tema fue el que quedó en el disco y cuando lo llevé a mi pueblo, para que lo viera mi vieja, que era como mi manager, me di cuenta con quién estaba. ¡Con Litto! Cuando en 1967 había formado Los Moscos en mi pueblo, él había compuesto ‘La Balsa’, un temazo con una poesía impresionante, loco, mayor a muchos temas de Los Beatles. Y ‘El rey lloró’... Bueno, esa letra te explica la vida. Para nosotros, Los Gatos eran como los Stones, y de repente me vi en un disco con Nebbia. Eso fue lo más y hoy está bueno recordar esa situación de los primeros años del rock argentino”.

“Para mí, que no la viví –intervino Fernando Ruiz Díaz, de Catupecu Machu–, esa época fue muy importante porque cambió la historia de Occidente. El rock es contundente y definitorio porque involucra un montón de mundos. Y acá, en nuestro país, Litto para nosotros fue y es como un disparador para que nosotros estemos acá. Es más, León mismo acaba de decir que quería ver si lograba una cosa como Litto, en esa época. Cuando me convocaron a este nuevo acusticazo me súper alegró”.