El pasado no es sólo historia, es también memoria. Al terminar la segunda guerra mundial los soldados negros americanos que regresaron a casa -después de dejar a miles de hermanos muertos en los campos de batallas europeos- se encontraron en su país que debían ceder el asiento en el transporte público. Una mañana, Rosa Parks se negó a ceder el asiento a un hombre blanco en un micro de Alabama. Así nació una de las denuncias épicas más hermosas y más violenta de la historia de la humanidad. Craig Hodges recuerda -por el relato de su madre y de su abuela- aquellos años de lucha callejera por los derechos civiles. Uno de los más grandes lanzadores de triples de todos los tiempos, decidió “no levantarse del asiento” en la NBA y fue desterrado para siempre. “Me lo hicieron pagar”, diría años después.
Afiliado a la Liga Juvenil Comunista de los Estados Unidos, su militancia por los derechos civiles arrancó el 3 de marzo de 1991, cuando el taxista afroamericano, Rodney King, fue brutalmente apaleado y detenido por cuatro agentes de policía de Los Ángeles. Los “play off” finales de la NBA, entre los Chicago Bulls y Los Angeles Lakers, se estaban disputando en ese momento. Hodges solicitó -en los medios de comunicación- la suspensión del partido, y le suplicó a Michael Jordan (compañero de equipo) y a “Magic” Johnson, máxima estrella rival, incrementar una medida de fuerza en apoyo al taxista detenido. Ambos se negaron. “No tuve el apoyo que esperaba”, manifestaría tiempo después. El triunfo de los Bulls proporcionó su primer campeonato.
El equipo fue agasajado en la Casa Blanca por el presidente George Bush (padre). Hodges asistió ataviado con su “dashiki” blanco, la túnica tradicional que se usa en África Occidental para ocasiones importantes. “Era un imperativo cultural. Debía ir como a mi madre le hubiera gustado: con mis vestimentas, que reflejaran bien de dónde vengo”, explicó en la revista deportiva Sporting News. El jugador le entregó una carta de ocho carillas al presidente en la que exponía los problemas de segregación y discriminación racial que sufrían los afroamericanos. La misiva alcanzó los medios de comunicación, y fue decisiva para el final de su carrera deportiva. “Después de aquello ningún equipo quiso contratarme. No pude conseguir ni un solo agente. Salió a relucir mi filiación política, y el propio Michel Jordan me dijo que los había avergonzado a todos ante Bush. Fue determinante en mi expulsión de los Bulls”.
No volvió a jugar al básquetbol de forma profesional en Estados Unidos. En 1992, un jurado mayoritariamente blanco, absolvía a los cuatro policías que apalearon a King, y miles de personas se lanzaron a las calles de Los Ángeles, amotinándose durante seis días, en los disturbios raciales más descarnados en la historia de la ciudad. El saldo fue de 63 muertos, 2.383 heridos, 5.780 comercios incendiados, y más de 12.000 personas detenidas y acusadas. Ni Michael Jordan, ni “Magic” Johnson, se manifestaron respecto a los incidentes.
La enorme dimensión de Craig Hodges, como estrella del básquetbol norteamericano, se manifiesta en el hecho que al día de hoy mantiene su récord imbatible del Concurso de Triples de la NBA. Al establishment le importaba poco su talento. “Cualquier afroamericano que consigue un éxito significativo tiene una carga adicional, y muchos en EE UU aceptan a Michael Jordan u Oprah Whinfrey siempre y cuando no te vuelvas demasiado controvertido en torno a cuestiones más amplias de justicia social”, expresaba Barak Obama en el documental “The Last Dance”. Craig Hodges vive ahora de las ayudas y de algunos trabajos temporales. Su ex compañero es megamillonario. Sus zapatillas, las “Air Jordan” de Nike, se venden a 100 dólares el par, y se fabrican por 100 dólares al mes. 100 x 100: balance redondo. “Mike” es “Mike”. Y “Mike” siempre se ha “levantado del asiento”.
(*) Ex jugador de Vélez, clubes de España, y campeón Mundial Tokio 1979.