Se trata de una labor de registro gráfico y escritural en paredes, muros y puentes del territorio metropolitano: una exploración minuciosa de un arte que existe, insiste, subsiste, molesta y encarna las afirmaciones y negaciones de esta época, con sus luces y sus sombras. El plan de Mariana Winocur y Bibiana Fulchieri implicó que ambas comunicadoras sociales, nacidas en la provincia de Córdoba, se convirtieran en arqueólogas durante el período que duró la tarea de campo de la que salieron transformadas. La charla, la risa, el llanto y el abrazo acompañaron cada itinerario en el que detectaron biografías desobedientes y prácticas artísticas reivindicatorias de identidades y reconocimientos.

“Teníamos un directorio que armamos durante cuatro meses a partir de una investigación digital durante el aislamiento pandémico, nos contactamos con algunos de los autores de las obras y en un avance riguroso sumamos testimonios que fuimos encontrando en el camino”, aclara Fulchieri sobre el modus operandi de un programa que armaron juntas a pura pasión y del cual no había antecedentes locales.

Fue así como registraron los trabajos de Ailen Possamay, que tomó la famosa frase de la feminista Silvia Federici: “Eso que llaman amor es trabajo no pago” y también la cara de una mujer trans ya muy icónica, que cubre el capot de un auto abandonado, obra de Marian Calle, titulado "Tan libre como el aire". También incluyeron en su bitácora los retratos de los habitantes de unas casas de La Boca que el histórico muralista Alfredo Segatori ofrendó en varias medianeras, capturaron los colores y texturas de los besos y las lágrimas que alguien superpuso sobre unas caras de varones muy masculinizados de un taller mecánico y se llevaron en la lente las imágenes tiernas y rudas de algunxs muchachxs expuestas en los extramuros del cementerio de Chacarita.


Recorrieron 18 comunas porteñas en busca de arte callejero


Mariana y Bibiana fueron, entonces, nómades urbanas en tránsito por dieciocho comunas porteñas. Gastaron zapatillas caminando por Barracas, Palermo, La Boca, Balvanera, Colegiales, Parque Patricios, San Telmo, Congreso, Almagro, Microcentro, entre otros paisajes urbanos. El resultado fue el hallazgo de 500 obras de arte callejero sobre género y diversidades que conformará un libro documental.

El material visual está gracias a su entusiasmo y esfuerzo, y al apoyo del Proyecto de Mecenazgo Cultural de CABA. Les resta contar con un poco más de colaboración en este registro peculiar de la memoria estética vital de los colectivos mencionados para que el libro se termine de plasmar. Movilizadas por las potencias de la creación popular, este abordaje narra una voluntad política que apunta a conmover los cuerpos, las miradas, las emociones frente a la complejidad de las personas, así como a sentir y pensar una cosmogonía de la existencia en la diferencia.

Winocur es una trabajadora de la palabra que viene amplificando desde hace tiempo las voces individuales y grupales de personas que son silenciadas, especialmente mujeres y diversidades sexogenéricas. Como periodista, se especializó en la transmisión de mensajes organizacionales, institucionales y de género, en diversidad y derechos humanos. Cuenta que “fue viviendo en México donde me descubrí feminista, trabajando en entidades de la sociedad civil para la despenalización del aborto”. Hace ocho años se radicó en el barrio de Caballito, de Buenos Aires, trabaja en la CEPAL y da talleres para evitar el lenguaje sexista e incorporar el habla inclusiva al cotidiano. Activa en otras organizaciones que abogan por la defensa de una vida digna para integrantes del colectivo LGBTIQ y colabora en distintos medios.

Fulchieri es una reconocida reportera gráfica cuya obra se expuso en Amsterdam, Munich, Beijing y San Petersburgo y recibió una veintena de premios. Cursó seminarios intensivos con el cineasta etnográfico de la Universidad de California Jorge Prelorán, el brasileño Sebastiao Salgado, el franco-iraquí Abbas, la estadounidense de la Agencia Magnum Susan Meiselas, y el editor Mark Russel del New York Times. Sus proyectos vinculan memoria y fotografía, para lo cual resultó fundamental la experiencia que adquirió junto a la fotógrafa Paola Agosti, en Roma. Es docente universitaria, se desempeña en diversos medios periodísticos nacionales y realizó coberturas internacionales para Der Uberblick Hamburgo, Alemania y Canale 5, Italia. El Córdobazo de las mujeres, Cartografía de la lengua y Marcelo Hepp –Obra escultórica son libros de su autoría. En la actualidad la fotografía editorial y la gestoría cultural independiente forman parte de su portfolio.

A finales de la década del ochenta, Bibiana y Mariana coincidieron en la redacción del diario Córdoba, donde trabajaron juntas y se hicieron amigas. El cariño fue la base de este trabajo actual que está en estado gerundial, porque aún está sucediendo. Y, por supuesto, ideas en común, como la dignidad humana de todos los cuerpos y subjetividades las acercaron más. También la pregunta común acerca de qué es lo que mueve el deseo por sumergirse en un viaje profundo por caminos serpenteantes, a veces placenteros, otras vertiginosos, siempre disfrutables, aún en sus momentos más duros. Y hacia allí se dejaron llevar.


Las respuestas estéticas de los feminismos son muy poderosas

“Bibiana es una fotógrafa muy poderosa, sus imágenes son muy conmovedoras. Yo venía terminando una maestría en estudios y políticas de género en la UNTREF que condensa comunicación, diversidades y disidencias y este proyecto nos permite integrar la cuestión estética con la multiplicación de voces de mujeres y de géneros subalternizados en relación con el varón cis hegemónico”, cuenta Winocur.

Este dúo dinámico y mediterráneo quiso darle una continuidad a la amistad a través de la combinación de fotos y textos con sus saberes e interrogantes, en forma de diálogo. “Bibiana sugirió que laburáramos arte callejero y durante los primeros tiempos de la pandemia nos ilusionamos mucho y empezamos a trabajar en la investigación. Ella es una gran retratadora de cuestiones político-sociales y mi mayor experiencia es en discursos sobre temas de discriminación y violencia de género, para erradicar las inequidades y las desigualdades. Nos pareció interesante indagar y mostrar las respuestas estéticas de los feminismos, muy distintos de los recursos del sistema patriarcal violento”, continúa Mariana.

Del proyecto compartido ahora, coinciden en que “fue muy impactante” llegar a la Villa 31 con dos chicas de La Poderosa (la organización que publica La Garganta Poderosa) y recorrer juntas sus murales. “El primero que nos mostraron fue muy conmovedor: era Ramona con los baldes en sus manos. Ramona es la mujer que peleó por tener agua en el barrio y que murió de covid”, cuenta la fotógrafa. “En la villa dicen que la mataron y puede que tengan razón”, agrega Mariana, emocionada por el enorme tributo que le rindieron los habitantes del barrio a esta referente de las luchas territoriales. Ramona Medina, de 44 años, vivía en condiciones muy precarias con su familia. Oriunda de Tucumán, puso el cuerpo, denunció la falta de agua durante doce días, mostró en videos virales como la situación seguía siendo crítica a pesar de que desde el gobierno porteño aseguraban que se había solucionado la provisión. “Quieren que nos lavemos las manos, pero ni siquiera tenemos agua en la villa”, dijo poco antes de contagiarse.


Ecos en las paredes

“Empecé a trabajar desde mi casa en Mendiolaza, en plena sierra”, recuerda Bibiana sobre el comienzo de la tarea. “Accedí el listado de ganadores del Concurso Federal de Murales, me contacté con quienes habían tocado cuestiones de género y disidencias sexuales, por Facebook, Instagram y mail. Armé coordenadas de sus obras, sumé a otros artistas que habían tomado estas temáticas y todo se multiplicó. También nos acercamos a las feministas de Maleza Mural y Las Nereidas y a las 170 chicas de la Agrupación de Mujeres Muralistas Argentinas (AMMURA). Supimos, además, que los primeros murales sobre género fueron promovidos por la empresa L´oreal en Puerto Madero. También tuvimos en cuenta la campaña oficial "Tocate una teta", sobre el autoanálisis de las mamas, y registramos el mural "El beso" de otra campaña contra la lesbofobia, ubicado en la Plaza Roberto Arlt, de Esmeralda y Rivadavia”.

“En cada lugar sentimos la buena onda de los vecinos, las ganas de hablar, la curiosidad. Nos preguntaban qué estábamos haciendo, porqué sacábamos fotos y qué escribíamos. Siempre fueron muy amables”, cuenta Mariana. “Algunos laburantes pasaban y ponían cara de ¿y éstas quiénes son y de dónde salieron?, pero con buen trato, con ganas de saber. Para nosotras fue encontrar las señales en las paredes, los ecos de los gritos y las huellas de los reclamos de las mujeres y de las diversidades en el Street Art”.

La inspiración se fortaleció con reflexiones propias y con las lecturas de autoras como Virginia Despentes (Teoría King Kong) y “cordobesas maravillosas como Maria Teresa Andruetto (Lengua madre) y Perla Suez (El país del diablo), dos escritoras impresionantes”, acuerdan. “Queremos articular también las imágenes de Bibi con textos de Judith Butler, Camila Sosa Villada, la admirada Susy Shock, Donna Haraway y míos”, adelanta Winocur sobre este proceso en acción, al que le sumarán palabras de mujeres, géneros trans y no normativos.

La mayoría de las pintadas, stencils y grafitis que forman el corpus de Fulchieri y Winocur se encuentran en lugares de gran visibilidad. Pero hay uno, rodeado de pegatinas, afiches, stenciles, que acaso en este momento ya se haya borrado por completo. Se trata de una inscripción de letra ínfima hecha con grafito que señala: en este lugar estaba el sótano de San Telmo que fue refugio de las mujeres lesbianas durante las décadas del 60 y del 70. Fulchieri y Winocur guardaron esa huella. Ojalá muy pronto, esa imagen que encierra tanta historia, abre una hendija y vuelve la mirada hacia aquello que en su momento casi no se pudo ver, pueda ser mostrada.

Señales en las paredes: esta da cuenta de un sótano en San Telmo en el que se encontraban lesbianas en los 70 y 80.