Nacida y criada en Nairobi, Kenia, donde aún reside, la fotógrafa autodidacta Thandiwe Muriu apuesta a “camuflarse para sobresalir”. Lo que, a priori, parece un contrasentido efectivamente cobra sentido viendo su elogiada, multipremiada Camo (abreviatura de “camuflaje” en inglés). Se trata de una serie con varios años de andadura, que sigue ampliando actualmente, donde esta artista retrata a mujeres luciendo conjuntos con preciosos estampados en pos de celebrar la herencia cultural de su país -en particular- y del continente africano -en general-. Las telas ricas en colores vibrantes hacen juego con un telón de fondo que, en cierto modo, se amalgaman, creando un efecto hipnótico, la mar de atrayente.
Hay que decir que en estas composiciones -que obligan a mirar dos veces- ningún detalle está librado al azar: sus fotografiadas llevan intrincados peinados que están inspirados en tocados tradicionales; y las gafas “improvisadas” que usan, no son tal. La ocurrente Muriu se vale de ruleros, filtros de cocina, estropajos de acero, repelentes de mosquinos, latas de refresco, coladores de té, entre otros objetos hogareños reciclados, para diseñar anteojos que representan el ingenio, la creatividad keniana, cómo la gente se las apaña aún contando con recursos mínimos. Algo que ella misma aprendió siendo una chicuela, mientras su papá le enseñaba a cambiar neumáticos, arreglar computadoras, usar cámaras réflex, etcétera. Fascinada con tomar fotografías, se formó por cuenta propia, viendo videos en Youtube.
“A través de su obra, Thandiwe busca resaltar la
belleza de las mujeres kenianas, que a menudo son excluidas de los estándares
beauty de su propio país”, anota cierta crítica especializada respecto de Camo, donde -según la misma Muriu- se exploran
nociones como identidad y autopercepción. Y se habla, a la par, “de la nueva
África, de esta nueva generación de la que soy parte que está sumamente
orgullosa de sus ropas características pero las usa de manera no tradicional”. Ojo,
también hay crítica subrepticia a cómo, a menudo, las mujeres son relegadas a
un segundo plano en profesiones como la suya propia, “donde en más de una
ocasión he tenido que hacerme fuerte y, viendo cómo me subestimaban colegas, decir
con claridad: ‘Yo soy la que está a cargo’”.