¿Existe persona que jamás se engaña a sí misma? ¿O el recurso a la auto mentira es una condición ineludible? Obvio que nos damos cuenta de la propia falsedad a posteriori. Al principio se olfatea que algo anda mal, pero es tan triste que no se admite -una relación que se degrada, una enfermedad silenciosa, ser víctima de menosprecio-, aflige tanto que se cae en el autoengaño como parapeto defensivo. No nos atrevemos a asomarnos a ciertas miserias y las escondemos travistiéndolas de falsa realidad, de mala fe. Hasta que un día -impredecible, intempestivo- acontece el “darse cuenta”. Dejamos de mentirnos a tontas y a locas, asumimos y nos hacemos cargo, accedemos a la autenticidad.
Nada más frágil que la facultad humana para admitir la realidad adversa, para aceptar la imperiosa prerrogativa de lo real que, si es espinoso, suele no asimilarse. Clément Rosset, en Lo real y su doble, clasifica reacciones ante lo real no deseado. 1) Negar de manera rotunda, suicidio. 2) Suspender lo real conservando la vida, locura. 3) Cegarse voluntariamente, autoflagelarse, drogarse, autorreprocharse.
Sin embargo, estas formas extremas de rechazo de lo real son excepcionales, la actitud más común frente a lo real intolerable es más flexible. Rosset denomina percepción inútil a ese percatarse que hace como que no. Una engañapichanga desde lo ilusorio, no desde lo intencional. Si dejaron de amarme y no logro aceptarlo me hago ilusión de que alguna vez recuperaré ese amor. Me arrojo así a la inautenticidad, a la vana esperanza, a la imposible repetición. “Cuando la memoria del cuerpo se despierta, / cuando los labios y la piel recuerdan, / vuelve otra vez, / vuelve esta noche y tómame.” (Kavafis).
Relaciono la “percepción inútil” de Rosset con el “estado de caída” de Martín Heidegger que, en Ser y Tiempo, alude a la persona (Dasein, ser ahí, existente) como único ente que vive fuera de sí. Capturada por las subjetividades y los objetos con los que se relaciona o abandona o es abandonada. Comprendemos nuestro propio ser en referencia al encuentro con otras existencias y con nuestras circunstancias. La caída en la inautenticidad es una relación de la persona consigo misma y una huida permanente de sí misma. Tragamos sapos diciendo que son bombones. Una especie de paraguas para paliar la desazón ante los acontecimientos hostiles. El autoengaño es espurio, pero acolchona la pena y proporciona un falso bienestar.
Como el bebé con materia tibia en el pañal que, al principio, le resulta placentera, pero va lastimando su piel, el falso confort se torna tóxico. ¡Que me cambien los pañales, por favor! Ya no queremos tragar sapos diciendo que son bombones. Se me reveló, me estaba engañando a mí misma. Me di cuenta y actúo en consecuencia. Me decepciono por lo perdido, pero una corriente de nuevos aires oxigena mi vida. Si resurjo de la caída. hago equilibrio sobre mi reconquistada autenticidad. Dignidad recobrada porque la calidez inicial del autoengaño deviene fría prisión a poco de andar.
No solo la filosofía analiza el darse cuenta, también el psicoanálisis se vale de ese concepto, aunque con diferentes nombres. Pero los tecnicismos también pasan de moda o se desplazan. Insight, pongamos por caso, se utilizó durante decenios para enunciar el darse cuenta en psicoanálisis. Pero ese término ha realizado un corrimiento hacía el mundo del márquetin. Aunque como fenómeno continúe acaeciendo en la terapia. Insight literalmente significa visión, aunque remite a una visión mental penetradora, a la facultad de discernir el verdadero estado de las cosas. El darse cuenta que destruye simulacros.
Ahora bien, ¿cómo se alcanza esa visión esclarecedora? Puede ocurrir repentinamente luego de un profundo trabajo sobre sí, solitario o en grupo o en terapias; o bien practicando tecnologías de la subjetividad, como las estudiadas por Michel Foucault durante la tercera etapa de su vida-obra. La filosofía como inquietud de sí conceptualiza cada acontecimiento perturbador y lo amasa, lo golpea, lo moldea hasta convertirlo en forma de vida. Conócete a ti mismo -proclama el oráculo délfico- ¡trabaja sobre ti!
En el otro extremo: los especialistas en márquetin. El Insight es la clave para encontrar una “verdad” sobre la clientela que ni ella misma sabe. Es decir, en lugar de que las personas encontremos nuestra propia realidad, se crean ofertas atractivas inferidas de nuestros datos personales. Esos que nos roban cotidianamente gracias a nuestra exposición voluntaria al control digital. El márquetin busca impacto potencial sobre la marca que se desea imponer. Este “darse cuenta” del consumidor es lo contrario de la autenticidad.
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¿Ha sentido alguna vez que la trataban diferente por el hecho de ser mujer?, le preguntó -a mediados del siglo XX- Jean-Paul Sartre a Simone de Beauvoir. Ella creía que no. Pero la pregunta le siguió repiqueteando y la impulsó a repensar. Descubrió que el mundo fue concebido por varones en detrimento de la mujer. Suspendió lo que estaba haciendo por entonces y se dedicó -aguda y en pleno Insight- a escribir El segundo sexo. Obra fundamental en la lucha por los derechos de las mujeres. Una revelación que acicateó la rebelión de las sometidas y promovió la deconstrucción conceptual de la misoginia en la familia, la cultura, la religión, el arte, la ciencia y la política. Enunció el riesgo de enamorarse del propio verdugo, demostró que amar, siendo mujer, es peligroso y puede ser mortal. El hombre -desde el poder- construyó a la mujer, pero no a su imagen y semejanza, sino inferior a él. La “femineidad” es un invento masculino. Modosita, sumisa, hacendosa, fiel, disciplinada, cariñosa. Casta en la vida, puta en la cama.
Así como Simone de Beauvoir se dio cuenta, toda subjetividad pude regresar de la caída. Se trata de pasar de lo ilusorio a la aceptación de lo irreversible. Lo real no es bueno ni malo, nuestra actitud ante su presencia lo convierte en infierno de falsedad o en ética de la autenticidad. En piedra árida o en yacimiento para extraer música. “Si no creyera en cada herida / Si no creyera en la que ronde / Si no creyera en lo que esconde / hacerse hermana de la vida // ¿Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera? / ¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?”, el canto a la autenticidad cubano suena y vuelva a sonar en la película argentina Darse cuenta.