En los años ‘70, en un imaginario pueblo costero (collage desordenado entre Cabo Polonio, Aguas Dulces, Castillos y Valizas) hay un viejo que conserva no sólo la luz encendida de un gran faro sino el siempre misterioso acto de inventar y contar buenas historias. Su único oyente es un niño que conoce más de los secretos de las mareas que de su propia familia. La llegada imprevista al pueblo de una joven pareja abre las puertas a la incertidumbre y a partir de entonces Valizas se desdobla para ofrecer, por un lado, en clave de thriller, la historia de una fuga de quienes son perseguidos por la dictadura uruguaya y, por el otro, al modo de relato iniciático, el abrupto final de una infancia paradisíaca.
Creada originalmente en 2011 por el uruguayo Rodolfo Santullo en el guión y el nicoleño Marcos Vergara en los dibujos para el blog Historietas Reales, once años después Valizas llega por primera vez en formato libro a las librerías de Argentina, de la mano del sello Historieteca. No sólo fue la segunda colaboración de la dupla (la primera había sido Cena con amigos en 2009) sino la reafirmación de que entre ambos existía una excelente conexión creativa que les permitió encender, más tarde, nuevas llaves creativas para iluminar un trabajo que hoy puede considerarse sin equivocación y por peso propio como una verdadera obra.
“Con Marcos nos conocimos en el 2003. Él era uno de los organizadores del festival Aquelarre en San Nicolás donde fui como invitado. Luego en el colectivo Historietas Reales nos invitaron a participar y comenzamos a trabajar en conjunto. Desde entonces llevamos ya ocho libros hechos y dos más que están en este momento en proceso”. Este rápido y breve resumen que hace Santullo del trabajo en tándem pone de relieve la importancia que el narrador (autor de notables novelas policiales y uno de los mejores guionistas de cine que se pueden encontrar del otro lado del Río de la Plata) le otorga al ida y vuelta entre dibujante y guionista. “Para mí el trabajo en dupla significa hacer historieta, directamente”, afirma. “Si uno quiere trabajar en ‘lo propio’ y no sabe dibujar nada como es mi caso, hay que escribir una novela o un cuento. Hacer historieta es para mí, justamente, trabajar en equipo. Y he encontrado con el paso de los años que es la forma de trabajo que más disfruto, un 50/50 junto al dibujante, porque cuando la colaboración termina el resultado supera largamente lo que hubiéramos podido hacer por separado".
Santullo debe ser en la actualidad el escritor que más obras en colaboración lleva adelante, sea tanto con Jok (Reflejo, Merlín o 40 cajones, entre otros), con Dante Ginevra (Malandras) hasta con su coequiper charrúa Matías Bergara con quien acaba de editar, también por Historieteca, la reciente edición argentina de Los últimos días del Graf Spee. La lista de dibujantes con los que trabajó Santullo y con quienes al menos creó dos libros, incluyen a Guillermo Hansz, Leandro Fernández, Horacio Lalia, Carlos Aón, Leo Sandler, y Alejandro Rodríguez Juele.
Como ocurre bajo la sombra de los médanos o con la niebla cuando se asienta en la costa, en Valizas todo está por suceder y el mundo se tiñe de miedo: desde la aparición sorpresiva de los militares a las voces delatoras de un pueblo inventado con ensoñaciones a lo Rulfo y jodido a lo Onetti; desde los secretos y mentiras acerca de los motivos de la muerte de un integrante de la familia al descubrimiento de la sexualidad por parte del niño Felipe quien encuentra a su padre entre las sábanas con su propia maestra e incluso lee los mensajes eróticos de la pareja, para luego preguntarse: “¿Qué quiere decir clítoris?”. Ese niño deambula por las calles de arena de una Valizas que, página a página, deja de ser un simple escenario para convertirse en un personaje –al modo de las ciudades griegas– que empujan a sus habitantes a enfrentarse a sus propios infiernos: no por nada los historiadores marítimos denominan a esa zona de la costa uruguaya, en el departamento de Rocha, el infierno de los navegantes.
“Todo es invento mío. No tomo inspiración de nada real en el pueblo de Valizas. Incluso, el faro no está ahí dónde yo lo ubico”, explica Santullo. “Como se sabe el faro está en el Cabo Polonio. Todo lo que cuento en Valizas, repito, es inventado. La ficción, ya libre de la exactitud geográfica o histórica, me permite una gran libertad para narrar. De este modo si quiero hacer que el pibe tenga que pedalear hasta Castillos para ir a la escuela, lo hago. O si quiero que el faro ilumine la playa a la noche, también”.
Valizas es un thriller, como le gusta calificarlo a su autor, pero sobre todo tiene la tensión propia de una tragedia griega, y esta afirmación se sostiene al mencionar al Faro –elemento decisivo en la historieta– que custodia un viejo fabulador capaz de reversionar con total impunidad historias que van desde Hércules a Helios y desde el arquitecto Sóstrato de Cnido hasta las desventuras amorosas de Leandro y Hero. El niño y el viejo se reúnen en el faro para preservar y preservarse de la realidad que los circunda: “¡No me cuentes, no me cuentes nada! ¡Ya te dije que no quiero saber nada!”, ruega el viejo cuando suben las mareas de la muerte. Al mismo tiempo ese faro, símbolo fálico en un pueblo donde las mujeres, o mueren por amor o ahogadas, funciona como una suerte de oráculo: todas las historias que se inventan en la soledad del faro son metáforas de la realidad.
El relato creado por Santullo es tan fuerte que el dibujante Marcos Vergara con notoria inteligencia optó por asordinar su trabajo, es decir, eligió someterlo a los caprichos de la palabra, centrándose en el clima a veces asfixiante de ese color arena, como si el viento costero nunca dejara de soplar en la historieta. Su dibujo no acompaña, sino que facilita el fluir del relato. En este sentido, y para espanto de críticos complacientes, Valizas es una historieta desequilibrada, pero en ese desequilibrio radica el acierto y el poder de esta obra, porque las buenas historietas jamás ocultan las tensiones y fricciones entre palabra y dibujo, siempre las iluminan de la misma manera que un faro ofrece su luz a quien quiera ver.