“Nada se pierde, todo se transforma”, canta Jorge Drexler. Difícil saber si los ejecutivos de Universal conocen al artista uruguayo, pero lo cierto es que tomaron ese axioma químico al pie de la letra para revivir a los monstruos clásicos del estudio y traerlos al siglo XXI mediante una serie de películas agrupadas bajo el rótulo de “Dark Universe”. La faena empieza ahora con La momia y seguirá en 2019 con La novia de Frankenstein. Un poco más adelante será el turno de El hombre invisible, protagonizada por Johnny Depp. Todas ellas estarán conectadas por la presencia de una “organización llamada Prodigium, que bajo la conducción de Henry Jekyll (Russell Crowe) se encargará de estudiar, monitorear y destruir espíritus malignos que toman forma de monstruos”, según adelanta la información de prensa. A lo luz de los resultados del film de Alex Kurtzman, queda claro que no hay que esperar relecturas ni fidelidad a las versiones originales, filmadas en la década de 1930. Tampoco los sustos ni los climas ominosos de antaño, pues el regreso se produce con las formas y contenidos propios de la contemporaneidad. Y “contemporaneidad” en términos de cine-espectáculo global es Marvel.
Si en lugar de un Tom Cruise siempre en pose estuviera Robert Downey Jr. haciendo de las suyas dentro del traje de Iron Man o Thor resolviendo sus problemitas familiares a puro revoleo de martillo, si Jekyll tuviera un parche en el ojo y presidiera una agencia de espionaje ultra secreta, y si la arqueóloga sacara de la galera un arma secreta o alguna cualidad sobrenatural, La momia tranquilamente podría ser un producto de esa factoría. Hasta el mismísimo personaje de Cruise parece un superhéroe, con su capacidad para revivir en la morgue después de estrolarse con un avión. De las adaptaciones de los cómics de Stan Lee toma, primero, la idea central de construir universo mediante películas autónomas a la vez que directamente relacionadas y complementarias. También su parafernalia visual y sonora, un tono por momentos grave entremezclado con piscas de acción y comedia y, claro, la clásica destrucción masiva de edificios en pleno centro de una ciudad, en este caso Londres.
Pero, ¿y lo monstruoso que prometen las sinopsis? Poco y nada, al menos en La momia, dado que Kurtzman y sus ¡cinco! coguionistas –entre quienes figura Christopher McQuarrie, que firmó los de Al filo del mañana y Jack Reacher– apuestan por crear una típica película multitarget en la que suceden mil cosas sin que se entienda muy bien cómo ni por qué antes que una entidad monstruosa sólida. La acción comienza cuando el soldado que interpreta Cruise encuentra un sarcófago en el que descansa una princesa egipcia borrada de la historia debido a que fue enterrada viva justo después de que la descubrieran intentando hacer un pacto con el Dios de la Muerte. Pacto que se dispone a firmar ahora, cinco mil años después, bajo una forma cercana a la de los zombies de The Walking Dead, mientras el ex de Nicole Kidman anda por ahí viendo gente muerta y descubriendo que su mente está controlada por ella. La buena noticia es que La momia, sin créditos, dura 100 minutos, bastante menos que las dos horas y pico de Los vengadores.