Algunos artistas encuentran cierta fórmula para encausar sus creaciones y la reiteran. Otros deciden, cada tanto correrse de sus propios “lugares comunes”, salirse de “lo que se espera” de ellos.
Con esta premisa, para huir de la reiteración y sobre todo para enriquecerse con la pluralidad propia de la música y la palabra, probablemente surgió “Cartas al rey de la cabina”, un espectáculo que “no es para niños” y que reúne a Luis Pescetti y a Juan Quintero, en un intercambio de canciones y cartas que transitan eso que sucede cuando se pasa del amor al desamor, que ensaya posibles respuestas ante lo súbito y incomprensible del abandono.
La propuesta, que lleva varios años girando por diversas locaciones y conmoviendo al público, podrá verse esta noche, a las 21.30, en el Teatro de la Fundación Salta, ubicado en General Martín Güemes 434.
Antes de desplegar su reunión de melodías y palabras, los artistas repasaron algunos puntos de este proyecto en donde cada uno asume roles diferentes a los que están acostumbrados.
-El libro que da nombre al espectáculo se publicó en 2010, en él se rescata al género epistolar, con eje en el amor y el desamor, ¿cómo se potenció la obra a partir de las músicas de otros autores, a manos de Juan?
Luis: -El libro nació y empezó a ser escrito prácticamente en su totalidad en México, en la temporada de lluvia, cuando yo estaba viviendo allá. Finalmente se concluyó en Argentina y no tenía nada de musical, hasta que decidí presentarlo en la edición del Fondo de Cultura Económica en Argentina y para eso se me ocurrió invitar a Juan Quintero. Yo ya conocía su trabajo. En esa invitación le dije que yo era conocido por hacer cosas para chicos y en esa ocasión me estaba corriendo de ese lugar. Le dije: "Vos sos conocido también por lo que hacés, quiero invitarte a que, para la presentación del libro, también te corras de lugar del folklore, de la nueva canción en el folklore o como se llame, buceando en otro repertorio”. Le gustó la idea y así fue surgiendo la propuesta de canciones que, por supuesto, siempre potencian y dan una profundidad y una lectura junto con los textos mucho más grande.
-Conjugan prosas poéticas con la música de autores diversos: Cuchi Leguizamón, Joan Manuel Serrat, Jaime Roos, Javier Ruibal y Pedro Guerra, entre otros ¿Cómo trazaron ese mapa de compositores?
Juan: -Como la dinámica de este concierto es responder a lo que van diciendo las poesías, a la emoción que dejan o algo que sale de una palabra, es intercambio con la canción y la palabra.
Entonces me pasó que, por un lado, había límites con respecto al repertorio folklórico que es lo que yo más tengo o tenía a mano. Eso ya me puso un límite para poder interactuar. Hay algunas canciones de Argentina y del folklore que van como anillo al dedo para esta dinámica, pero muchas otras no. Así que necesariamente tuve que buscar en otros horizontes, como una paleta de experiencias humanas dentro de la canción.
Para mí eso fue y es muy importante, porque me parece que desdibuja los contornos, te pone en función de. No como ”Juan Quintero, el folklorista argentino”, o lo que fuera. Te tiran la pelota y vos tenés que devolver con una canción, eso es muy lindo para mí. Por otra parte, vivir la experiencia es un privilegio muy grande. Porque si yo tuviera que cantar esas canciones, por ejemplo, con la corrección que exigiría cantar una canción española o concierto rasgueo (sería distinto), como estoy en función de una dinámica, me sale como me sale, pero estoy haciendo lo mejor que puedo, en un punto.
-"El tiempo pasa y pasan las generaciones y nada, ni sus huellas, dura y es cierto", con esta cita se abre el libro. En este sentido, esta dupla lleva ya un camino recorrido, desde entonces y hasta hoy, ¿ha cambiado la recepción del público, algún punto de la obra?
Luis: -La cita es una traducción de Octavio Paz de las "Sendas de Oku", de Basho. Hermosa obra y hermosa traducción. La verdad es que no ha cambiado la percepción de la obra desde entonces hasta ahora. Cada vez se fue haciendo más fuerte y más honda la emoción. Creo que funciona como un clásico en el sentido de esas partes de la humanidad que no cambian.
-¿Por qué continúa vigente?
Juan: -Vuelvo a la palabra dinámica. No es una obra acabada, es una manera de actuar. Y nos damos también los descansos y la posibilidad de virar en el día. Un poco es Luis el que lleva el timón ahí. Si vemos que hay una emoción pregnante en nosotros, en la gente, eso permite que siempre sea diferente.
Y buscamos, en un punto también, que siempre esté fresco. Es una cosa que yo valoro mucho de este encuentro, porque es fácil caer en la automatización de uno mismo. Entonces siempre estamos atentos para sacudir el polvo un poco.
-Paloma, la “autora” de las cartas, pasa del amor al dolor hacia Antonio; concluye: “es más fácil saber por qué te fuiste, que saber por qué te busco”, desde allí ¿la literatura repara ciertos vacíos o ausencias?
Luis: -El cierre de este libro se demoró porque me llevó cuatro años encontrar el final. Y me dí cuenta de que yo mismo estaba fascinado, encandilado por esta ternura, por esta nostalgia de Paloma por el amor y porque ella misma no soltaba lo que ya había terminado. Y yo mismo no soltaba, como autor, el encandilamiento, el encantamiento con el dolor y la dulzura del dolor en las cartas de Paloma. Hasta que ella se enoja y así puede separarse y puede perdonar, entender, tomar distancia.
En ese sentido, no sé si la literatura repara ciertos vacíos, no sé si la palabra es reparar. Es una palabra que viene del psicoanálisis, la reparación. Hoy no sé si la usaría tan ligeramente porque no sé si los huecos de la vida se reparan. No se repara el hueco, pero sí la humanidad y lo dañado queda acompañado, como un abrazo después de una pérdida. Ese abrazo no repara la pérdida, pero consuela en el dolor y hace que lo humano siga vivo, siga sano y hace entonces que esa herida tenga otro tamaño, otra dimensión dentro de toda la dimensión humana que queda rescatada, de todo lo vivo que queda salvado, pero sin duda que escribir hace bien. Voy a terminar diciendo que sí, que repara.
-Su visita a Salta se da en el marco de un encuentro de formación de músicos, ambos son docentes y referentes para las nuevas generaciones de artistas, ¿qué se aprende como maestro, qué enseñan los alumnos?
Juan: -Yo siento que tengo una inmensa suerte, porque por un lado estoy trabajando con Luis que, si bien es un par un colega, mi amigo, es un maestro, un tipo que, por un lado es más grande que yo, entonces tiene una cantidad de experiencias que yo no. Por otra parte, es un tipo que en la relación de la música con la palabra, en la entrega en el escenario y en un montón de otras cosas, al menos yo lo sigo como despegando el vínculo que tenemos. Para mí es un referente inapelable.
Además, en la pandemia abrí un taller de composición online. Componemos canciones con gente de distintas partes del mundo vía internet. Viene siendo una experiencia que me está dando mucho. Es la primera vez que me encuentro en el rol docente y veo la importancia, el enorme valor que tiene.
En su momento adherí a esa especie de fantasía de que el docente es un músico frustrado y ahora le digo con tanta vergüenza. La verdad es que ahora veo el increíble tesoro que es ser docente y músico y lo que se aprende, honestamente. Lo que se aprende y lo que se disfruta, lo que se trabaja, lo que te renueva.
En la docencia encontré un tesoro que me propongo cuidar. Entonces que este concierto se dé en el entorno de jornada de docentes de música, donde todos estamos haciendo algunas preguntas, es de por sí interesante, porque es algo que está pidiendo la experiencia, que no es de mera exposición. Todo el mundo está buscando y reflexionando acerca de algo.
-Luis, en ese sentido ¿hay alguna búsqueda puntual en tu arte?
-Supongo que sí hay, siempre es inconsciente. Es demasiado grande, difuso y no verbal lo que uno busca con el arte. Si no, se formularía como en un ensayo. Y no es por hacerme el especial. No. Es así. Por ejemplo, si uno pudiera decir en palabras lo que expresa una sinfonía, lo diría en palabras y se dice de otra manera porque es inexpresable exactamente en esas palabras.
Búsquedas hay. Y son inefables.