Los economistas ortodoxos han centrado su crítica de la acción del gobierno peronista afirmando, erróneamente, que no tiene “un plan”. Hubo y hay un plan: luego de negociar con los bancos privados una quita del 50 por ciento de la primera deuda macrista, se impuso un rápido programa de reactivación económica del mercado interno. Además, el FMI aceptó una renegociación heterodoxa de la extravagante deuda tomada por Macri que integra una dilación del pago con un proceso de crecimiento económico que decepcionó a los ortodoxos que querían que el FMI imponga una disminución de los derechos de los trabajadores, la baja de los salarios y la austeridad presupuestaria.
El peronismo ha logrado posicionar la economía en un sendero ascendente. La inversión acumula 17 meses consecutivos de incremento, la tasa de desempleo bajó del 12 por ciento en 2019 al 7 por ciento, la tasa de ocupación creció y la reactivación económica compensó el efecto Covid, recuperando además parte de la recesión de Macri, con lo cual el PIB debería alcanzar en el cuarto trimestre del 2022 el nivel del 2015.
No obstante, los salarios en los sectores de empleo intensivo como el comercio, la construcción y la metalurgia, por ejemplo, están rezagados. La reactivación podrá seguir si se redistribuyen los 4 puntos del PIB que Macri transfirió al 5 por ciento que más gana, en detrimento del 20 por ciento que gana menos. Para que la economía Argentina funcione, los frutos del crecimiento deben ser compartidos.
Rol del Estado
No se está frente a una inflación de demanda, sino a una inflación producto de la avaricia patronal. Por esto, la vía de la “recesión planificada” que propone la oposición, que conduce a la exclusión social y a la disminución del tamaño de la economía, no es la solución.
Así como el gobierno peronista superó la recesión económica provocada por la gestión de Macri y prolongada por la pandemia merced a una política económica contracíclica impulsada por el Estado, solo se podrá superar la inflación mediante una política de control de precios con sanciones ejemplares y disuasivas equivalentes a las ganancias mal habidas, como se ha hecho en Europa en muchos casos. Esta es el arma más eficaz para enfrentar a las estructuras inflacionistas institucionales, como las llamaba Keynes, los oligopolios.
El rol del Estado es crucial tanto en el abastecimiento de los bienes como en la regulación de los precios. Gracias a que Aerolíneas Argentinas es una empresa estatal, pudo traer casi gratuitamente las vacunas contra la Covid-19 meses antes que otros países. Ya que YPF es una empresa del Estado, el litro de nafta vale 130 pesos y no 450 pesos, como costaría si Repsol fuera la propietaria, con el precio spot del barril de petróleo a 100 dólares.
Teorías erradas
Los economistas ortodoxos sostienen que el aumento de la masa monetaria provoca un incremento de los precios, siguiendo en esto la formulación tautológica de la teoría cuantitativa de la moneda. La repetición incesante de una mentira puede adquirir visos de verdad ya que apunta a la vez a eximir a las empresas fijadoras de los precios de sus responsabilidades y designa al Estado como culpable.
Se “olvidan” de explicar cómo funciona ese mecanismo misterioso y esotérico de transmisión del aumento de la masa monetaria circulante decidida por el BCRA hasta el mostrador del verdulero ya que no hay un vínculo ni directo y ni mucho menos automático.
En 2019, con Macri, la tasa de inflación fue del 53,6 por ciento con “cero” emisión monetaria, baja del gasto público y déficit primario “cero”, con la economía controlada por el FMI y los sectores populares hambreados por la “libertad de precios”.
De modo que con Macri había inflación sin emisión, en Europa y los Estados Unidos no hay casi inflación con mucha emisión y con el peronismo hay inflación, menos que durante el año 2019, y con Macri con poca emisión. Si la inflación fuera un problema de emisión monetaria sería sencillo de solucionar y nadie dudaría en hacerlo.
La inflación no proviene ni de la guerra en Europa ni de la emisión monetaria sino de la manipulación concertada de los precios. En un reciente artículo publicado por el FMI, el 3 de diciembre del 2021, Gita Gopinath jefe del departamento de estudios del organismo señaló que la inflación actual en los Estados Unidos es el resultado de la diferencia entre la oferta y la demanda y que la solución de las dificultades de aprovisionamiento y del aumento de los fletes en la importación de productos deberían limitar las tensiones inflacionistas.
Alertó que “si la Reserva Federal actúa más activamente para atenuar los riesgos de inflación, podría alimentar la volatilidad de los mercados y crear mayores dificultades” y “generar reacciones especulativas en los mercados que podrían desequilibrarlos”. Este artículo de la responsable de proveer a las argumentaciones económicas de las posiciones del FMI desautoriza y probablemente pueda ser decepcionante para los economistas ortodoxos, porque critica el fondo teórico argumental de su oposición económica y política al gobierno peronista que es la teoría cuantitativa de la moneda.
La tentación es también grande de argumentar que la inflación es la resultante de la “puja distributiva” entre los trabajadores y los dueños de las empresas. Esto sugiere que si se congelan los salarios entonces se rompe la espiral salarios-precios. De paso, esto permite acusar a los trabajadores de promover la inflación por los aumentos salariales obtenidos gracias al accionar de la “mafia sindical”. En ese imaginario mundo bipolar de una economía de suma “0”, lo que ganan de un lado los salarios lo pierden del otro los beneficios y viceversa.
Inflación 2021-22
Con la reactivación de la salida de la pandemia, hubo un cambio en los precios relativos que componen la demanda agregada. Durante el periodo de Macri, el incremento de las tarifas y precios de los bienes de consumo primarios; gas, luz, transportes, combustibles, telecomunicaciones y alimentación cambió la composición de la demanda de las familias, que debieron resignar compras de otros productos para enfrentar los aumentos de los precios de estos bienes, ello sumado al hecho que los ingresos salarios y jubilaciones disminuyeron.
Esto hizo que los consumidores y sobre todo los que ganan menos, debían gastar una parte importante de su presupuesto para procurarse esos bienes esenciales y restringir la compra de otros, lo cual produjo un empobrecimiento generalizado y una recesión. Pero a partir de fines el año 2019 las tarifas de los servicios públicos fueron congeladas, lo cuál permitió que la parte del presupuesto familiar gastado en esos bienes encarecidos entre 2016 y 2019 disminuyera y pudiera ser parcialmente dedicada al gasto de otros productos cuya demanda se incrementó.
Por lo tanto, hubo una tensión en los precios en los bienes que se habían consumido menos en particular de los alimentos tanto en cantidad como en calidad, que se acrecentó con la reactivación económica. Se puede aceptar que la reactivación económica en 2021 puede haber provocado una tensión en los precios, pero el incremento es desmedido y desproporcionado, y esto tanto más que sigue existiendo una capacidad instalada ociosa, un margen en la oferta potencial y un nivel elevado de subempleo.
Los actuales incrementos de precios solo pueden ser aplicados por la ausencia de competencia, vale decir, por acuerdos entre los vendedores oligopólicos. Pero conviene recordar que los economistas ortodoxos consideran que la competencia es la base de la eficacia del sistema económico capitalista.
El incremento de un precio debido a la remarcación solo puede producirse porque el circuito de la producción y la distribución de bienes alimentarios tanto minorista como mayorista tiene características oligopólicas. Los economistas ortodoxos han mostrado desde hace por lo menos un siglo que los oligopolios son una forma de mercado donde un grupo de empresas que pueden acordar entre sí y determinar a su conveniencia la evolución de las cantidades y de los precios para esquilmar a los consumidores. La renta oligopólica es un sobreprecio obtenido mediante el chantaje económico al consumidor y, como de hecho lo reconocen las leyes no solo argentinas sino del mundo entero, es un entorpecimiento a la acción de la competencia.
* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.