“La maternidad será deseada o no será”. En esa premisa que los feminismos instalaron con fuerza, se enmarca No tengo tiempo, la pieza teatral basada en la novela homónima de María Pia López. En escena, dos luchadoras de esgrima batallan contra el tiempo que corre y pone en riesgo la posibilidad de una de ellas de tener un hijo. Con sarcasmo, humor, y mucha reflexión, la obra -que sube a escena los domingos a las 18 en el Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3378)- invita a pensar sobre lo que se pone en juego en el deseo de ser madres.

Con dirección de Cintia Miraglia, la puesta está interpretada por Leticia Torres y Carolina Guevara, y la dramaturgia surge del trabajo que realizó López junto con Miraglia y Guevara para adaptar la novela que publicó en 2010. Aquel texto escrito con formato de monólogo, a modo de diario íntimo, condensaba las múltiples inquietudes de una mujer acerca del paso del tiempo, pero sobre tablas la ficción se construyó con dos personajes y con el foco puesto en el proyecto de maternar.

“Cuando escribí el libro, yo venía con las ganas de escribir ficción, pero cuando me preguntaban si ya había empezado, contestaba: `No tengo tiempo’. Entonces, un día, estando de vacaciones, empecé a jugar con esa frase. Y en la escritura, la temática de la falta de tiempo adquirió varias dimensiones, como el miedo a la muerte, la vejez, la enfermedad, y también la maternidad”, comenta la escritora y socióloga respecto del germen de su primera creación teatral.

Inspirada en su propia biografía, López creó un material que interpela porque hurga en lo profundo de cuestiones existenciales que hoy, en un momento de cambio cultural, convocan nuevas lecturas. “Escribí la novela cuando estaba por cumplir 40 años, una edad en la que empecé a pensar, entre otras cosas, si deseaba o no ser madre, y si realmente había un deseo o, por el contrario, una internalización de mandatos. La ficción me sirvió como una especie de ejercicio de autoanálisis”.

- Pasaron 12 años desde la publicación de la novela, y en todo este tiempo se abrieron nuevos debates. ¿Advertís que, aun con este panorama, el mandato de la maternidad sigue vigente?

- Estos años fueron de mucha transformación, y la legalización del aborto instaló en la discusión el tema de la presencia o ausencia del deseo de maternar, y eso me parece muy importante. Creo que esa ley, junto con la de fertilización asistida, son artefactos legales muy fuertes, y que demuestran que, más allá del azar biológico, es necesario pensar a la maternidad desde el deseo. Y eso, en términos de hacer tambalear el mandato, es muy relevante, porque entonces ser madre ya no es pensado como una obligación o una sumisión a la biología. Vivimos en un contexto que habilita muchas preguntas, pero como somos sensibilidades construidas de un cierto modo, en una determinada estructura social, con sus valores y expectativas, no es tan fácil pelear contra el mandato. Estamos en un momento en el cual se abre un horizonte de mayor libertad, pero en muchos casos, al mismo tiempo, no podemos terminar de sentirnos satisfechas con el hecho de ejercer esas libertades.

- ¿Cómo realizaste el trabajo de adaptación?

- Fueron dos años de mucho trabajo. Con Cintia Miraglia y Carolina Guevara nos conocíamos por haber compartido actividades vinculadas con la militancia feminista, y juntas participamos en distintas acciones relacionadas con la campaña del Ni una menos. La primera persona con quien hablé de este proyecto fue Carolina, y eso fue en 2020, poco antes de que se decretara el aislamiento. Por eso, lo primero que hicimos fue empezar a trabajar a través de Zoom para hacer una lectura de la novela, y ahí fuimos eligiendo las partes que iban a quedar. Más tarde, empezó el trabajo de construir la dramaturgia, y recién este año se sumó Leticia Torres, porque la idea original era hacer un unipersonal.

- ¿Por qué te atrajo la idea de llevar tu novela al teatro?

- Porque tengo mucha afinidad con el teatro. Soy una espectadora insistente, y asisto a ver obras con mucha frecuencia. De todas las artes, es la actividad que más extrañé durante la pandemia. El teatro me produce una conmoción muy fuerte que creo que tiene que ver con la percepción de la fragilidad de quienes actúan. Todo lo que ocurre en la escena está sostenido en el cuerpo de una persona.

- Pasar un texto literario al teatro implica que lo que se escribió en soledad, para un consumo individual, se hace público y para una recepción colectiva. En ese sentido, el cambio de soporte es un desafío.

- Sí. Casi todo lo que está en la obra son textuales de la novela, y una cuando escribe pone su escritura a disposición de personas que van a leerte sin que vos puedas ver sus reacciones. Con la literatura tenés mucha más libertad para escribir contra lo políticamente correcto. Pero cuando decidí pasar al teatro, sentí que iba a quedar muy expuesta y esa situación me generó cierta incomodidad.

- ¿Y ahora que la obra se estrenó qué evaluación hacés de la experiencia?

- Me sorprende mucho ver, en cada función, cómo cambia la tonalidad del público. El día del estreno, por ejemplo, hubo en la platea una risa incómoda, pero en la función siguiente eso no pasó. Y a mí, cuando vi la obra por primera vez, me dio vergüenza, porque todavía no tenía la distancia suficiente que hay que tener con el texto para que eso no ocurra. Y después, cuando empecé a escuchar los comentarios de algún espectador, me reconcilié un poco con la situación, porque me di cuenta de que tenía que aceptar que lo que originalmente había escrito se había convertido en otra cosa. Lo fabuloso del teatro es que el modo en el que se encarna un texto en escena le da otro sentido a ese contenido. Y lo que creo que me tiene que pasar ahora es que me tengo que olvidar de que la obra tiene que ver con algo mío, y disfrutar más.

  • No tengo tiempo puede verse en el Teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3378), los domingos a las 18.