¿Se puede disfrutar sufriendo? Ya Sigmund Freud lo había planteado en su teoría psicoanalítica que, inconscientemente, puede haber una ganancia de placer en el sufrimiento. No sorprende, entonces, que un grupo de humor se llame La conga del buen sufrir. Con la salvedad de que en el show que realiza este quinteto no les hace pasar un mal trago a los espectadores sino todo lo contrario. Quienes cuentan sus padecimientos son los personajes que, en clave de comedia, hacen saltar de las butacas incluso a aquellas personas a las que la risa les cuesta un poco. La Conga del buen sufrir nació en 2017, cuando una sala porteña estaba buscando un espectáculo de humor y música para el café concert. “Ahí me di cuenta de que todos mis amigos actores también cantaban y eran músicos y que podíamos armar un espectáculo en el que cada cosa se potencie. Me fui de luna de miel a Nueva York y fui a las Iglesias Gospel, que tienen esa cosa del buen sufrir, la exposición del drama, y el hacer catarsis a través de la música. Y fue medio inspirador”, cuenta Laura Eiranova, alma máter del grupo que completan Paula Ortiz, Flavia Sinsky, María de Cousandier y Hernán Carrera, junto a una banda en vivo.
En este espectáculo sus personajes están situados en un mismo lugar, y sus historias, canciones y concepto estético están atravesados por el pop art de los ‘90. Son monólogos plagados de mar; canciones cruzadas por la brisa. Una invitación a reencontrarse con ese amor de temporada, ese último fogón de la quincena, aquel verano que les marcó para siempre. Todos los personajes son de un pueblo costero llamado Agua Salada, y van develando sus historias a orillas del mar: desde el sexo, el rock, una reina de belleza, una asistente de una agencia de noticias y un actor que se niega a meterse en la piel de un personaje, pidiendo a gritos otro súper héroe, todo es válido para hacer reír. La Conga del buen sufrir presenta En agua salada jueves por medio de cada mes en Strummer Bar (Godoy Cruz 1631, Palermo). El próximo espectáculo será el jueves 16 de junio a las 20.30.
-¿Cómo se fue redefiniendo el espectáculo en estos cinco años?
Paula Ortiz: -Fue al compás del crecimiento que tuvo el grupo, porque en estos cinco años se fue afianzando un grupo. Al principio, teníamos actores y actrices invitados que, por ahí, entraban, salían... Había un músico que acompañaba. Y a lo largo de estos años fuimos creyendo cada vez más en el material, en el proyecto y en lo que estábamos haciendo y se fue solidificando un grupo con la misma idea. Esta idea que nació en la mente creativa de Laura. Se fue transmitiendo, se fue contagiando y todos nos fuimos apropiando y se consolidó un grupo que es el que viene sosteniendo. Eso hizo que el espectáculo también creciera. Creció en cantidad de músicos, en calidad musical y actoral. Después nos pareció bueno que haya una dirección actoral que nos vea desde afuera para seguir en este camino de crecimiento y profundización en el nivel y en la calidad.
-Ustedes aclaran que no es stand up sino monólogos de humor. ¿Por qué les parece importante hacer esta distinción?
Hernán Carrera: -Porque es otro género. En general, cuando uno dice “Soy actor y hago monólogos”, te dicen “Hacés stand up”. No. Vengo, te cuento una historia que tiene un marco teatral y un marco actoral, a diferencia del stand up que es más una idea de gags. Entonces, acá te meto dentro de una atmósfera en la que te invito a jugar esto que luego desarrollo. Y tiene humor con métrica, como tiene que tener la comedia.
Laura Eiranova: -Es ficción, es un personaje. En el stand up es el actor, estás viendo los devenires del actor arriba del escenario, las cosas que le pasan, parte de lo cotidiano. Acá hay composición de personajes, hay un texto muy trabajado, dramático. Y hay un contexto, la convención del teatro, que te crea dónde estás. El standapero está ahí en el escenario delante del público. Nosotros nos armamos esa atmósfera.
P.O.: -Se crea un mundo. Cada monólogo te introduce en un mundo. El mundo de este personaje que le pasa esto que es esto del buen sufrir. Todos los relatos tienen esa impronta y hay un mundito que se introduce.
-¿Cómo se trabaja la composición de un personaje, a diferencia de lo que puede ser una actuación más tradicional?
H.C.: -En esta última obra, más allá del personaje, quisimos armar toda una atmósfera que sea este pueblo ficticio de la costa. Arrancamos de ahí de lo general: ¿Cómo es este pueblo? ¿Cómo son los personajes? Tienen mucho que ver con todos estos lugares como Santa Teresita, San Clemente, Las Toninas. Pensamos cómo son las personas de ahí, cómo interactúan. Desde ahí vamos generando cada personaje y cómo se va relacionando con el resto de los personajes que van a aparecer en la obra.
P.O.:- Se acerca más a un concepto de obra que de varieté, donde cada uno va y hace lo suyo. Siempre tuvimos esa intención y me parece que en este espectáculo se logró.
-Los monólogos están atravesados por cuestiones de la realidad, no son de tono fantástico. ¿Cómo incide, entonces, la realidad, en la creación de un monólogo?
L.E: -Incide totalmente. Por lo menos, en mi caso. En general, somos tres personas las que escribimos. Y justamente, al crear una obra en un sitio tan reconocible como es un lugar de la Costa, donde seguramente todos fuimos más de una vez, empiezan a aparecer esas imágenes y esas historias que te contaron, o que vos viviste o que le pasó a tu familia. También está anclada en los ’90: entonces empezaron a aparecer personajes de la realidad que nos gusta nombrarlos o que tienen algo que ver con la historia. Y la realidad está siempre en todos los monólogos. En los que yo escribo, me gusta nutrirme de la realidad. Me parece que es donde un texto tiene más sustento, carnadura.
H.C.: -Y algo de la estupidez de lo cotidiano. Constantemente estamos haciendo cosas que si uno lo mira desde otra óptica son estúpidas. Hay cosas estúpidas que están a la orden del día. Esas cosas están buenas como para hacer un subrayado. Y genera humor en cierta manera. Ese tipo de humor nos gusta laburar bastante.
P.O.: -A la vez, es ese tipo de humor, y está entrelazado con estas cosas profundas que a uno le pasan en la vida, sin ser solemnes, y que tienen que ver con el amor, los fracasos, con lo que queríamos que fuera y no fue. Cada uno tiene una historia con una frustración para contar, atravesado por el humor, pero donde el público se puede identificar desde un lugar más profundo, por ponerle alguna palabra, porque te pasan esas estupideces cotidianas, como dice Hernán, y también te pasan en la vida esos fracasos o logros tal vez.
-El tema del “buen sufrir” es una suerte de oxímoron. ¿Por qué este mensaje simbólico?
L.E.: -Para hacer humor siempre lo patético garpa. Y el buen sufrir es como ponerle sonrisa al drama, al contexto difícil, al fracaso o al fallido. Es una forma de vivir que uno intenta tener. El buen sufrir a veces se logra y a veces no. Pero es bueno para crear porque siempre estamos tratando de encontrarles la debilidad a los personajes, el lugar donde hacen agua, el lugar donde se equivocan, el ruido que hacen, lo imperfecto.