Hace pocos días, el expresidente Mauricio Macri caracterizó al expresidente Hipólito Yrigoyen como populista. El titular de la UCR, Gerardo Morales, salió a cruzarlo duramente.
Algunos señalaron que era irrelevante discutir el pasado con todos los problemas que tenemos en el presente. Pero es justo al revés: la forma en que resolvamos los problemas presentes se relaciona con la forma de ver la historia, si bien nada es lineal, blanco o negro.
Y la caracterización que hizo Macri de Yrigoyen es la de la derecha argentina clásica.
En 1976, Alberto Benegas Lynch publicó un libro llamado La segunda fundación de la República, donde colocaba en 1916 el inicio del populismo en Argentina.
Y si el problema es el protagonismo popular (a partir de 1916) o la justicia social (a partir de 1945) la solución propuesta era hacer corresponder el gobierno con sus “dueños” legítimos: las Fuerzas Armadas para Benegas Lynch en 1976, las capas medias y altas dinámicas y productivas que "mantienen injustamente" a las capas medias y bajas menos productivas o desocupadas en el siglo XXI.
Yrigoyen podrá ser reivindicado pero esa disyuntiva, la del bifrentismo argentino inaugurado en 2015, no la puede contrariar dirigente alguno de Juntos por el Cambio.
Y no porque no hayan leído los tres tomos de Historia de la UCR de Gabriel del Mazo, ni porque nunca hayan ojeado La contradicción fundamental o cualquier reseña acerca de la doctrina y las políticas públicas centrales de Yrigoyen, Illia o Alfonsín. No se trata de falta de lectura.
Tampoco se trata de ventajas económicas o de levantar la voz para conseguir más, mejores o más altos cargos en el marco de un eventual futuro gobierno.
También seríamos injustos si hablamos de traición. No es que se frotan las manos mientras dicen “¡qué bueno que ya no somos populacheros, estatistas, nacionalistas o latinoamericanistas!”.
Se trata, extrañamente, de lealtad.
No a una historia ni a viejos ideales sino lealtad a una sensibilidad de la base electoral que, en su enorme mayoría, no ha sido moldeada por los libros de Gabriel del Mazo ni por el análisis de la doctrina y las políticas públicas de Yrigoyen, Illia o Alfonsín.
Esa sensibilidad ha sido moldeada los últimos 20 años por Clarín, La Nación, TN, y sus miles de repetidoras en radio, TV y redes sociales que dividen el mundo entre populistas y republicanos.
Esa sensibilidad también es fruto del fracaso de las terceras fuerzas, no panperonistas y no macristas, que encabezaron en 2007 Elisa Carrió y Roberto Lavagna y en 2011 Hermes Binner y Ricardo Alfonsín.
Por eso Macri dijo lo que dijo. No por torpe ni poco informado, sino porque sabe que es coherente con la sensibilidad de la base electoral de la coalición.
Y esa coherencia no es reprochable.
Como le dice un político a un colaborador de la primera ministra danesa en la miniserie de Netflix “Borgen”, que le reprocha haberse corrido a la derecha: “No señor. Me pasé a la derecha cuando mis electores lo hicieron”.
* Mariano Echenique es director del Instituto Forjar.