Qué rica la pintura
Hay muchas formas de conectar con el arte; para el Blanton Museum of Art, en Austin, Texas, la glotonería parece ser una de ellas. Al fin y al cabo, propone esta entidad cultural que la gente recree alguna de las tantas obras de su colección a través de... tortas o galletitas, delicias horneadas inspiradas en cuadros, que tienen premio. El concurso, que acaba de finiquitar su última edición, se llama Great Blanton Bake-Off, y prendió rápido entre lugareños, encantados de “reproducir” –vía dulces– pinturas del siglo XVIII del retratista y paisajista inglés Thomas Gainsborough o, por qué no, del pintor abstracto Ellsworth Kelly, muerto en 2015, por poner apenas algunos ejemplos. Después de todo, opciones hay muchas, muchísimas: la colección del museo goza de más de 21 mil piezas. La tradición pastelera es bastante nueva, dicho sea de paso: fue idea de la gerente de contenido digital de la galería, Lizabel Stella, durante la pandemia. Como el lugar tuvo que permanecer cerrado, visitarlo no estaba en las cartas, planteó el desafío por redes, con repercusión inmediata. “El arte puede ser bastante conceptual, y hornear es tangible; por lo que, en cierto modo, es una forma muy distinta de consumir pintura”, comenta Stella, señalando como plus que las alternativas degustables involucran todos los sentidos. “Cuando salió el Blanton Bake-Off en 2020 pensé: tengo algo de tiempo libre, ¿por qué no competir? Fue una experiencia tan gratificante que he seguido haciéndolo en los años siguientes”, cuenta Blythe Johnson, que este año ganó el primer puesto con su recreación de una pieza abstracta del contemporáneo Mac Wells, a partir de bizcocho, sí, también de arándanos y almendras. ¿El galardón? Una tarjeta de compra para una pastelería local y entradas gratis para el museo. Además de saberse artista por derecho propio, aunque en vez de pintura y lienzo, domine harina, huevos, canela, frutas varias, nuez moscada, jengibre y canela.
Peligro al acecho
Mucho se habla del metaverso, ese mundo virtual donde las personas podrán vivir, trabajar y jugar a través de un avatar y que, aunque todavía no existe, ya mueve miles de millones y millones de dólares en inversiones. Ante la inminencia de esta nueva realidad conectada –a la que eventualmente se podrá acceder a través de gafas de realidad aumentada, aplicaciones varias, etcétera–, una preocupación desvela al ministro de Inteligencia Artificial de los Emiratos Árabes Unidos: ¿qué pasará con los criminales? Omar Sultan Al Olama, el funcionario en cuestión, habló en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, sobre el tema, destacando la importancia de establecer regulaciones para el metaverso, en pos de que los usuarios no crean que pueden cometer delitos como tal cosa. El “asesinato”, por lo pronto, debería estar penado, acorde a Al Olama, y no solamente en la esfera virtual: deberían aplicarse sanciones en el mundo físico para quienes maten a otros avatares en el mundo venidero. La premisa del árabe es simple: si las experiencias en el metaverso se ven y se sienten realistas, podrían generarle un daño real, concreto a las potenciales víctimas el observar cómo son liquidadas frente a sus propios ojitos. Y ya que no hay un cadáver posta, basarse la policía en otros elementos al momento de investigar el caso; la intención y las motivaciones del sospechoso, sin ir más lejos. Por lo pronto, llama el experto en IA a que la Unión Internacional de Telecomunicaciones, agencia de Naciones Unidas especializada en tecnologías de la información, se ponga raudamente manos a la obra: pergeñando estándares internacionales de seguridad para el metaverso, que deban cumplirse sin importar donde se viva. Para desalentar que la gente mate, en principio; y para que quien lo haga lidie con las consecuencias de estar generándole estrés postraumático al finado... que igualmente sigue vivo; surrealismo en estado puro.
No más “streamers” en Francia
“Ya no diga streamer, diga joueur en direct”, pasa aviso el rotativo Le Figaro a cuento de una flamante intentona en el país de Molière: la de la Comisión de Enriquecimiento de la Lengua Francesa que, preocupada por cierta moda entre adolescentes, ha lanzado una lista con palabras claras y definiciones precisas vinculadas al mundo de los videojuegos y de los audiovisuales. Con intención evidente: sustituir los anglicismos cada vez más presentes en el habla cotidiana por expresiones en “buen francés”. Así, en pos de preservar la pureza del querido idioma, recomienda la entidad varias equivalencias: reemplazar cloud gaming por jeu vidéo en nuage (en criollo, “video juego en la nube”); DLC por extension téléchargeable (“extensión descargable”); eSport por jeu video de compétition (“videojuego de competición”), por mencionar algunos ejemplos, a los que habría que agregar las sustituciones de early pass, retrogaming, pay to win, etcétera. La comisión de expertos lingüistas, que trabaja en coordinación con la prestigiosa Académie Française, dejó asentadas así variantes que, lejos de ser meras sugerencias, deberían llegar para quedarse. Al menos, entre empleados estatales: dado que la lista fue publicada en el boletín oficial, es de carácter vinculante; tendrán que aplicar las sustituciones en francés en documentos de aquí en adelante. Desde el Ministerio de Cultura de Francia, donde supervisaron el cambio, explicaron a la prensa una de las principales razones detrás de esta declarada guerra contra los anglicismos gamers: podrían representar una potencial barrera para no-jugadores, dijeron, y no es cuestión que nadie se quede afuera por cuestiones de jerga extranjera. Si las nuevas traducciones se ponen de moda entre la comunidad joueur en direct, solo el tiempo dirá. Aunque el vaticinio de muchos dista de ser promisorio.
A todo color
En el año 1977, un periodista de Art News visitó la casa-estudio de Georgia O’Keeffe, el célebre Ghost Ranch de Abiquiú, Nuevo México, a los fines de escribir un artículo que repasase sus nueve décadas. Pero hete aquí el intríngulis: tras la amena charla, le preguntó si tenía alguna fotografía reciente que sirviera para ilustrar la nota. Y la artista le contestó que no, que no había fotos suyas tomadas en el último tiempo. Quiso la casualidad, empero, que sí hubiese un fotógrafo a tiro: un tal Malcolm Varon, que se estaba hospedando en las cercanías, enviado por el Museo Guggenheim para recopilar las obras de Georgia para una venidera exposición. O’Keeffe le pidió la gauchada y Varon, encantado, se dispuso a gatillar, capturando más de 70 imágenes en color de la enorme pintora, de las últimas que le fueron hechas a quien moriría en el ’86, a los 98 años. Solo cinco de esas fotos fueron publicadas antaño para el citado artículo; el resto ha permanecido prácticamente en las sombras… hasta ahora. Porque el Georgia O’Keeffe Museum, en Santa Fe, acaba de inaugurar Una vida bien vivida, encantador nombre para una muestra que presenta pics rara vez vistas de la elusiva dama, de las más grandes pintoras estadounidenses, mayormente conocida por sus composiciones florales y sus paisajes de Nuevo México. Las fotografías son significativas, a decir del equipo de curaduría, por varias razones: aunque Georgia no le era ajena la cámara (su marido Alfred Stieglitz, sin ir más lejos, la retrató en más de 300 obras en el transcurso de dos décadas), la mayoría de sus fotos son en blanco y negro; no así las de Varon. Asimismo, presentan un costado menos explorado, donde se la ve jovial y contenta, sin atisbos de seriedad, de reserva; tampoco de esa naturaleza solitaria y esquiva que tanto se le ha endilgado con el correr de las décadas. “Ella siempre tenía gente a su alrededor, ya fueran residentes de Abiquiu que la ayudaban con la cocina, la jardinería, el cuidado de las plantas; su secretaria personal Agapita Judy Lopez; o su amigo y confidente Juan Hamilton”, revela Varon de cara a una exposición que podrá verse hasta fines de octubre. Y que, a decir del hombre, permite arrimarse un cachito a la enigmática O’Keeffe, que no es poca cosa.