El 9 de septiembre de 1971, el mundo se tornó un lugar más bello. Ese día apareció el segundo álbum solista de John Lennon. Imagine era un compendio de piezas inspiradas e imbatibles. El tema epónimo, una balada al piano que invitaba al oyente a vislumbrar un planeta sin fronteras, religiones ni posesiones, se convirtió en un suceso. La conmovedora “Jealous guy”, la catártica “Gimme some truth” y la romántica “Oh my love”, por citar apenas tres momentos destacados, conformaban una entrega brillante.
Durante ese mes el compositor y su compañera, la artista multidisciplinaria Yoko Ono, abandonaron Inglaterra para establecerse en Estados Unidos. La japonesa intentaba recuperar el vínculo con su hija, Kyoko, quien vivía allí junto a su padre. Dicho objetivo había sido uno de los motivos de la mudanza. La pareja dejó su mansión en el condado de Berkshire para instalarse en el hotel ST Regis, en Nueva York. Tiempo después, se afincaron en un departamento ubicado en el número 105 de Bank Street, en el Greenwich Village. El liverpulense no tardó en enamorarse de una ciudad en estado de ebullición, a nivel cultural y político.
El Youth International Party (YIP) era una agrupación contracultural estadounidense. Sus miembros, autodenominados yippies, aborrecían el statu quo, exigían la legalización de la marihuana y rechazaban la intromisión yanqui en Vietnam. Esa conjunción de hippies psicodélicos y militantes políticos tenía dos referentes: Jerry Rubin y Abbie Hoffman. Ambos deseaban que su mensaje revolucionario llegara a la mayor cantidad de gente. Entonces, organizaban intervenciones en lugares públicos (denominadas “teatro de guerrilla”) para llamar la atención de los medios de comunicación. Durante la Convención Nacional del Partido Demócrata, realizada a fines de agosto de 1968 en Chicago, Illinois, el YIP montó un festival en repudio, a pocos kilómetros del evento. La policía reprimió a los concurrentes. La dupla rebelde fue enjuiciada –y condenada– por incitar disturbios. Lennon había celebrado a los yippies en la antibélica “Give peace a chance”, lanzada en julio de 1969. El músico y los líderes antisistema cruzarían sus caminos en la Gran Manzana.
Apenas instalado en tierra norteamericana, el matrimonio fue contactado por Rubin y Hoffman. La química fue inmediata. La pareja calificaba a los militantes como artistas. Para los insurgentes, John y Yoko eran dos revolucionarios. A pedido de Jerry, la dupla formó parte de un festival, el 10 de diciembre de 1971 en Ann Arbor, Michigan, para exigir la libertad de John Sinclair. El escritor y activista contracultural había sido condenado a diez años de cárcel por ofrecerle dos porros a un agente antinarcóticos encubierto. El concierto contó con la participación, entre otros, del poeta Allen Ginsberg y de la estrella de Motown Records, Stevie Wonder. Lennon y Ono ofrendaron cuatro piezas. La última de ellas, dedicada al prisionero. El ex Beatle, munido de un dobro y un slide, descerrajó un riff con aires country y entonó las estrofas. “Si hubiera sido un soldado, matando amarillos en Vietnam. Si fuera de la CIA, vendiendo droga y sacando una buena tajada, estaría libre”, deducía. Setenta y dos horas después, Sinclair fue liberado. Entre los quince mil asistentes al recital, se encontraban agentes del FBI, quienes transcribieron la letra de la composición.
A una semana del “John Sinclair Freedom Rally”, John y Yoko se presentaron en otro festival. El encuentro, realizado en el Apollo Theatre, era a beneficio de los familiares de las víctimas de un motín. En septiembre de 1971, en la prisión neoyorquina de Attica, los reclusos se sublevaron en reclamo de mejores condiciones de vida. Tras días de negociaciones, el gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, ordenó recuperar el control del penal. Las fuerzas policiales desataron una masacre que dejó un saldo de cuarenta y tres muertos. El funcionario señaló a los internos como autores de los asesinatos. Sus palabras, reproducidas con la complicidad de los medios de comunicación, fueron desmentidas por el informe de los médicos forenses. En las tablas del mítico recinto de Harlem, Lennon ofreció una de sus flamantes creaciones: “Attica State”. Sobre un ritmo machacante e hipnótico de guitarra, el compositor bramó: “los medios culpan a los prisioneros, pero los prisioneros no mataron. ‘Rockefeller apretó el gatillo’, eso es lo que siente la gente”. El público celebró la afirmación con un estruendoso aplauso.
John deseaba grabar un nuevo disco y realizar una serie de conciertos. Para cumplir esas metas necesitaba una banda. Fue Rubin quien, en enero de 1972, lo contactó con Elephant's Memory. El conjunto, con una mixtura de rock, jazz, soul y psicodelia, llevaba editado un par de álbumes. Dos de sus canciones (“Jungle gym at the zoo” y “Old man willow”) gozaron de cierta repercusión por haber sido incluidas en la película “Midnight Cowboy”. Tras varios cambios de alineación, el combo estaba integrado por Wayne “Tex” Gabriel en guitarra, Gary Van Scyoc en bajo, Adam Ippolito en teclados, Stan Bronstein en saxofón y Rick Frank en batería. Su propuesta sonora se complementaba con letras que sintonizaban con el ideario yippie. La agrupación era, ni más ni menos, la que Lennon necesitaba.
Entre el 14 y el 18 de febrero de 1972, se emitieron cinco episodios del Mike Douglas Show con John y Yoko como protagonistas. El programa era uno de los más populares de la televisión estadounidense. En la segunda aparición, la pareja invitó a Rubin. En diálogo con el conductor, el activista responsabilizó al presidente Richard Nixon por la guerra de Vietnam y la matanza del penal de Attica. En el cuarto día, el convidado fue Robert Seale, cofundador del Black Panther Party. En el primer envío, la Elephant's Memory debutó como banda de acompañamiento. En el tercero, protagonizó un momento histórico al secundar a Lennon y a Chuck Berry en furibundas versiones de “Memphis, Tennessee” y “Johnny B. Goode”. Indagado por el presentador sobre los motivos que lo impulsaban a comprometerse políticamente, el músico respondió: “Es imposible cerrar los ojos”. Al mes siguiente, y tras el vencimiento de sus visas, el Immigration and Naturalization Service inició el proceso de deportación del matrimonio. Según el gobierno, el artista influía en un sector del electorado y ponía en riesgo la reelección del entonces mandatario. El senador Strom Thurmond, en un memorando dirigido al Fiscal General de los Estados Unidos, John Mitchell, afirmaba que la expulsión del británico era “una contraofensiva estratégica”.
A pesar de las dificultades, el compositor no se detuvo. Entre febrero y marzo, junto a Yoko, los Elephant's Memory y el baterista Jim Keltner, registró una serie de canciones en los estudios Record Plant. La producción estuvo a cargo de la pareja y de Phil Spector. A finales de abril, dos de aquellas obras vieron la luz. “Sisters, o sisters” era un llamado de Ono a sus congéneres “para construir un nuevo mundo”. La entrega combinaba dosis de reggae, twist y rock. El impetuoso saxo de Stan Bronstein daba inicio a “Woman is the nigger of the world”. La voz de Lennon emergía, entre efectos de eco y reverberación, para denunciar el trato que recibían las mujeres en la sociedad. “La obligamos a pintarse la cara y bailar. Si no quiere ser una esclava, le decimos que no nos ama”, describía con crudeza. La pieza causó conmoción por el uso de “nigger”, término peyorativo para referirse a los afroamericanos. John apareció en el Dick Cavett Show, otro conocido ciclo televisivo, para aclarar que el vocablo hacía referencia a cualquier persona oprimida. La explicación no alcanzó. Las radios se negaron a difundirla y sus cifras de ventas fueron paupérrimas.
El 12 de junio de 1972 llegó a las disquerías estadounidenses Some Time in New York City. En Inglaterra aparecería el 15 de septiembre, por disputas sobre los derechos de publicación de las canciones coescritas entre Lennon y Ono. De las diez piezas del trabajo, dos eran de John, tres de Yoko y el resto, de ambos. El fuego se abría con los temas adelantados en el simple. Luego, un incisivo riff de guitarra con slide marcaba el pulso de “Attica State” donde se denunciaba la matanza del penal y se pedía por los derechos de los prisioneros. Bronstein, con una sutil línea melódica, señalaba el comienzo de “Born in a prison”. En la balada, Ono reflexionaba sobre las diferentes formas de control social. La japonesa esbozaba conceptos que el filósofo Michel Foucault desarrollaría, tres años después, en su libro Vigilar y castigar. El lado uno cerraba con “New York City”, un rock and roll demoledor donde el cantante relataba sus andanzas en la ciudad. La obra hacía referencia a las intenciones del gobierno de Nixon de deportarlo. “Si el hombre quiere echarnos, saltaremos y gritaremos: ¡‘La Estatua de la Libertad dijo: vengan!’”, advertía desafiante.
El lado 2 comenzaba con “Sunday bloody sunday”. La pieza era la respuesta del compositor a los hechos ocurridos, el 30 de enero de ese año, en la ciudad de Derry, en Irlanda del Norte. Aquel día, soldados británicos asesinaron a trece personas. Las víctimas se habían movilizado en rechazo al llamado “internamiento” que permitía al gobierno encarcelar a ciudadanos, sin juicio previo. Unos redobles de tambor, junto al portentoso saxo de Bronstein, abrían paso a un Lennon enfurecido. “Ustedes, cerdos ingleses y escoceses, enviados a colonizar el Norte, ondean su sangrienta bandera del Reino Unido (…) ¿cómo se atreven a poner, entre la espada y la pared, a un pueblo orgulloso y libre?”, preguntaba. En “The luck of the Irish” volvía al sempiterno conflicto entre su país e Irlanda. Sobre una melodía valseada, reflexionaba: “¿por qué diablos están ahí los ingleses, mientras matan con Dios de su lado? Culpan a los chicos y al IRA, mientras los bastardos comenten genocidio”. Tras la impronta country de “John Sinclair”, seguía “Angela”. El tema, donde convivían pasajes calmos con la grandilocuencia sonora de Spector, estaba dedicado a Angela Davis, filósofa y miembro del Partido Comunista. La militante había sido encarcelada por el homicidio de un juez. Ocho días antes de la salida del disco, la justicia la declaró inocente. El final llegaba con la vibrante “We’re all water” donde Ono postulaba que, en esencia, todos los seres humanos eran iguales. Para demostrarlo, comparaba a Mao Zedong con Richard Nixon y a Charles Manson con el Papa, entre otros.
La placa venía acompañada de otro álbum. Live Jam registraba dos actuaciones de la pareja. La primera había sido el 15 de diciembre de 1969, en el Lyceum Ballroom, de Londres. John y Yoko estuvieron acompañados por los guitarristas Eric Clapton y George Harrison, los tecladistas Nicky Hopkins y Billy Preston, el bajista Klaus Voormann, el saxofonista Bobby Keys, los bateristas Alan White y Keith Moon y el dúo Delaney & Bonnie. El conjunto entregó abrasivas relecturas de “Cold Turkey” y “Don't worry Kyoko”. Esta última derivó en una extensa zapada con la banda en ebullición y Ono gritando como una posesa. La segunda presentación documentada fue la del 6 de junio de 1971, en el Fillmore East, de Nueva York. En esa ocasión, la dupla se unió a Frank Zappa y The Mothers of Invention. Lennon arremetió con “Well (Baby please don´t go)”, del grupo The Olympics. Siguió “King Kong”, pieza del norteamericano publicada bajo el rótulo de “Jamrag”. El cierre fue con “Scumbag”, una frenética improvisación, y “Aü” donde los aullidos de la japonesa se entremezclaban con efectos de guitarras.
El diseño de tapa y contratapa se asemejaba al de un periódico. El nombre estaba escrito con la tipografía de The New York Times. Los títulos de las canciones, y sus letras, aparecían con el formato que tenían las noticias del diario. Instantáneas de los conciertos de Michigan, Harlem y en The Mike Douglas Show, de Angela Davis, un perturbador dibujo de Toshio Saeki, imágenes del edificio del 105 de Bank Street, de los soldados ingleses en Derry, de John con Yoko y un fotomontaje de Nixon y Mao bailando desnudos completaban la presentación. Las etiquetas de las placas mostraban los rostros de la pareja. En uno de los cinco retratos, tomados por el fotógrafo Iain Macmillan, la cara de Lennon se fusionaba con la de Ono. Los sobres internos traían los datos de la grabación. El de Live Jam era la carátula del vinilo Fillmore East - June 1971, de Zappa, reescrita por el Beatle. El trabajo incluía una postal de la Estatua de la Libertad con el puño en alto, un anuncio de reclutamiento del ejército británico, intervenido con la inscripción “apto para morir”, y una petición para exigir a las autoridades norteamericanas la residencia permanente del matrimonio en Estados Unidos.
Some Time in New York City fue destrozado por la prensa especializada. Stephen Holden, de la revista Rolling Stone, calificó a sus melodías de “superficiales” y consideró a las letras como “rimas infantiles descuidadas”. “Solo una presunción monomaníaca podría permitir a los Lennon pensar que esta estupidez no insultaría la inteligencia y los sentimientos de la audiencia”, sostenía. Para Tony Tyler, de New Musical Express, la lírica era “arrogante, rígida y dogmática”. El periodista fue aún más lejos y tildó al compositor de “revolucionario patético”. Tras la reelección de Nixon, el 7 de noviembre de 1972, John bajaría su nivel de exposición y se encaminaría al período de su vida conocido como Lost Weekend. La deportación nunca ocurriría y el presidente renunciaría, dos años más tarde, por el caso Watergate. Medio siglo después, aquellas canciones urgentes contra el machismo, el control social y la represión siguen vigentes. Una cita anónima, incluida en la portada del álbum, sirve para definirlas. “La música terrenal es un eco de esta armonía cósmica. Es una reliquia del cielo”.