Sería falso asumir que esta nueva Cumbre de las Américas guarda la misma significación para todos los mandatarios que participan en ella. Esto incluye, obviamente, a aquellos mandatarios que no fueron invitados, quienes por distinto motivo decidieron no acudir y quién, como en el caso del presidente de México, asumió una medida de solidaridad frente a las exclusiones de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
¿Dónde está Biden?
Ahora bien, ¿en qué lugar se sitúa el gobierno de Joe Biden? Más allá de su línea ideológica, diversos análisis insisten en que esta Cumbre se produce en su peor momento, una afirmación en gran medida cierta si se toma en cuenta que, en términos concretos y en año y medio de administración, ha ofrecido muy poco a sus contrapartes latinoamericanas.
Problemas graves de nuestra región como los altos índices de pobreza y de miseria, las recurrentes crisis económicas, y una inseguridad sin fin, junto a desafíos correctamente ubicados dentro de esta “era Biden” como la lucha contra el cambio climático, o que afectan directamente a los Estados Unidos como es el caso de la migración, están en principio supeditados a la crisis que actualmente se desarrolla entre Rusia y Ucrania, y que tiene implicaciones para toda Europa.
Rusia y China
Es verdad también que además de Rusia, otro tipo de preocupación para el gobierno de Biden tiene relación con la mayor presencia de China en América Latina, sobre todo, en términos comerciales. Sin embargo, no es por ahora un problema insoluble, sino en todo caso, ligado a su propia competitividad y a diferencias comerciales entre ambas potencias. Finalmente, y como lo revela la última reunión de la alianza Quad realizada pocas semanas atrás, el verdadero problema para Estados Unidos, como para sus socios de Japón, Australia e India, es el avance de Beijing en Extremo Oriente y en el Pacífico Sur.
Así, la “gran geopolítica” se impone sobre una “pequeña geopolítica”, sin anularla completamente, pero sin darle mayor margen de acción más allá de un encuentro presidencial que será recordado por su importante número de ausencias, y no tanto por aquella impronta que Washington pretende imponer en el mundo a partir de su propia política exterior, únicamente respetuosa de los regímenes “realmente” considerados como democráticos.
El "eje del mal"
Por ende, la determinación de excluir de la Cumbre a esta versión latinoamericana del “Eje del Mal” es una iniciativa que va más allá de los debates de la teoría política y que, en cambio, contiene profundas implicaciones prácticas dentro de la política local de los Estados Unidos. Más ahora, cuando la comunidad latina del estado de la Florida ha pasado a ser uno de los principales bastiones republicanos, y un enorme factor de presión en las relaciones con los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
En este sentido, los estrategas en Washington seguramente asumieron que una foto de Joe Biden con Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega en la ciudad de Los Ángeles habría provocado mínimos resultados positivos y, en cambio, habría aumentado fuertemente las críticas internas sobre un gobierno cada vez más debilitado, sobre todo, frente a las próximas elecciones de medio término en noviembre.
De igual modo, y además del importante costo político para el gobierno de Biden, le habría otorgado una excesiva visibilidad a los principales referentes opositores, como Donald Trump, quien no esconde sus sueños de volver a la Casa Blanca, y, sobre todo, a los dirigentes de la Florida, empezando por su gobernador, Ron deSantis, a quien muchos ya ven como el representante de la futura era “post Trump” y como el próximo candidato presidencial del Partido Republicano.