En los últimos años, leemos o escuchamos intervenciones en los medios de comunicación sobre el llamado lenguaje inclusivo que refuerzan ideas “a favor” o “en contra” en un tema que tiene ya varias décadas de trabajo académico.
En 2019 nos convocaron desde el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires para elaborar un conjunto de materiales sobre lenguaje inclusivo para ser utilizado por el conjunto de la comunidad educativa: estudiantes, docentes y familias. Estos manuales requirieron trabajo de especialistas en educación, comunicación y específicamente en lenguaje inclusivo no sólo en relación a la diversidad sexual. Fueron redactados por fuera de la resolución del día de ayer de la que no teníamos ningún conocimiento.
La resolución del Ministerio de Educación, en sus fundamentos, retrocede en cuanto al alcance de los manuales. Y las afirmaciones prohibicionistas del Jefe de Gabinete señalan una postura y una decisión política que va a contramano del espíritu del trabajo que hemos realizado. Proponemos una herramienta perfectible, para ser utilizada colectivamente en las aulas y en las casas e ir incorporando los usos y resolviendo las dificultades de un fenómeno vivo como es la lengua. Una actitud política prohibicionista conspira contra este trabajo colectivo.
Para mayor contradicción, la resolución le da la espalda a las buenas prácticas en el uso del lenguaje como forma de expresión de gobiernos abiertos a la ciudadanía, entre ellos el propio Ministerio de Educación de CABA en 2016.
Las palabras importan y no son neutrales: la lengua tiene la capacidad de construir e incluir sujetos de derechos, y también tiene la capacidad de visibilizarlos o excluirlos. Para que la igualdad y la no discriminación sean uno de los principios rectores en la escuela y en la vida social es necesario nombrar porque lo que no se nombra no existe.
El tan conocido y discutido uso de “E” es sólo una de las formas de lenguaje inclusivo como alternativa para una mayor visibización de los sujetos de derecho, en particular para los sujetos con identidades no binarias; es un recurso más que, junto con otros, se encuentran en debate como los signos gráficos como el asterisco (*), las letras (x / e ) o signos no lingüísticos (@) que quiebran la dicotomía entre femenino y masculino porque hay algo más que sólo mujeres y hombres en las sociedades. Allí surgen las búsquedas por un lenguaje inclusivo. No se trata de una moda sino de una de las formas de reclamar por la igualdad.
Los lenguajes tienen una historia y construyen nuestras relaciones sociales, donde la escuela es uno de nuestros primeros espacios de socialización junto con la familia. Estamos convencidas que reflexionar y discutir en las aulas y en las casas nos facilitará tener una educación más inclusiva, más igualitaria y que nos permita construir ciudadanía allí donde estemos.
* El texto del comunicado "El lenguaje se construye colectivamente, no se prohibe unilaterlamente" firmado por Diana Maffía, Patricia Gómez, Celeste Moretti, Romina Zonzini y María Paula García, el equipo de redacción de los Manuales de Lenguaje Inclusivo para todos los niveles educativos a pedido del Ministerio de Educación de CABA.