Desde Los Angeles

Al organizar la IX Cumbre de las Américas, la segunda en su territorio, Estados Unidos pensó temas casi inofensivos. Con ganas de mostrar una región unida, planteó discusiones sobre cambio climático, transformación digital, resiliencia para la crisis causada por la pandemia de covid-19. Pero hasta el último momento de la última jornada, cuando incluso varias delegaciones ya se habían puesto de acuerdo en los principales documentos, la exclusión de países sobrevoló esta nueva edición del encuentro regional. La ausencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela dejó a la vista las diferencias políticas de la región, con representantes que la criticaron y otros que la apoyaron.

Declaración de Québec

La decisión de Estados Unidos de dejar fuera de la cumbre a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, amparándose en la Declaración de Québec de 2001, que sostiene que “cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático” constituye “un obstáculo insuperable para la participación” en la reunión regional, marcó esta novena edición desde un principio. Como el país anfitrión no los considera democráticos, se negó a invitarlos e hizo que un interlocutor central como el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, se negara a asistir a Los Ángeles a la cabeza de su delegación. Lo imitaron los presidentes de Bolivia, Guatemala y Honduras. Esto, sumado a otras ausencias, hizo que el número de jefes de Estado y de gobierno de la región fuese el menor en la historia de este foro regional.

“Definitivamente hubiésemos querido otra Cumbre de las Américas, pues el silencio de los ausentes nos interpela.”, dijo el presidente argentino, Alberto Fernández, al hablar el jueves pasado en el plenario del encuentro en su condición de presidente pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). “El diálogo en la diversidad es el mejor instrumento para promover la democracia, la modernización y la lucha contra la desigualdad”, insistió en su intervención.

El mandatario argentino no fue el único que, a lo largo de los dos días que duró el plenario de la cumbre, habló en contra de las exclusiones. En el plenario de apertura lo acompañó el primer ministro de Belice, John Briceño, quien las calificó de “imperdonables” e “incomprensibles”.

Club excluyente

También el presidente chileno, Gabriel Boric Font, hizo referencia durante su discurso del viernes. “No podemos, queridos colegas, conformarnos con clubes excluyentes de países que piensan lo mismo o parecido. Llegó la hora de dejar atrás la fragmentación y la polarización de nuestro continente y pasar a la acción; ser una sola voz desde América para el mundo”, pidió.

El mandatario chileno sostuvo que no le gusta “la exclusión” de los tres países. “¿Y saben por qué? Porque sería distinto sostener en un foro como este, con todos los países presentes, incluso aquellos que decidieron restarse por esta exclusión, la urgente necesidad de la liberación de los presos políticos de Nicaragua”, puntualizó.

Tal vez el más duro en la última jornada haya sido el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, quien dio un discurso en línea con el que había ofrecido Fernández el día anterior. “Que esta sea la última cumbre donde estamos discutiendo una Organización de Estados Americanos agotada, la última que tengamos que discutir el bloqueo a Cuba y la última cumbre en que nos falten los pueblos de Cuba, Nicaragua y Venezuela u otros pueblos”, dijo el funcionario de López Obrador.

En el marco de la cumbre, Ebrard también consideró “un error estratégico” la exclusión de algunos países miembros del continente. “Es increíble que a estas alturas sigamos viendo bloqueos, embargos y sanciones, aún durante la pandemia, contra países de las Américas, contradiciendo el derecho internacional y los objetivos que nos animan”, dijo en una reunión de ministros de América.

Aliados

En cambio, aliados de Estados Unidos mostraron un discurso alineado con el del país anfitrión. “Aquí hay una clara diferenciación entre quiénes somos demócratas y quienes son autócratas”, dijo el presidente de Colombia, Iván Duque.

Para Estados Unidos, a pesar de todo, podría haber sido peor. Los discursos no sorprendieron a la Casa Blanca, que había mantenido consultas con los distintos países hasta los últimos días previos a la cumbre. El presidente estadounidense Joe Biden intentó redirigir el foco tras el discurso del presidente argentino y sostuvo que “a pesar de algunos desacuerdos relacionados con la participación” en los temas sustanciales escuchó “unidad y uniformidad”.

Tras el cierre de la cumbre, el Gobierno de Biden aseguró que hay “un montón para mostrar” como resultado de la semana de trabajo. En ese discurso, destaca la Declaración de Los Ángeles sobre Migración y Protección, un documento con el que la Casa Blanca buscaba enviar un “mensaje de unidad”.

Migración

“Coincidimos en la necesidad de promover las condiciones políticas, económicas, sociales, ambientales y de seguridad para que las personas tengan una vida pacífica, productiva y digna en sus países de origen. La migración debería ser una elección voluntaria e informada, y no una necesidad”, dice la declaración que por ahora firmaron 20 de los 32 países que asistieron.

La declaración asegura que los países firmantes están “decididos a proteger la seguridad y la dignidad de todos los migrantes, refugiados, solicitantes de asilo y personas apátridas” sin importar su condición migratoria y a “respetar sus derechos humanos y libertades fundamentales”.

El documento reconoce sobre todo que la migración irregular es una problemática regional, con los ejemplos no solo del flujo que va desde el norte de Centroamérica hacia la frontera sur de Estados Unidos, pasando por México, sino también con los casos de las fronteras entre Venezuela y Colombia y Haití y República Dominicana. Por eso, la declaración sostiene que abordar la migración irregular exige también “un enfoque regional”.

A competir con China

A Estados Unidos la cumbre le sirvió también para enumerar partidas que enviará a la región, en un momento en que enfrenta críticas externas e internas de no hacer lo suficiente como para competir con las inversiones chinas. Desde Los Ángeles, la Casa Blanca anunció un abanico de compromisos: entrenamiento y equipamiento para 500.000 trabajadores de la salud en los próximos cinco años, 75 millones de dólares para apoyar organizaciones comunitarias, 42 millones para Centroamérica de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.

Anunció también iniciativas que llevarán a cabo otros, como los 50 mil millones de dólares que invertirán los bancos regionales de desarrollo para ayudar a los países a reducir sus emisiones y expandir las energías renovables o los 3,2 mil millones del sector privado para los países del norte de Centroamérica. No son fondos que desembolsará el Gobierno de Biden, pero igualmente se los atribuyó como logros de su gestión y diplomacia.