Pablo Aro Geraldes, nacido en Buenos Aires en 1970, es periodista y docente. Fue editor de El Gráfico, de Fox Sports y de Espn y colaborador en las revistas FIFA World, France Football y Kicker. Produjo los programas De Zurda y De la mano del Diez con víctor Hugo Morales, en Telesur. Da clases de periodismo en Deportea y es, además de todo, el máximo coleccionista de camisetas mundiales: tiene las de las 211 selecciones afiliadas a la FIFA.
Aro Geraldes no formó parte del equipo que hizo el Atlas de camisetas del fútbol argentino. Los autores de aquel hermoso libro, Cune Molinero, Alejandro Turner, Agustín Martínez y Sebastián Gándara lo llevaron como refuerzo para jugar lo que para ellos era como el gran desafío: el Atlas Mundial de camisetas que acaba de editar Planeta. La incorporación de Aro Geraldes resultó muy valiosa para que este libro mantuviera el brillo del anterior y volviera a sorprender.
Son en total 256 páginas divididas en varios capítulos. “Este libro intenta reunir la mayor cantidad de camisetas nacionales en un solo lugar. Las de los mundiales, pero también las de los equipos que nunca los jugaron. Los que tienen absoluta vigencia, pero también las de países que han dejado de existir. Las conocidas pero también las raras, las que se usaron para alguna ocasión especial, las accidentales y las legendarias” dicen en la contratapa y rematan el texto así: “Con rigor periodístico esta exhaustiva investigación da como resultado una recopilación única a la vez que regala a los ojos una explosión de colores tan dispara como el fútbol mundial. De historia y de belleza trata este libro”.
En la recorrida por los mundiales, además de las camisetas usadas por cada equipo el lector puede encontrar historias muy singulares como las que protagonizaron los bolivianos en Uruguay 1930. Resulta que entraron a la cancha para su primer partido contra Yugoslavia con camisetas blancas que tenían una letra en el pecho. Nadie entendía bien de qué se trataba eso hasta que formaron una línea y ahí se pudo leer: Viva Uruguay. Once jugadores, once letras. El público los ovacionó por el gesto, pero perdieron 4 a 0. Al partido siguiente volvieron con camisetas blancas, pero sin letras y enfrente Brasil también vestía de blanco. Empezó el encuentro y era una confusión total hasta que el árbitro ordenó que uno de los dos equipos debía cambiar. Un rato más tarde los bolivianos se calzaron unas camisetas celestes, de la selección uruguaya. Otra vez el apoyo del público, pero otra vez un 4 a 0 en contra como resultado final.
Resulta también fascinante en el recorrido histórico enterarse de las razones que impulsaron a usar ciertos colores y determinados escudos condicionados por el contexto político de cada país.
En el capítulo de rarezas se encuentran casos como estos: Camerún en el 2004 uso una camiseta verde con pantalón rojo de una sola pieza; en el Sudamericano de 1937, jugado en Buenos Aires, en un partido Brasil jugó con la camiseta de Boca y en otro Perú usó la de San Lorenzo; Argelia utilizó una camiseta con las letras FLN (Frente de Liberación Nacional cuando luchaba por independizarse de Francia, y Sudáfrica en el 2014 sorprendió con una blanca con el número 46664, el de la celda que había ocupado Nelson Mandela cuando estuvo preso en Robben Island.
El ilustrador Pablo Engel dibujó 1.400 camisetas, un trabajo monumental porque algunas de ellas, como la que usó el arquero brasileño Taffarel, en Brasil 1994, tenía una compleja degradación de colores que le demandó tres días de trabajo. A partir del Mundial de 1994 las camisetas tienen número y el detalle que sintetiza la rigurosidad del trabajo es que los números del libro no se eligieron al azar sino los representativos de las principales figuras de cada selección. “Nos quedamos con las ganas de agregar las de los árbitros”, dice el obsesivo e insaciable Aro Geraldes.
El libro tiene como bonus un capítulo titulado “Datos, no opinión” con una serie de curiosas estadísticas de los mundiales y una tabla histórica de todos los campeonatos en la que Argentina aparece en el cuarto lugar detrás de Brasil, Alemania e Italia.
Una opinión (o un dato) es que se tiene la sensación de que la Argentina ocupa el primer lugar entre los países que pueden cobijar a tipos apasionados y talentosos, capaces de crear obras tan deliciosas como este libro.