A los siete u ocho años, Ediltrudis Noguera ya moldeaba el barro con el que trabajaba su madre. Le quitaba pequeños trozos a escondidas para que ella no se enojara, ya que decía que le costaba conseguirlo, y hacía pequeñas figuras. "Era costoso y mi mamá era celosa de su barro. Yo le sacaba para mis juguetes, porque no tenía juguetes. Siempre fue así, pero no me quejo. Me gusta cómo es mi vida, así de sencilla". Ediltrudis nació en 1965 en la compañía 21 de Julio de Tobatí, Paraguay. Es la sexta hija de una familia numerosa. De su madre, la ceramista Mercedes Noguera, aprendió su arte. "Esto es algo de generación en generación", dice Ediltrudis, que tiene 56 años y ocho hijos. El barro y sus esculturas son su sustento económico y su forma de vida, y con lo que les dio la posibilidad de estudiar a sus hijos e hijas. Durante tres días la artista cuya obra es reconocida internacionalmente brindó un taller en el Centro Cultural Parque de España. "Es una experiencia también para mí. Salir del país... Yo vivo de mi barro y le doy vida a mi barro. Mi obra le llega a la gente y ahí se va conociendo cómo era esto antes y lo de ahora".
Es sábado de sol y en el CCPE un grupo de talleristas sostiene la mirada firme sobre cada movimiento de Ediltrudis, que manipula cuidadosamente las piezas en uno se los pasos de su arte: el horneado. Figuras de animales, cuerpos o cuencos pequeños fueron modelados durante las jornadas anteriores en lo que Ediltrudis llama "mini taller".
"El arte popular en Paraguay siempre existió. Los nativos usaban mucho el barro para sus cosas de la casa. Yo aprendí de mi mamá, que a muy corta edad se quedó huérfana. Ella aprendió de su mamá también, y continuó con las vasijas que se usaban, los cántaros, las jarras. Los de ahora le damos otra motivación. Yo soy la única que está recorriendo otros países, pero me gustaría que mis colegas paraguayas salgan también y lleven la experiencia a distintos lugares", se entusiasma.
Su experiencia empezó desde muy pequeña y tiene pensado llevarla por muchos años más. "Completé la escuela primaria y a los 13 años me permitió mi mamá -trabajar con el barro- porque ella pensó que algún día yo tendría que formar mi hogar, y así fue. Tuve ocho hijos. Hace tres años y medio enviudé, me desvanecí un poco porque mi esposo era mi brazo derecho, mi asistente, ayudante en este trabajo, pero luego me animé y estoy bien. Mi deseo es continuar hasta los 80 años", asegura.
Hablar de su trabajo, también es hablar de su vida y de su familia. "La mayoría de mis hijos son adultos, algunos estudiantes, otros profesionales, y a través de mi barro ellos estudiaron; porque yo no estudié por muchas razones, pero ellos tienen que tener un trabajo que les pueda mantener. Porque mucha gente dice que soy tan exitosa, pero para estar donde estoy ahora no fue de un día para el otro. Sufrí mucho también porque hubo tiempo que no se compraba nada. Mi marido trabajaba pero ganaba poco y yo solamente vivía de esto, tenía hijos pequeños... Pero después se dio la vuelta. La situación que mantengo es que yo no quería estar pendiente del bolsillo o de la ganancia del hombre, porque nosotras, las paraguayas, somos así", dice sobre lo que pensaba desde muy joven.
Ediltrudis también habla de innovación en su técnica, buscar que su obra vaya más allá y darle más valor. "Tengo una ambición especial y es que mi trabajo quede", señala. También quiere "disfrutar un poco más y ayudar a los demás porque hay muchas necesidades", sostiene, quien es considerada "el caso ejemplar de la creadora capaz de conservar una tradición y renovarla desde la propia imaginación personal y audacia expresiva".
La primera vez que salió del país, uno de sus hijos tenía apenas un año. "Lo dejé con el papá y con la abuela y me fui por primera vez a Alemania. Una clienta me dijo que allá necesitaban mi obra. Entonces encontré un poco de apoyo". Luego estuvo en Chile para dar talleres y en Guatemala representó a Paraguay en un "encuentro de los mejores maestros iberoamericanos", recuerda.
Para dar el taller de tres días en el CCPE, Ediltrudis viajó con su barro. "El tema era cómo transportarlo porque pesa mucho. Trajimos 20 kilos y lo que hicimos fue ver cómo es el manejo del barro y la forma de moldear hasta el proceso terminado. Es muy bueno trabajar en conjunto". Si bien le gusta salir de su país, asegura que la esperan muchos pedidos -sus toros, vacas y otros modelos- en su lugar. Y se enorgullece: "Día a día estoy transformando el barro a escultura".