“Argentina tiene actualmente el índice más alto de obesidad infantil de Sudamérica”, afirmó a este diario Sergio Farinelli, especialista en nutrición en la primera infancia y autor de Dino-saurus: un libro para niños que deben leer los adultos. “Esta enfermedad viene creciendo año tras año, pero los números se dispararon con el confinamiento”, añadió.
En 2019, el 9,9% de niñas y niños menores de 5 años padecían sobrepeso severo en Argentina, según el informe “Panorama de la seguridad alimentaria y nutrición en América Latina y el Caribe”, elaborado en 2020 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y UNICEF. Tras la pandemia, la prevalencia de obesidad en este grupo poblacional aumentó a 12,9% --la más alta de la región sur--, dejando atrás a Paraguay (12%), Uruguay (10,3%) y Chile (9,8%).
Alimentos ultraprocesados y pantallas
“Los alimentos ultraprocesados y el sedentarismo, intensificado por el uso excesivo de pantallas, son las principales causas de la obesidad en los niños”, sostuvo Farinelli, y siguió: “Por eso es importante que en los hogares y en las escuelas se los incentive a tomar más agua y menos bebidas azucaradas, a incorporar más frutas y verduras, y a realizar actividad física, para evitar que la enfermedad continúe en la adolescencia”.
En las últimas tres décadas, toda América Latina ha tenido un marcado crecimiento de la obesidad infanto-juvenil. En 1990, el 6,2% de menores de 5 años tenían sobrepeso severo; en 2020 subió a 7,5% (cerca de 400.000 personas más), mientras el promedio mundial era 5,6%. Por su parte, en el grupo de 5 a 19 años el porcentaje llegó al 30,6%, es decir, 3 de cada 10 niñas, niños y adolescentes afectados por este tipo de malnutrición, de acuerdo a los datos publicados por UNICEF.
Lo mismo sucede a nivel mundial, que en las últimas cuatro décadas se cuadruplicaron los casos. En 2016, 41 millones de chicas y chicos menores de 5 años tenían sobrepeso u obesidad. La población de 5 a 19 años con esta afección en ese momento era de 340 millones, o sea que alcanzó el 18%, mientras que en 1975 era 4%. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) se trata de uno de los principales problemas de la salud pública del siglo XXI.
“Si la obesidad infantil sigue incrementando, podría reducirse la esperanza de vida de las generaciones futuras”, advirtió el experto, pues “quienes sufren esta enfermedad tienen mayor riesgo de padecer comorbilidades asociadas --antes más frecuentes en la población adulta-- como hipertensión, diabetes tipo 2, afecciones hepáticas y renales, distintos tipos de cáncer y depresión”, concluyó.
El efecto de la publicidad
“La alta prevalencia de obesidad no solo refleja que el patrón alimentario de niños y adolescentes es inadecuado, sino que es el resultado del actual entorno obesogénico”, aseguró la especialista en nutrición infantil e investigadora de la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) Argentina, Victoria Tiscornia. “Hoy se le dedica menos tiempo a la preparación de comida sana y nutritiva y, a su vez, los chicos están expuestos a la publicidad de productos no saludables”, agregó. En Argentina, según un informe del Ministerio de Salud, es el país de la región donde más se venden alimentos ultraprocesados.
La 2° Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS) realizada, en 2019, por el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, evidenció que el consumo de frutas frescas en el grupo de 13 a 17 años era de 21,4%, mientras que en el de 2 a 12 años, 36,3%. En el primer grupo la ingesta de verduras era de 32,4%, en el segundo, 29,6%. Los adultos, en tanto, expresaron una frecuencia de 33% y 40,8% para ambos alimentos, respectivamente.
La ENNyS 2 también reveló la frecuencia con la que niñas, niños y adolescentes incorporan alimentos ultraprocesados. Así, 6 de cada 10 chicas y chicos de 2 a 12 años y 5 de cada 10 de 13 a 17 años consumen golosinas al menos dos veces por semana. Además, ingieren bebidas azucaradas (46%), facturas, galletitas y cereales con azúcar (27,8%), y productos de copetín (26,5%) en mayor proporción que la población adulta: 32,9%, 13,4%, 10,5%, respectivamente.
La necesidad de una política impositiva activa
“La obesidad afecta especialmente a poblaciones con escasos recursos socioeconómicos. Que el entorno alimentario sea saludable pero además accesible y asequible requiere de la participación de toda la sociedad”, dijo la investigadora, y agregó: “Es indispensable que se implemente un paquete de políticas públicas, libre de conflictos de intereses, que se enfoque a prevenir esta enfermedad no transmisible de manera integral”.
En este sentido, Tiscornia resaltó la importancia de la Ley de etiquetado frontal para la población infanto-juvenil, ya que advierte sobre qué alimentos tienen nutrientes críticos (alto contenido de azúcares, de sodio y de grasas saturadas) y regula la publicidad que reciben en medios, en envases, y en los entornos escolares. “Es fundamental que las políticas fiscales desalienten el consumo de estos alimentos a través de impuestos y, que a su vez, incentiven los adecuados a través de subsidios”, sostuvo.
Tiscornia sostiene que para prevenir el sobrepeso y la obesidad es urgente regular las grasas trans. En 2021, FIC Argentina junto a 51 organizaciones de la sociedad civil presentaron una propuesta ante la Comisión Nacional de Alimentos (CONAL) para que se baje el límite del 5% al 2% de grasas trans respecto a las grasas totales en todos los alimentos, ya que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares, de diabetes mellitus o muerte súbita. “Hemos recaudado 3800 firmas, esperamos que se apruebe a la brevedad”, cerró Tiscornia.
Informe: Karla Góngora.