“Llevo más de cincuenta años con la música y he visto muchas cosas, pero nada como esto. Yo creo que es tan sagrado como un ritual. Ya lo estoy sintiendo”. Las palabras del compositor cubano Leo Brower retumban con la energía multiplicadora de una advertencia. Es el inicio de OIANT. Música para un futuro ancestral, la película documental de Nacho Garassino sobre la Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías creada en 2004 por el compositor, director, investigador y educador Alejandro Iglesias Rossi y la educadora, eutonista, musicóloga, iconógrafa y directora escénica Susana Ferreres, en el ámbito de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. El jueves, a las 13:30, 16, 18:30 y 21, el largometraje, quinto del catálogo de Garassino, se proyectará en la Sala 1 del Cine Gaumont (Rivadavia 1635).
OIANT. Música para un futuro ancestral es el relato de una de las experiencias más genuinas, profundas y originales de la música latinoamericana de este tiempo. Con las participaciones de Adolfo Pérez Esquivel, Boaventura De Sousa Santos, Carlos Nuñez, Charo Bogarín y Juan Palomino, el largometraje va al centro de una aventura atravesada por formas de lo ancestral que se actualizan en un paradigma musical liberado de hegemonías impuestas desde afuera. Es seguimiento afectuoso de la acción política y artística de una orquesta única, cuyo ideario plantea un horizonte descolonizado para un redescubrimiento sonoro e iconográfico de América.
“Al principio me interesaba captar la particular potencia que la OIANT despliega en sus conciertos, pero a medida que el tiempo pasaba me fui dando cuenta que eso era apenas la punta de un iceberg”, dice Garassino en conversación con Página/12. El realizador cuenta que conoció el trabajo de la OIANT cuando trabajaba en su película El túnel de los huesos -sobre la masacre del Pabellón 7 en la cárcel de Villa Devoto-, y enseguida sintió que además de la propuesta estética había afinidades en las que lo político se mezclaba con lo sagrado y la ciencia se armonizaba con la belleza. “La idea de este documental terminó de delinearse cuando entendí que esa energía podía de reflejar en la imagen si entraba en lo que es la cocina del grupo, la cotidianeidad de su trabajo, que es muy complejo”, agrega Garassino.
“Nacho decidió desde un primer momento acompañarnos en las giras para plasmar nuestra actividad desde su mirada documentalista”, interviene Iglesias Rossi. “Con gran complicidad, como un compañero más, fue documentando los conciertos que hicimos en el desierto del Sahara, Cusco, la Patagonia, los Festivales Berlioz y Messiaen de Francia, la Biblioteca de Alejandría de Egipto, Túnez, las Comunidades Maoríes y el Museo Nacional de Nueva Zelandia, el Festival Cervantino de México, los World Music Days de Hong Kong, el Festival Leo Brouwer en La Habana, el Festival de la ciudad medieval de Ljubljana en Eslovenia, Indonesia, Polonia, Singapur y Sudáfrica. También nos acompañó en Brasil, cuando abrimos la Conferencia Regional de Educación Superior organizada por la UNESCO y nos presentamos frente a los 500 rectores de universidades públicas de América latina”, detalla el compositor.
La imagen del iceberg vuelve cuando Garassino intenta explicar la complejidad del trabajo que a partir de la revalorización de la organología y la recuperación de las fuentes autóctonas, fue dando forma a la colección de instrumentos nativos de América en uso más importante en el mundo. Una colección que es también objeto de exposiciones durante las giras. “Nunca terminaba de sorprenderme por la admiración que el trabajo de la OIANT despertaba en cada lugar en el que se presentaba. Tampoco dejaba de pensar que acá, en la Argentina, este trabajo de gran importancia para la cultura contemporánea a nivel planetario no terminaba de descubrirse”, asegura el director.
Además del registro de las actividades de la OIANT en distintos lugares a lo largo de varios años, el documental trabaja su relato a partir de testimonios directos y de un abundante material de archivo. “Los registros cubrían un espacio temporal muy vasto, por lo que necesitábamos un eje ordenador que nos permitiera ir y venir por los distintos momentos que fuimos captando, además de combinarlos con los materiales de archivo, que también son una parte importante del documental. Ese eje ordenador apareció en el viaje Cusco, que fue como una epifanía”, explica Garassino. “Sin dudas lo que hicimos en el Valle Sagrado de los Incas resultó central”, agrega Iglesias Rossi y detalla: “Por ejemplo en el Huch'uy Qosqo construido por Viracocha, el octavo Inca, interpretamos el Hanaj Pachap, una obra polifónica en lengua quechua del siglo XVI, que es la primera de la historia de América, y la Danza del Altiplano de Leo Brouwer. También aparecen los conciertos en el Teatro Municipal de Cusco y en la Plaza de Armas, donde Tupac Amaru fue descuartizado, y el de la Iglesia de Andahuaylillas, esa especia de Capilla Sixtina de América, una joya del legado barroco de nuestro continente. Aquella gira de 2019 continuó en la Huaca Sagrada del complejo arqueológico Mateo Salado en Lima, que tiene más de 900 años de antigüedad”.
En ese peregrinar, la OIANT plantea con energía una discusión ante los cánones vigentes de una cultura musical asentada en las aparentemente incuestionables suposiciones de Occidente. “Uno de los principios sobre los que se desarrolla la OIANT tiene que ver con la concepción del ‘artista integral’, que es quien aúna en sí mismo las capacidades multidisciplinarias de investigador, luthier, intérprete, compositor, tecnólogo, iconógrafo, escultor de máscaras nativas y docente. Desde este lugar discutimos el paradigma de especialización instalado en la música a partir, fundamentalmente, de la Revolución Industrial y su compartimentación del saber, que fueron formas concretas de colonización”, asegura Iglesias Rossi.
Formado entre los conservatorios de Boston y París, Iglesias Rossi recibió dos distinciones de la UNESCO que son emblemáticas: el Primer Premio del International Rostrum of Composers y el Primer Premio del International Rostrum of Electroacoustic Music. Convencido de su destino latinoamericano, el compositor creo la OIANT en 2004 como una apuesta por recuperar, articulando con nuevas tecnologías, la historia del continente desde su iconografía y su sonoridad. El proyecto se complementó en el ámbito académico y pedagógico con la Maestría en Creación Musical, Nuevas Tecnologías, creada en la Untref en 2006, y la Licenciatura en Música Autóctona, Clásica y Popular de América que funciona en la misma universidad pública desde 2015. “Hay un vínculo muy directo entre la orquesta como usina de conocimiento y lo que baja hacia la licenciatura, que tiene que ver con hacer música dentro de una lógica comunitaria en la que el hecho artístico es una declaración de principios cultural y por lo tanto política. La Maestría y la Licenciatura nacieron con la misma visión con que formamos la orquesta: que la vanguardia y la tradición estuvieran en el mismo nivel ontológico”, sostiene Iglesias Rossi.