¿Qué se hace entonces? Es la pregunta del millón que nos hacemos ante cada caso de femicidio quienes entendemos que la solución no es más encierro. Imposible de responder de una única forma porque la problemática es inabordable desde un solo ángulo. Aquí entonces, la forma que hemos encontrado con mi equipo de trabajo, en dirección al cambio social y cultural a desentramar los mandatos y desnaturalizar conductas. Soy parte del Equipo de Abordaje Psicosocial de la unidad penitenciaria n°39, junto con mi compañera Analía Ponce, trabajamos con hombres privados de su libertad por haber cometido delitos de toda índole. Conformamos dispositivos grupales de contención y reflexión y de acuerdo a los emergentes, diseñamos talleres y capacitaciones y llevamos a cabo diversos proyectos.
En esos espacios grupales se ponen de manifiesto, con repetición y frecuencia, discursos que ponen en evidencia estereotipos de género que son el germen de la violencia y hasta en muchos casos, del delito: “cuando salga tengo que darle todo a mi familia, no les puede faltar nada”, “mi mujer tiene que quedarse en casa con los chicos, yo soy el que tiene que mantenerlos”, entre otros dichos, ponen de manifiesto la naturalización del rol del macho proveedor y la mujer cuidadora. En estos espacios grupales, donde se juega la palabra, la simple pregunta ¿por qué? O ¿por qué no?, abre, habilita, destraba reflexiones inéditas y le quitan el carácter de “naturales” a fenómenos que son puramente “culturales”.
En este contexto es que surgió la necesidad de armar una capacitación en salud sexual y reproductiva. Allí pudimos trabajar la temática en un ámbito de confidencialidad, pero además pudimos brindar aportes teóricos, para nutrir las reflexiones. Algunos se pudieron hacer cargo de sus prejuicios, de sus matrices cerradas, otros pudieron confesar que alguna vez habían maltratado a su pareja, que en ese momento lo habían vivido como algo que estaba bien, porque “se lo merecía” pero que ahora podían cambiar el enfoque. También trabajamos sobre la legalización del aborto, muchos no estaban de acuerdo, pero resultó que casi todos habían sido parte de uno alguna vez y no se sentían habilitados a contarlo hasta ese momento.
Otro de los temas centrales fue la planificación de los embarazos y la prevención de infecciones de trasmisión sexual. La cantidad de mitos y falsos pareceres acerca de estos temas es realmente llamativa. “Embarazar a las mujeres” como forma de atraparlas y asegurarse visita y provisiones, es una práctica común. En ese grupo había chorros, asesinos, violadores. En definitiva hombres, productos de esta cultura. Portavoces del abuso de poder sobre el cuerpo del más débil. Entonces, encontrar espacios donde problematizar las cuestiones de género, cumplir con la Ley de Educación Sexual Integral en las aulas y en cada espacio por los que transitemos, eso es atacar el problema de fondo.
* La autora es psicóloga social e integrante del Programa Provincial de Prevención de Violencia en Cárceles.