Tomando como base y punto de partida "La naturaleza de las toallas o cuerpo a cuerpo con la naturaleza", uno de los texto más hermosos y delicados del libro La noche del mundo del escritor y periodista Alejandro Modarelli publicado por editorial Mansalva en 2016, este domingo desembarca en la Casita una nueva versión de Las toallas, la performance de Alejandro Modarelli, Juanse Rausch y Gustavo Tarrío que es también programa de TV, episodio radial y poemario musical con cover del legendario Pipo Pescador incluido. 

El espectáculo, al estar concebido de manera participativa, tiene como requisito fundamental que el público concurra a la función con alguna foto de su infancia para compartir, y ser parte de una reconstrucción colectiva de las huellas queer de las niñeces plasmadas en el celuloide y en el recuerdo vivo de las imágenes mediante risas, reflexiones y conjuros de esos pasados, disidentes al patriarcado-papá con pijama celeste hipnotizado frente al televisor. 

Porque, como magistralmente lo relata Modarelli en el texto que inspiró a esta pieza escénica, lejos del mutismo y la severidad paterna, es la mirada cómplice de la madre la que regala al mundo esta historia, siendo ella y su ternura desclasificada la que observan en secreto y en silencio a su hijo en el cuarto de baño, envuelto en un juego de toallas que juegan luego de bañarse, utilizadas no para secar su cuerpo sino para transmutar por un instante eterno en diva cinematográfica, emulando turbantes y bodys e improvisando una salida de baño triunfal ante un único espectador fascinado: la mirada de sí mismo que el espejo devuelve en este ritual, en el que la madre también se reconoce trastocando tiempos y espacios dentro de su imaginación. 

En tanto la confesión materna avanza, se solapan los consejos y prerrogativas siempre violentas de doctores, curas y otras arañas tejedoras de la normalidad criminal, que la intentan convencer con tecnicismos sobre el supuesto error del hijo, ideando un plan de enderezamiento de la “desviación perversa”, contemplada realmente por ella como la más bella de las visiones, un colibrí que fuga de toda jaula y avistaje de manual de instrucciones para coronarse reina de su propio imperio corporal, en el propio bosque, habitando un instante anterior y contrario al orden aburrido y sistemático de las cosas, de los colores, de los cuerpos normados, de la psiquiatría represora de la vida cotidiana. Será por eso quizás que, con inmensa dulzura, Modarelli le dedica el relato (y doy por sentado que esta performance también) a "los senos grandes de mi madre muerta".

Única función: domingo 19 de junio a las 20 en Casa Brandon, Luis María Drago 236. Entradas disponibles en Passline.com