Esgrimir argumentos a favor o en contra del lenguaje inclusivo es lo propio del campo lingüistico. Pero, remitiéndonos a Pierre Bourdieu, lo peligroso son los intentos totalitarios de convertir los campos en aparatos, es decir, decretar que las luchas terminaron, promulgar el fin de la historia o determinar por decreto o por el uso de la fuerza que los usos del lenguaje son inamovibles.
Agrega Bourdieu que “el sistema escolar, el Estado, la Iglesia, los partidos políticos no son aparatos, sino campos. En un campo, los agentes y las instituciones luchan, siguiendo las regularidades y las reglas constitutivas de ese espacio de juego con grados diversos de fuerza, y por lo tanto, con distintas posibilidades de éxito para apropiarse de los beneficios que están en juego”. Cuando aquel que concentra poder dentro de un campo específico intenta anular las luchas y aplastar las resistencias y las reacciones de los dominados, cuando todos los movimientos se dirigen exclusivamente desde lo alto a lo bajo, se entra en el peligroso terreno del aparato.
La decisión conjunta de la Ministra de Educación y el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que se materializó en la Resolución 2022/2566 del Boletín oficial que prohíbe el uso del @, la e y la x en los niveles inicial, primario y secundario tiene todos los componentes de aquello que Bourdieu denominó aparato.
La resolución 2022/2566 parece ignorar obtusamente e intenta cortar de raíz toda una rama de la lingüística: el análisis del discurso de género. Algunxs referentes de este campo son Teun van Dijk, Mary Bucholtz, Michelle Lazar o en el plano nacional, la insoslayable Rita Segato. Gracias a ellxs y a muchas otras, desde hace varios años ha tomado fuerza la evidente idea de que el lenguaje es sexista y la crítica contra la expresión hegemónica del lenguaje que pone en el centro al varón -como regla- y deja a mujeres, trans y no binarios en el lugar del apartamiento de la regla.
Siguiendo esta lógica no parece casual que, en el idioma castellano, la letra “o” sea la medida todas las cosas y se aplique como parámetro de lo universal. Ellxs también hicieron conocidos en el mundo académico los ejemplos del género -número masculino plural para referirse a grupos mixtos o la carga emotiva negativa de algunos adjetivos en su género femenino, pero no en el masculino. Por ejemplo “zorro” versus “zorra”, “perro” versus “perra”, “hombre de la vida” versus “mujer de la vida”, “ligero” versus “ligera”, entre tantos otros. Otra muestra de este sesgo negativo del lenguaje respecto de las mujeres es el hecho de que aquellas palabras frecuentemente asociadas con rasgos femeninos constituyan insultos para un varón (“nena”, “sensible”, “pollerudo”, entre otras).
Por eso, el uso del @, la “x” y la “e” en reemplazo de la “o”, que tanto parecen irritar a Larreta y compañía son intentos de alivianar violencias simbólicas de larga data en las cuales encuentra expresión y legitimación las inequidades y las violencias de género. Por supuesto, la discusión no está saldada y quizás nunca se deje conforme a todo el mundo, pero al menos se puede hacer el intento de la mayor inclusión posible, el principio de la no discriminación o el menor daño.
La citada resolución parece también obviar la importancia de ser nombradxs, para no sentirse fuera del mundo, para sentir la plena humanidad. Parafraseando a la activista lesbiana Susie Bright en el documental The celluloid closet: cuando no se es nombrada, una se siente invisible, como un fantasma, alguien a la que nadie ve o importa. El uso del "todos" deja a la mitad de la humanidad sin nombrar.
En su ejemplar libro ¿Qué es el género? la psicóloga Tamara Rosenblut expresa: "escribir con la x, no es solo inclusivo, es mucho más. Es reconocer al otro y en el otro las posibilidades de una construcción única. Por su fuerza la x denota una incógnita, un espacio singular, lo por-venir. Le tocará a cada quien asignarle uno de los valores disponibles, crear su propio valor o dejarlo como incógnita. Tal vez sea E, A, O, @, *, Ø,...,o continúe siendo X”. Algunas autoras reniegan de la “x” por considerarla sinonimia de anonimato y defienden el uso de la “e” pero de manera alternativa con la “a” para equilibrar tantos años de invisibilidad de las mujeres y otras diversidades sexuales. Todos los debates son válidos en la utopía de hacer del mundo un lugar más amable; lo que no es válido es prohibir.
Lenguaje y realidad
Tal como expresa Santiago Kalinowski, en La lengua en disputa: “Existe un vínculo entre la lengua y la realidad. Siempre que hubo un intento de modificar la realidad, eso comportó una serie de elecciones en la lengua, la creación de discursos asociados al intento de mover determinadas cuestiones de lo real. Algo que se logra por medio de la creación de consensos. Esa creación de consensos se lleva a cabo, en gran medida por medio de la lengua. Es decir, se buscan los modos discursivos de llegar a imponer o instalar una idea en lo social, que termine impactando en la manera en que ordenamos la sociedad. No hay ninguna magia… en cualquier intento de modificar la realidad hay un componente lingüístico clave”.
La decisión unilateral del gobierno de la ciudad tiene reminiscencias del neolenguaje, el lenguaje creado para el mundo distópico y totalitario regido por el poder panóptico del Gran Hermano en la novela 1984 de George Orwell. La premisa del neolenguaje es reducir el lenguaje para reducir las posibilidades de pensar el mundo y otros mundos posibles. Por el contrario, jugar con las palabras hasta al aparente absurdo es una de las más fabulosas estrategias para resistir o denunciar al poder en textos literarios de indiscutible belleza y subversión política como Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, entre otros.
¿Los argumentos esgrimidos para el dislate? Por un lado, la falacia sin fundamento empírico de que el lenguaje inclusivo obstaculiza los procesos de enseñanza y aprendizaje al dificultar la comprensión de textos. Por el otro, el purismo de respetar las reglas y regulaciones de la Real Academia Española como si el lenguaje fuera inmutable. Entre tantos anacronismos, si nos rigiéramos rigurosamente por la R.A.E., se seguiría definiendo “masculino” como “lo dicho de un ser que está dotado de órganos para fecundar”. La misma R.A.E. que, en su edición de 1927, no superando aún los procesos independentistas de las sociedades latinoamericanas de principios del siglo XIX seguía definiendo “independizarse” como “neologismo inútil por emancipar o emanciparse” dejando así evidencia de que todo lenguaje lejos de ser neutral es político.
En los créditos finales de la película Z (1969) de Costa Gravas, se informa que tras el golpe de Estado de 1967, apenas asumida la dictadura de los coroneles en Grecia prohibió “Los cabellos largos, las minifaldas, Sófocles, Tolstoi, Mark Twain, Aragon, Trotsky, cocinar a la rusa, Esquilo, Aristófanes, Ionesco, Sartre, Los Beatles, Albee, Pinter, escribir que Sócrates es homosexual, aprender ruso, aprender búlgaro, la libertad de prensa, la Enciclopedia Internacional, la Sociología, Beckett, Dostoievsky, Chejov, Gorki y todos los rusos, la música moderna, la música popular (Teodorakis), la matemática moderna, los movimientos de paz, y la letra Z que en griego antiguo quiere decir ‘Vive’ y que, tras el asesinato del político comunista Grigoris Lambrakis perpetrado por organizaciones parapoliciales del Estado, era utilizada como símbolo de resistencia.
Cualquier parecido con la presente realidad citadina argentina queda a criterio de lxs lectorxs. La resolución 2566 es una medida gravosamente peligrosa y una señal de alarma para un gobierno elegido democráticamente y que suele jactarse en sus discursos -¿dime de qué alardeas y te diré de qué careces?- de republicanismo, democracia y defensa de la educación.