El avión de Emtrasur no fue contratado por una organización terrorista sino por una gigantesca autopartista, Faurecia, proveedora de Volkswagen. Se contrataron tres vuelos urgentes porque la fábrica alemana en Argentina se quedaba sin asientos para completar los modelos que tiene en fabricación, de manera que los vuelos salieron de la ciudad mexicana de Querétaro. Como es obvio, el itinerario estaba aprobado y la tripulación llegó a Buenos Aires habiéndole pagado a la empresa británico-holandesa Shell el combustible para el regreso. Cuando el lunes 6 de junio se dispuso todo para cargar el avión, un abogado de Shell advirtió que la empresa podría tener problemas con Estados Unidos y se negó a proveer el combustible. El piloto intentó entonces conseguir el J1 -lo que usan los aviones- en YPF y Axion, que tampoco proveyeron el combustible.
Al día siguiente, el Jumbo pagó una carga a concretarse en Montevideo, Uruguay. Por lo tanto, se dispuso el plan de vuelo hacia allí. Nuevamente, hubo visto bueno de las autoridades argentinas y de las uruguayas: ningún vuelo puede salir sin la aprobación de las dos partes. Con el avión ya en viaje, y con sólo 20 toneladas de J1 (el mínimo tolerable es 15 toneladas), desde la torre de control de Uruguay les informaron que tenían denegado el aterrizaje "por falta de autorización", según consigna el juez Federico Villena en su escrito. Los orientales no dieron ninguna explicación.
La campaña mediática
Por lo tanto, el Jumbo volvió a Ezeiza donde, otra vez, hubo una intensa inspección del avión, sin resultado alguno. Aún así, se desató una increíble campaña mediática de derecha que, como se sabe, percibe una conspiración iraní-venezolana-kirchnerista-mapuche, aún en un avión contratado por Volkswagen. Es cierto que Volkswagen significa auto del pueblo, un indicativo de populismo, aunque en este caso se trató de un vehículo que fue punto neurálgico de la propaganda siniestra de Adolf Hitler.
Como se sabe, en la mañana de este martes, el juez Villena ordenó un allanamiento-operativo en el hotel Canning Design, donde están alojados los 14 venezolanos y 5 iraníes que componen la tripulación. Se llevaron los celulares, una computadora y, además, el magistrado se quedó con los pasaportes de los venezolanos pese a que les había devuelto sus documentos 24 horas antes.
Sin delito a la vista
Como existe secreto de sumario, a este diario le resultó imposible en las últimas 48 horas averiguar cuál sería el delito en cuestión. Al avión entró la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), el Departamento de Unidad de Investigaciones Antiterroristas (DUIA) de la Policía Federal, la Aduana acompañó a la PSA, y se utilizaron perros y escaners. Por supuesto que las autopartes se desembarcaron todas y ya están en manos de Volkswagen. O sea, no se imputa ni contrabando ni que hayan traído armas, explosivos o drogas. Tampoco los integrantes de la tripulación figuran en las listas de personas buscadas. La aeronave estuvo, en el último mes, en México, Paraguay, Aruba y Pakistán.
En el argot judicial se le dice “excursión de pesca” al expediente en el cual no hay ninguna prueba, ninguna evidencia concreta, pero igual se investiga, por las dudas, según parece por impulso del FBI norteamericano y el Mossad israelí. La lógica de una situación parecida, en la que podría investigarse terrorismo internacional, es que intervenga la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), establezca una especie de vigilancia, pero hasta el titular de la AFI, Agustín Rossi, ya dijo que no hay nada contra el avión y sus tripulantes.