Tramas feministas al sur, compilado por Débora D’Antonio, Karin Grammático y Catalina Trebisacce y editado por Madreselva, recupera las luchas y las voces de los transfeminismos populares del Sur del continente. En esta entrevista con Las12, las compiladoras dicen “no deseamos ofrecer una postal única, sino más bien dislocada y en des-obra. Tal vez por la empecinada creencia de que quienes no tienen el beneficio de inventario en la Historia con mayúsculas se merecen claves interpretativas de nuestro pasado, más inclusivas, sensibles y deseantes”.
¿Por qué decidieron escribir Tramas Feministas al Sur y en ese sentido por qué hablan en la introducción de una deuda académica?
Catalina Trebisacce: pensamos Tramas... como un trabajo de escritura y de edición colectivo, dinámico y abierto, donde deseábamos que se fueran entretejiendo historias, procesos, biografías y reflexiones críticas en torno a las experiencias de los feminismos del sur, del pasado y del presente. Decimos “se fueran entretejiendo” porque una de las apuestas de esta compilación, uno de sus gestos políticos, tiene que ver con la disposición a conservar las formas, las texturas y los mundos singulares de cada uno de los relatos, procurando evitar encorsetamientos analíticos proyectados desde las tradiciones académicas que hubieran desgarrado al libro en procesos irreconocibles entre sí. Y el resultado fue más que interesante, porque la manera en que se fue tejiendo su trama permitió avizorar conexiones inesperadas. Se destacan ciertas dinámicas de las militancias al sur del continente que cobijan aspectos comunes.
Es en este sentido que entendemos que el libro contribuye a saldar deudas que tiene el saber académico, contra los silencios que éste ha perpetrado pero también contra las formas de narrar (y los mundos) que ha privilegiado. El libro está habitado por sujetos de comunidades subalternizadas (lesbianas, travestis, putos, entre otras), que han sido históricamente marginalizadas en los relatos oficiales y en los científicos. Sujetos e historias que, en el mejor de los casos, han sido considerados dentro de los marcos analíticos innecesariamente predeterminados.
“Relatos irreverentes en nuestras lenguas tartamudas”, dicen parafraseando a Donna Haraway, ¿podrían explicarlo?
CT: Donna Haraway es una inspiración ineludible cuando se trata de ponerse a pensar sobre las cegueras positivistas y la paradójica soberbia del conocimiento científico. Ese conocimiento que juega el truco de los dioses, fabulando “verlo todo desde ningún lugar” y que termina forcluyendo procesos, memorias, actorxs que no encuentran lugar en los estrechos campos que el propio saber dispone para ellxs.
Esa fábula de objetividad puede sostenerse porque ese tipo de conocimiento ha creado los mecanismos institucionales y metodológicos para reproducirse a sí mismo sin cuestionamiento. Caudalosas bibliografías, rigurosos regímenes de citado, eruditxs profesorxs que imparten sus clases contando “las historias que valen la pena ser contadas”, miles de estudiantes que las escuchan y las charlan en los recreos, bibliotecas enteras que guardan los libros y las fuentes “que importan”. Estas diferentes instancias trabajan aceitadamente en la producción de un discurso de verdad. Frente a este discurso exitoso, las memorias y las genealogías resisten el destierro en fuentes deshilvanadas, en una clase alguien que enseña recupera el fragmento de una historia que estudió por azar, en una biblioteca que atesora los panfletos que antes a nadie importaban…
¿De qué manera retoman el concepto de sujeto excéntrico de Teresa de Lauretis?
CT: Lo retomamos de un modo algo heterodoxo, o instrumental, para poder decir otra cosa. Teresa De Lauretis elabora ese concepto en el marco de las reflexiones en torno a la condición del sujeto del feminismo. Sus definiciones en torno al género como tecnología o como efecto del carácter productivo de una interpelación reclaman, para ella, la afirmación de que el sujeto del feminismo debe ser entonces efecto de las interpelaciones pero también -y necesariamente- efecto de sus desbordes, de resistencias que por momentos le permiten descentrarse, volverse excéntrico de las interpelaciones, desidentificarse, al menos parcialmente. Es un ejercicio desestabilizador pero vital, creativo, instituyente, donde se cuestiona la interpelación, los mandatos, en definitiva lo instituido pero reconociendo el carácter fundante de la interpelación que se cuestiona. Nosotras tomamos esta idea para pensar nuestra relación con la academia, como quienes se reconocen dentro y excéntricas de ella. Interpeladas y desidentificadas.
También se habla de los 80 y de la persecución a las diversidades sexuales. ¿Cómo se animaron a usar otros métodos, otras técnicas, otras fuentes para hacer el libro?
Karin Grammático: La pregunta por los 80 es una deriva propia de nuestras inquietudes y reflexiones que giraron, en un principio, en torno a los tempranos setenta y la dictadura. Nuestras investigaciones –sobre el feminismo porteño, la militancia revolucionaria y la prisión política– nos fueron llevando a nuevas preguntas que se desplazaban más allá del horizonte temporal en el cual veníamos trabajando. De hecho, las últimas ediciones de Jornadas Historia, Género y Política en los 70 que organizamos en el Instituto de Investigaciones de Estudios de Género, (IIEGE-FFyL-UBA), y que son uno de los hilos a partir del cual empezamos a tramar este libro, el subtítulo fue “En los desbordes de una década intensa”, para dar cuenta de las nuevas cuestiones que venían tallando en las discusiones: las dinámicas represivas en democracia, la sexualidad en el marco del “destape”, los derechos humanos y los derechos de las mujeres, las relaciones entre feminismo y estado democrático.
Por eso en Tramas, van a encontrar, por ejemplo, el trabajo de Pablo Ben sobre la “revolución sexual” en los ochenta, con una interesantísima reflexión acerca de la pertenencia de esa categoría, hasta ahora anclada en la experiencia de los años sesenta, para pensar los cambios en las dinámicas de la sexualidad dos décadas después de haber sido acuñada. Además, es muy sugerente su argumentación en pos de la potencia explicativa del concepto por encima de la idea de “destape”. Lo interesante de su gesto es que la categoría no funciona como una cajita conceptual abstracta sino que al historizarse muestra otras potencias interpretativas situadas.
Por otra parte, cuando pensamos el libro queríamos y nos aseguramos de dar lugar a experiencias de activismos de la diversidad sexual, poco consideradas, incluso por narrativas genealógicas de cuño feminista. Allí están los textos de Fernanda Carvajal, sobre las acciones de las Yeguas del Apocalipsis (Lemebel y Casas) en Chile, de Vir Cano que pone atención sobre dos experiencias centrales del activismo lésbico: Cuadernos de existencia lesbiana y Potencia tortillera, y la entrevista que le realizamos a Magalí Muñiz, integrante del Archivo de la Memoria Trans.
Finalmente, nos alegra que hayas notado el esfuerzo realizado por todxs lxs autorxs de la compilación en la apuesta metodológica que desplegaron en sus respectivos trabajos, como así en las fuentes y los archivos consultados para construir sus evidencias e interpretaciones. Creo que compiladoras y autorxs logramos un diálogo fecundo acerca de la propuesta general del libro y sobre nuestro punto de mira. Y eso, sin duda, impactó en la hechura de los artículos. A este equipo de trabajo, tenemos que sumar a Nina Turdó, fotógrafa, que nos ofreció una mirada sensible del libro con la imagen de tapa, y a la editorial Madreselva que se interesó en la propuesta y la hizo suya.
Ustedes retoman historias que resisten a la domesticación epistemológica de los acontecimientos, ¿es una manera de militar desde la academia?
KG: El guiño de colocar en el centro de la escena de nuestros relatos historias que no fueron debidamente contadas, algunas de ellas de gente común y corriente, nos permite distinguir caminos imprevistos de un pasado que al registrarse se erige como pasado abierto que impacta en nuestras formas de comprender otras dinámicas más generales de la Historia con mayúscula. Reparar en la figura de Ruth Mary Kelly, trabajadora sexual desde los años setenta, como lo hace Débora Daich en su capítulo, nos lleva a conocer los destellos de una historia construida por mano propia de las trabajadoras sexuales en la que emergen sus primeros intentos de agrupamiento sindical pero también los modos conflictivos de relación con los feminismos de cuño abolicionista. La historia de Ruth nos deja un prisma novedoso para mirar los años setenta mucho más de lo que la memoria social ha cristalizado.
El libro tiene tres ejes: escenas contemporáneas, De ayer y de hoy y Memorias, archivos y relatos de vida y el primer artículo es de Nelly Richard que escribe sobre Chile, ¿qué paralelismos se pueden trazar con las luchas feministas en Argentina?
Débora D’Antonio: Nelly Richard escribió en su texto sobre la potencia de un movimiento de auto-organización de colectivos feministas surgidos al ras del suelo en las universidades chilenas. Su lectura muestra que los feminismos hicieron estallar las formas tradicionales de la política de este país, cuestionando la lógica neoliberal de una sociedad que no dejaba atrás los sentidos implantados por el pinochetismo. Esos grupos feministas lograron enlazar las demandas anti-privatizadoras de la educación con las demandas libertarias por una educación anti-sexista. En Argentina, las movilizaciones y los debates que llevaron adelante durante años los feminismos a los que se sumaron a partir del 2015 el #NiUnaMenos, consiguieron finalmente imponer la ley de interrupción voluntaria del embarazo. A la par pusieron en discusión toda una serie de temas vinculados con distintas formas de opresión hacia las mujeres y otras identidades feminizadas como la no remuneración de los trabajos de cuidado, las violencias sexuales, simbólicas y económicas, los impedimentos para ejercer los derechos sexuales y reproductivos y desnudaron los dobles discursos de las personas “antiderechos” negados a cumplimentar siquiera la ley nacional de Educación Sexual Integral (ESI). De modo que con sus particularidades es posible distinguir elementos comunes entre las experiencias políticas que tuvieron a los feminismos como protagonistas tanto en Chile como en Argentina. Nora Domínguez y Karina Felitti en sus textos ensayan formas de entender las escrituras feministas en la Argentina a modo de subjetivación política.
Y terminan con la entrevista que le hicieron a Magalí Muñiz en la que enlazan la genealogía de los feminismos del sur con el relato colectivo trans, ¿pueden contar cómo fue hacer esa entrevista y por qué la incluyen aquí?
DD: Cuando comenzamos a pergeñar Tramas sabíamos que el colectivo travesti-trans iba a ser parte de su coralidad. Pensamos que el libro podía ser un buen lugar para que las compañeras tramaran en él algo de su genealogía. Por otro lado, estábamos al tanto del desarrollo del Archivo de la Memoria Trans y del hermoso libro que habían editado a fines del 2020. Fue así que se nos ocurrió que podíamos concretar nuestro objetivo a través del Archivo. Nos comunicamos con ellas y de esas conversaciones surgió la idea de la entrevista a Magalí. Mantuvimos una charla muy linda, fue extensa y la hicimos a través de una plataforma virtual, dada las condiciones de aislamiento por la pandemia de COVID-19. Magalí nos brindó una mixtura equilibrada entre relato personal e historia colectiva reveladora.