En Lightyear, que se estrena esta semana en (casi) todo el mundo, el astronauta Buzz está a años luz de las cuatro paredes del cuarto de su viejo amigo Andy. Tampoco necesita de fuegos artificiales para “caer con estilo”. En esta ocasión, Woody y el resto de la troupe articulada brillan por su ausencia (a diferencia del emperador Zurg que luce tan atemorizante como Darth Vader). El protagonista, entonces, deja de estar en una de Toy Story para protagonizar una aventura intergaláctica. La producción de Pixar nace de una gran paradoja en tanto la derivación implica cambios de fuerza mayor para uno de sus emblemas. “Acá Buzz Lightyear no es un juguete: es un humano protagonizando su propia historia de ciencia ficción”, explicó el director Angus MacLane en una conferencia de prensa virtual de la que participó Página/12 y en la que estuvo presente el equipo creativo del proyecto.
Desde que se conociera el tráiler del largometraje número 26 de Pixar, el asombro y la añoranza de ver a Buzz piloteando una nave ultrasónica, al compás del “Starman” de David Bowie, fueron cósmicas. A 27 años del estreno de Toy Story, el capitán del espacio retorna a nuestra órbita en una versión y entorno completamente desconocidos. La justificación para tremendo canje mantiene un nexo puntual con la película de 1995 dirigida por John Lasseter. Mejor no adelantar demasiado, salvo decir que el catalizador, tan simple como emotivo, funciona en términos de verosímil. La historia sigue al capitán y una fallida misión que atascó a los humanos en un planeta hostil y pantanoso. “Buzz está consumido por la culpa de haber cometido un error crítico, y tiene el deseo de rectificarlo. Nuestra historia sucede en el espacio, pero conecta con algo que nos ha sucedido a todos: a veces tomamos malas decisiones”, repasó la productora ejecutiva Galyn Susman. El problema es que cada intento por salir del planeta T’Kam Prime lo introduce en un bucle temporal. Lo que para el héroe representan cuatro minutos para el resto son cuatro años. “Nadie irá a ninguna parte hasta que los científicos residentes puedan crear un nuevo cristal de hipervelocidad que resista un vuelo de prueba. Serán años de prueba y error”, comentó Jason Headley, guionista de la película. Además de esta inversión de “El carrete mágico” entre estrellas y planetas desconocidos, Buzz debe aprender una vez más a trabajar en equipo, esta vez al comando de la patrulla Zap, un rejunte de aventureros que pareciera no contar con el handicap como para vencer a Zurg y sus robots.
Ser y tiempo
Para los implicados en Lightyear, era fundamental respetar el corazón del personaje: ser un pez fuera del agua. Según Susman, lo que hace especial a Buzz es su tendencia a ver el mundo a partir de una manera única. “Es alguien aspiracional y el mundo necesita de personajes así. Pero su visión de la realidad no encaja con la de los demás y eso es bastante de entretenido”, plantó la productora del proyecto. El director amplió la idea. “Es alguien que se ha caracterizado por su desacuerdo sobre la naturaleza de la realidad que le toca vivir. En Toy Story creía que era un combatiente del espacio y Woody estaba en desacuerdo. En Toy Story 2 aparecían los otros Buzz Lightyear y en Toy Story 3 tenías al Buzz en español”, dijo el director. Lo interesante es que la premisa se mantiene aquí con un Buzz que se haya en su ámbito natural: el espacio. “Teníamos el núcleo central para empezar y luego teníamos que desarrollar la historia. Queríamos algo universal. En Pixar se suele alentar a que los directores trabajen a partir de algo íntimo y a partir de ahí desarrollar algo verdadero. Para Lightyear, quería hacer algo muy específico con la que todos nos sintiéramos relacionados, así que elegí el tiempo”, aseguró MacLane.
Pasada la introducción, queda en claro que este Buzz, autocondenado a vivir una y otra vez el mismo lapso de su vida, tiene rasgos menos afables que en su versión articulada. Todo el relato, especialmente en el primer acto, tiene un sino fatal que puede llamar la atención para quienes esperan ternura, enredos y ese tono de comedia zumbona propio de Toy Story. “Hay muchos momentos pesados en la película. Y hubo versiones más pesadas en el borrador de cuánta tragedia le sobrevenía a nuestro personaje en el comienzo. Tuvimos que desecharlas porque podía ser devastador a nivel emocional. Luego descubrimos lo que debía pasar en el segundo y tercer acto que es donde interactúa con sus nuevos compañeros y ahí es donde la aventura despega”, explicó MacLane.
Las fronteras de Pixar
Lightyear debe ser vista como una celebración de todas las películas épicas de ciencia ficción -los homenajes a Star Wars, 2001 y Aliens son evidentes- y de acción al estilo ochentoso. “Como director, es la película que siempre quise hacer”, repasó MacLane, quien viene trabajando para Pixar desde hace un largo tiempo (codirigió Buscando a Dory y el corto Toy Story de Terror). A nivel visual, se apoya a visión de un futuro algo retro en donde aún manda lo analógico, los botones, la textura y forma de aparatos ineficientes. Por otro lado, la propuesta esquiva algunos clisés del estudio de la lámpara saltarina. “Creo que existe una idea de qué es una película de Pixar, y yo quería ver qué podíamos hacer para impulsarla más allá de sus límites, en el ámbito del alcance y la emoción”, confesó MacLane. El objetivo final de quien trabaja en Pixar desde 1997 es el de que se sienta “como una precuela a escala cinemática” de la obra madre.
Sin dudas, el elemento más “pixaresco” en esta ocasión es el gato robótico que acompaña a Buzz en esta aventura. El ladero del protagonista es un felino animatrónico que lo asiste como terapia y ayudará en su periplo personal. Compensa sus movimientos limitados con un chip de empatía, capacidad de habla, puerto de datos en la cola, y un rayo láser capaz de soldar objetos. Sox (a quien los realizadores llaman “la cosita linda”) es el auténtico roba escenas de Lightyear.
Nueva gola y carcaza
La voz de Buzz Lightyear también presenta una novedad. El encargado de darle un acento guapo y burlesco ya no es Tim Allen. Para este héroe, diseñado a partir de Flash Gordon y Buck Rogers, optaron por Chris Evans, quien no casualmente interpretó al Capitán América en la saga de Avengers. El “capi” Marvelita, entonces, se puso el traje del capitán del espacio con la intención de mostrar el lado vulnerable y humanizado de Buzz. Para el director era esencial contar con alguien como Evans que pudiera gravitar la seriedad y el humor. “Siempre me impresionó su habilidad en la que puede reírse de sí mismo sin llegar a ser demasiado tonto. Eso era esencial para este personaje. Y además tiene mucha noción de lo que es interpretar a un héroe de acción. Ya había hecho a uno que también estuvo fuera de su tiempo. Aquí también está atrapado en un futuro que no reconoce, lo hace cómico y dramático, con mucha sutileza”, opinó MacLane. Este Buzz, entonces, es canchero, avispado e inteligente, pero en un tono subrepticio. Y Evans, además, aporta otro elemento. “Tiene esa calidad inexplicable de estrella de cine que un personaje más grande que la vida misma requiere”, dijo el director.
Además del entorno y la voz, Lightyear viene con otra alteración. El desafío era construir un Buzz reconocible pero que ya no fuera un juguete. El aspecto de plástico de Toy Story, entonces, troca por una nueva anatomía y textura. Es un Buzz sin alas y de proporciones más realistas (¡hasta se le ve el pelo!). No solo eso, los diseñadores se encargaron de darle para cada una de sus misiones espaciales un nuevo traje como se estila en la NASA. “Tuvimos que incorporar algunos de los ingredientes del juguete en el diseño, pero casi como si lo hubiéramos llevado a la NASA y trabajado con expertos que realmente hacen viajes espaciales y agregaron esa autenticidad del espacio al traje”, explicó diseñador de producción, Tim Evatt.
Para MacLane, el factor nostalgia está muy presente, como punto de partida y también como mensaje, no tanto para los niños, sino para la generación que creció con la saga más relevante de Pixar. “Tratamos de encontrar algo a mitad del camino para crear algo nuevo”, lanzó el artífice de este nuevo “infinito y más allá”. Dicho de otro modo, Buzz concreta su encuentro con el comando estelar, aunque eso signifique dejar atrás el universo de Toy Story.
Habla el director de fotografía
“Macizo”, “cinematográfico”, “con una vibra del cine de los ‘70”. Esas fueron las directrices que le dieron al director de fotografía Jeremy Lansky sobre la escala visual a alcanzar en Lightyear. El realizador, que trabaja en Pixar desde 1997 y había estado involucrado con Wall-E, resultó la persona ideal para encarar el look particular que tiene esta obra. ¿Su misión? Que la puesta en escena se alineara con la historia en vez de que la información audiovisual se impusiera por sobre la trama. A eso se le suma el tema de imaginar el espacio. “Nunca hay que olvidarse que esta es una película de ciencia ficción. Esa piedra basal fue fundamental, y como amante del género quería asegurarme de que se viera como eso”, dijo en entrevista con Página/12.
- “Al infinito y más allá” es la frase que define a Buzz y finalmente aquí estamos en el espacio infinito. ¿Cómo resuena esa frase en el aspecto visual de Lightyear?
-Creo que supuso una influencia en el equipo de trabajo, quizá no conscientemente, pero creo que lo hicimos. Buzz empuja las cosas para alcanzar un objetivo y acá hubo algo de eso en cuanto queríamos que se viera la película.
-Una de las grandes ironías y atractivos de la película es que nunca habíamos visto a Buzz en el espacio sino en nuestra realidad, ¿cómo fue afrontar este nuevo espacio para el personaje?
-Muy divertido. Soy un gran fan de la saga original y una de las grandes preguntas era saber de dónde venía este personaje. Es como un misterio de Toy Story. ¿Qué podría haber allí para este combatiente del espacio? Está el videogame de Toy Story 2 pero es solo un vistazo, no tenemos todo el cuadro. Nuestra intención fue llenar ese agujero. Esta es la película que siempre te imaginaste del personaje. Está el comando interestelar, Zurg, los robots, los láseres que hacen cosas heroicas… es muy divertida de ver. Incluso si no viste Toy Story, Lightyear funciona como una película de ciencia ficción y aventuras, sin que sepas nada de que Buzz ha sido un juguete.
- Usted dijo que las tres claves para este trabajo son lo cinemático, la cohesión y la claridad. ¿Quiere añadir alguna otra palabra con ce?
-Conciso. Fue muy importante para que esta realidad se sintiera verdadera. No es que tuviera que ser fotográficamente real sino creíble. Lo importante es que se sienta que Buzz y el resto de los personajes viven en ese mundo. En el mundo de la animación el gran desafío es que te olvides de todo lo tecnológico que le dio cabida. Tenés que prestarle atención a la historia y al personaje no a como pintaron una nave.
-Durante la presentación con la prensa se marcó la influencia de películas de los ’70, desde Star Wars a Duelo a muerte. ¿Qué buscaban de esa tonalidad?
-Son películas que significan algo. Podés encontrar esos homenajes por cómo la escena se siente más allá de lo que se ve. Hay escenas que tienen ese poder de involucrarte con lo que tenés que sentir sin saber mucho más. Lo que queríamos lograr es que todo lo visual acompañe la historia de Buzz. En todas las películas, pero aún más en las de animación, lo que se ve es por una elección. Es vital construir las imágenes que guían a la audiencia a través de la película, para que nunca se confundan con lo que sucede en la pantalla. Mejor que sea claro porque va a estar ahí en 24 fotogramas y después pasás a otra cosa.
-Usted trabajó en la fotografía de otra gema de Pixar como Wall-E, ¿encuentra nexos con Lightyear?
- Sí, claro. Aquella fue la primera película de ciencia ficción de Pixar, pero estilísticamente son bastante diferentes. La primera media hora de Wall-E no tenía diálogos así que hubo que contar mucho a través de lo que mostraba la cámara. Esa disciplina y foco me ayudaron a pensar cómo trasparentar una emoción sin sonido. Con Wall-E intentamos cambiar los esquemas de lo que hacíamos y con Lightyear volvemos a hacer algo parecido. Cierto sentido de exploración y romper lo que es seguro para el estudio.