Una novedosa teoría de la inflación fue difundida por sectores del oficialismo ligados al ministro de Economía, Martín Guzmán, para quienes las internas en el Frente de Todos socavan la credibilidad del programa económico debilitando su eficacia. Algunos sectores han ido más allá y apuntaron sus dardos a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuya vocación populista por un mayor gasto público financiado con emisión monetaria sería la causa de que “los agentes” no confiaran en el cumplimiento de las metas fiscal y monetarias pactadas con el FMI. Esa falta de credibilidad del “mercado” hacia el cumplimiento del programa impediría que se alineen las “expectativas” estimulando remarcaciones que fogonean la inflación.
El planteo de Guzmán parece una estrategia para desentenderse del fracaso de su actual programa de precios, descargando la responsabilidad sobre sus oponentes internos. Más allá de esa intención política, sus afirmaciones tienen una base teórica sobre las causas de los aumentos de los precios y como reducirlas. La misma parte de la idea monetarista de que la inflación es causada por los déficits fiscales financiados con emisión monetaria. A ello agrega que, cuando ese comportamiento se vuelve sistemático, los “agentes” que operan en la economía se anticipan y actualizan los precios de antemano previendo los niveles de emisión inflacionaria futuros que va a generar el Gobierno.
De esa manera, si los anuncios gubernamentales de una menor emisión inflacionaria no son creíbles pierden eficacia ya que los agentes siguen remarcando como si la emisión fuera mayor. El resultado es una parcial ineficacia en un comienzo del programa que, si se mantiene, puede ser eficaz para estabilizar los precios pero con un mayor costo en términos de recesión y desempleo que si el programa de estabilización hubiera sido creíble desde el comienzo.
El problema de esa teoría es que no se aplica a situaciones como la Argentina, donde las causas de los aumentos de precios no son monetarias sino inerciales, exacerbadas por la suba del precio internacional de los alimentos y la energía.
Así, por más que los “agentes” que operan en el “mercado” fueran talibanes que creyeran a muerte en el cumplimiento a rajatabla de las metas monetarias y fiscales, los principales precios de la economía seguirían aumentando a la misma velocidad que en el presente.
Por ejemplo, los alquileres se ajustan anualmente por ley de acuerdo al índice de locación que está basado en la inflación del año pasado, hecho que no depende de la confianza en Guzmán y sus metas. Lo mismo pasa con la pauta salarial cuya dinámica responde al intento sindical de recomponer los ingresos nominales de sus afiliados frente a las subas de los precios producidas en el pasado. Ni que hablar del costo del financiamiento que sube por encima de la inflación dado que el propio FMI pide mayores tasas de interés. Algo similar sucederá con el dólar, si es que se hace caso al reclamo de que no se retrase frente a los precios. Ni que hablar de la suba del precio internacional de los alimentos y la energía que provocó la guerra en Ucrania, donde sólo un delirante puede creer que tiene alguna influencia en la confianza que el mercado pueda tener en Guzmán y sus metas.
@AndresAsiain