Una pregunta recurrente: ¿Qué ocurre en el cerebro de un deportista cuando se enfrenta a una situación límite de ‘ganar o perder’ al momento de decidir y programar una ejecución motora? Esta cuestión nos lleva a analizar si es posible caracterizar esos procesos internos para poder develar los códigos de comunicación inherentes del cerebro, y el resto del organismo. Y si analizamos a una persona que ha tenido un accidente cerebrovascular con compromisos en el aparato locomotor cuando realiza una actividad de la vida diaria como cruzar una avenida de su ciudad, ¿estos procesos y códigos neurales son muy diferentes? El contexto en ambos casos difiere, pero los patrones que influyen en la toma de decisiones del deportista y de la persona que va a cruzar la avenida pueden ser muy similares.

En las últimas décadas, la investigación científica sobre el comportamiento humano viene adoptando un esquema de abordaje transdisciplinario, un paso más inmersivo que lo interdisciplinario. Por eso, debemos entender que el cerebro es un órgano de interpretación del contexto y de elaboración de respuestas adaptativas, desde respuestas instintivas de supervivencia hasta aprendizajes por repetición y reflexión que posibilitan interacciones eficientes en el futuro. Estudiar el cerebro como un órgano de regulación de respuestas adaptativas al contexto, a corto y a largo plazo, es el enfoque ecológico necesario para el análisis del comportamiento. El movimiento es una expresión de los procesos internos del sujeto que siempre enlazan aspectos abstractos de la experiencia personal (como la memoria y las emociones) con las expectativas de logro. Desde esta perspectiva, las ciencias de la actividad física están evolucionando continuamente hacia el desarrollo de la valoración objetiva del control motor como paradigma del comportamiento y el rendimiento humano. Nuestro trabajo está guiado por la necesidad de evaluar cuantitativamente -al máximo nivel de precisión posible- las estrategias neurales que subyacen a la coordinación motriz. Esta valoración objetiva de la expresión del cerebro que influye en la coordinación motriz permitiría mejorar el diseño de intervenciones, tanto de entrenamientos deportivos como de terapias de rehabilitación. Es importante tener en cuenta que cualquier tipo de intervención es un acto educativo, en el que la exposición a una situación motriz representa un desafío cognitivo-motor para el individuo. Este medio de aprendizaje, con la correcta dosificación siguiendo principios biológicos y metodológicos, aumenta significativamente las posibilidades de éxito. Lo que se educa entonces es la capacidad de interpretación contextual del cerebro, mientras que lo que se entrena sistemáticamente es la capacidad de expresar lo planeado. En el Laboratorio de Investigación en Neurociencias y Tecnologías Aplicadas del Instituto Superior de Investigaciones Biológicas (INSIBIO), dependiente del CONICET y de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) trabajamos transdisciplinariamente en una línea de investigación que busca identificar cuáles son las variables que puedan ser determinantes para cuantificar la eficiencia motora, y den bases objetivas para intervenciones basadas en evidencia cuantitativa. Nuestro último trabajo publicado (disponible en Researchgate) presenta una revisión de los biomarcadores que permitirían monitorear aspectos no visibles de la producción motora. Esta investigación invita a repensar las metodologías para la evaluación motora y el diseño de las intervenciones desde nuevos paradigmas entendiendo el movimiento como expresión humana.

*Becario Doctoral CONICET. Licenciado en Educación Física

Doctorando en Ciencias Biológicas, Universidad Nacional de Tucumán (UNT).