Cuando en 1914 José González Castillo escribe Los invertidos parte de la idea de que la homosexualidad y el travestismo son vicios propios de la burguesía. Combinando conceptos de Psycopatia sexualis (1896) de Richard Von Kraft-Ebing con lineamientos de su ideología anarquista, postuló en su ficción que la inversión sexual era signo de la degeneración y de la corrupción de la clase dominante. El doctor Florez (Hernán Muñoa) está casado con Clara (Florencia Naftulewicz), con la cual tiene dos hijos, Julián (Ulises Pafundi) y Lola (Mora Monteleone). Sin embargo tras la fachada heterosexual, lleva su vida secreta con Pérez. A su vez, Pérez intenta y logra seducir a Clara. Planteado de esta manera el argumento ponía de manifiesto que la hipocresía y la mentira eran constituyentes de la familia burguesa. En la obra todos los burgueses mienten mientras que solo los empleados domésticos son llanos, sinceros.
La versión de Mariano Dossena recoge parte del espíritu de González Castillo al dividir el escenario en dos espacios: una escenografía ambienta opresivo hogar burgués y la otra, el carnavalesco departamento de soltero de Pérez, donde se reúne la cofradía de maricas y las travestis. Así Dossena da cuenta de la doble moral de la mentalidad burguesa que González Castillo pretendía denunciar pero le agrega en su adaptación tintes de actualidad. Mientras que en el hogar familiar se suceden los momentos dramáticos y la tragedia, en el departamento de Pérez se suceden el desparpajo y un ambiente cabaretero que quizás al mezclarse con la cultura popular hace que caigan las máscaras. En el departamento se concretan así las peores pesadillas de la atribulada Clara.
El otro foco de la obra de Dossena está puesto en manifestar a partir de diferentes recursos –el cuadro, la música terrorífica, el despertar de la pasión sexual cuando se apaga la luz– la idea del homosexual como vampiro. “La noche parece infundirles una nueva vida, como si en el misterio de su sombra se operara en sus organismos una transfusión milagrosa del sexo. Son, entonces mujeres, cuando en el día han sido hombres.” El texto de Castillo siempre sorprende por la notable vigencia de algunos prejuicios, por la manera en que retrató el lenguaje de las “locas” y también porque no pudo dejar de expresar a un mismo tiempo la repulsión y la fascinación por estos seres. De hecho, la obra es también la trágica historia de amor de Florez y Pérez, que en esta nueva puesta en escena logra conmover. l
Los invertidos. Sábados a las 23, El Galpón de Guevara, Guevara 326.