“La poesía es búsqueda de resplandor./ La poesía es un camino real/ que nos lleva hasta lo más lejos”, dice Adam Zagajewski, ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras, en el último poema que cierra Antenas, publicado por Acantilado, editorial española que ha editado casi todos los libros del poeta y ensayista polaco, traducidos por Xavier Farré. Él buscó ese resplandor vital como desplazado y exiliado, como si la supervivencia, la resistencia y la liberación estuvieran en la lengua, en las palabras, en la música de Gustave Mahler, una de sus obsesiones más persistentes, cuando quería escribir poemas como componía Mahler. Miembro de la llamada “Generación del 68”, integrada por escritores políticamente comprometidos, Zagajewski fue el creador de dos de los lemas del grupo: “Powiedz prawde” (Di la verdad) y “Mow wprost” (Habla claro). La obra del autor de poemarios como Ir a Lvov, Tierra del fuego, Deseo, Regreso y el bellísimo Mano invisible, entre otros, no se puede disociar de la lírica polaca del siglo XX, que ha logrado dos premios Nobel: Czeslaw Milosz y Wislawa Szymborska.
En sus versos, Zagajewski conjuga la ironía y el éxtasis, lo sublime y lo cotidiano, sin declinar la claridad, pero tampoco el misterio. “A mediodía te colma el entusiasmo,/ por la tarde te falta valor/ para mirar la hoja escrita./ Siempre demasiado o demasiado poco,/ como en esos escritores/ que más de una vez te irritan:/ unos tan modestos, minimalistas/ y poco instruidos/ que dan ganas de gritar:/¡eh!, ¡amigo!, coraje,/ la vida es bella,/ el mundo, rico e histórico”, se lee en el poema “Autorretrato no exento de dudas”. El jurado ponderó el sentido ético de una obra que hace que la tradición occidental “se sienta una y diversa en su acento nativo polaco, a la vez que refleja los quebrantos del exilio”. El acta del premio, leída ayer al mediodía en la ciudad de Oviedo por el presidente del jurado, el director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, destaca además las reflexiones del poeta premiado sobre la creación literaria y su intenso trabajo memorialístico. “El cuidado por la imagen lírica, la vivencia íntima del tiempo y el convencimiento de que tras una obra artística alienta el fulgor, inspiran una de las experiencias poéticas más emocionantes de la Europa heredera de (Rainer Maria) Rilke, Milosz y Antonio Machado”, subrayó el jurado. Candidato al Nobel de Literatura desde 2007, Zagajewski es el primer autor en lengua polaca que obtiene el premio Princesa de Asturias de las Letras en 37 ediciones.
En Lvov –hoy territorio de Ucrania– nació Zagajewski, el 21 de junio de 1945, cuando el pueblo pertenecía a Polonia. Tenía cuatro meses cuando su familia, como otras miles, decidió escapar de la proximidad extrema del comunismo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hacia Gliwice, un “lugar gris” de la Silesia alemana que Polonia se anexionó al final de la Segunda Guerra Mundial, igual que la URSS se había anexado Lvov. “La verdad es que sí me siento, por muchas razones, un desplazado. Los avatares de la URSS me convirtieron en un sin tierra –reconoció–. Pero no por eso me siento infeliz. Mi siglo es este siglo, el XXI. El resto quedó atrás. Yo vivo con igual intensidad cada uno de los momentos que me ha tocado vivir”. En la década del 70 se unió al grupo de disidentes polacos “Teraz” y dos años después editó su primer poemario Comunicado, al que siguió la novela Caliente y frío (1975). Junto con su compatriota Julian Kornhauser escribió el manifiesto “Un mundo no representado” (1974), al mismo tiempo que publicaba artículos en la revista clandestina Zapis, uno de los principales medios de la oposición democrática polaca. El hartazgo por lidiar con la censura comunista y la prohibición de sus libros lo empujó a la primera escala de un exilio que empezó en París en 1982 y se prolongó luego en Estados Unidos, donde enseñó en varias universidades como las de Houston y Chicago. En 2002 regresó junto con su familia a Cracovia, donde actualmente vive. Pre-Textos publicó En la belleza ajena (2003), un libro a medio camino entre el diario y las memorias. Dos años más tarde, el poeta Martín López-Vega preparó para la misma editorial la antología Poemas escogidos. El resto de sus poemas y tres de sus ensayos se editaron por Acantilado: En defensa del fervor (2005), Dos ciudades (2006) y Solidaridad y soledad (2010). Entre los muchos premios literarios que ha recibido figuran el Prix de la Liberté del Pen Club de Francia (1987), el Premio de Literatura de la Fundación Konrad Adenauer de Weimar (2002) y el Premio Horst Bienek de la Academia de Bellas Artes de Baviera (2003).
Zagajewski alcanza el encuentro luminoso entre la vida y el arte con una excepcional obstinación. Un ejemplo podría ser “Improvisación”, poema de Mano invisible: “Hay que hacerse cargo de todo el peso del mundo/ y hacerlo ligero, soportable./ Echarlo a la espalda/ como una mochila y ponerse en camino./ Preferiblemente al atardecer, en primavera, cuando/ los árboles respiran tranquilos, y la noche se prevé/ apacible y en el jardín chasquean las ramas de los olmos”. El poeta polaco admite que hay una melodía relevante en lo que escribe. “Durante mucho tiempo he estado obsesionado con Gustav Mahler. Quería escribir como Gustav Mahler componía. Luego, en la práctica, diría que mis poemas sonaban más a free jazz que a Mahler. Digamos que están en algún lugar entre el free jazz y Mahler, que también tienen un poco de Bach y de Chopin”, explicó el poeta. Desde el principio, la poesía ha sido una liberación. “Me gusta la idea de Simone Weil sobre la gracia y la gravedad. La poesía ha sido para mí pasar de la gravedad a la gracia”.