Desde su estreno mundial en el Festival de Sundance, hace ya un año y medio, la ópera prima de la realizadora sueca Ninja Thyberg viene haciendo ruido. Es que el tema de fondo, la industria audiovisual pornográfica de la ciudad de Los Ángeles vista a través de los ojos de una recién llegada, conjura el interés genuino y también el morbo. Sin embargo Pleasure, una coproducción entre Suecia, Francia y los Países Bajos filmada en los Estados Unidos, no es ni una diatriba en contra de ese negocio multimillonario de alcances globales ni una observación irreflexiva que barre las durezas y humillaciones debajo de la alfombra. El reparto de la película está integrado por figuras muy reconocidas del XXX, entre otros los performers Chanel Preston, Evelyn Claire y Mick Blue y el agente de estrellas porno Mark Spiegler, a quienes se suma la debutante Sofia Kappel, la única actriz que no forma parte del mundillo y que, antes del rodaje, trabajaba en un negocio de ropa en su Suecia natal. Kappel es Bella Cherry, una chica escandinava de diecinueve años decidida a triunfar en el firmamento del así llamado “entretenimiento para adultos”.
Pleasure (ver crítica aparte), cuyo estreno online es este viernes en la plataforma MUBI, sigue el derrotero de Bella Cherry desde sus primeros pasos en el porno, alternando rodajes cada vez más demandantes mientras su relación con un grupo de colegas pasa de la amistad a los celos profesionales. Se trata de una incursión compleja a un universo que suele provocar el menosprecio y los mil y un prejuicios, además de la hipocresía de quienes dicen defenestrar aquello que consumen en secreto. Desde Londres, donde se encuentra asistiendo al lanzamiento en salas de su película, Ninja Thyberg (Gotemburgo, 1984) responde a las preguntas de Página/12; el juego se abre a partir de su relación personal (y muy cambiante) a través de los años con las imágenes de sexo real producidas profesionalmente para el placer del consumidor. “Vi por primera vez porno cuando tenía dieciséis años. Mi novio en ese momento me mostró un video y mi reacción fue de disgusto: me pareció que era muy degradante para las mujeres. De allí a transformarme en una activista anti porno hubo un solo paso. Y así fue durante un buen tiempo, al punto de que me resultaba necesario hablar sobre ello”.
Thyberg recuerda que investigó durante mucho tiempo sobre el porno industrial, por qué es cómo es, por qué la perspectiva es usualmente la del hombre, y acerca de la imagen femenina como una figura de fantasía. “Todas cuestiones que me parecían y siguen pareciendo muy problemáticas. Es interesante, porque quería hablar y discutir al respecto. Pero, ayer como hoy, la mayoría de la gente se pone incómoda y no admite haber mirado porno. Mucha gente adulta tiene reacciones de incomodidad cuando se saca el tema. En aquellos tiempos, justo en el cambio de milenio, formé parte del movimiento anti porno, pero luego muchas cosas comenzaron a transformarse, el feminismo queer creció mucho y en lo personal cambié de idea. Comencé a interesarme en el porno feminista, por ejemplo. El porno nunca va a desaparecer y lo ideal es intentar cambiarlo para que sea mejor. Yo miro porno y, a pesar de que hay cosas que siguen haciéndome ruido, al mismo tiempo me intriga y me excita”.
-Antes del largometraje existió un corto, también llamado Pleasure, que se acercaba al mismo tema. ¿Qué cosas cambiaron desde aquel proyecto breve, premiado en Cannes en 2013, y la nueva película?
-Cursé estudios de género, estudié el XXX desde distintos ángulos y comencé a pensar en la cuestión del porno feminista. Incluso me interesé en el BDSM (N. de la R: se refiere a las siglas de Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo), en el cual no todo es malo e incluso puede llegar a tener un carácter terapéutico muy interesante para las mujeres, ligado al juego de roles como una manera de poner en tensión al patriarcado. Con el tiempo llegué a pensar que mi cortometraje no era preciso, en parte porque cuando lo filmé no había visitado un set porno ni conocido a nadie de la industria. Así que, cuando surgió la idea de hacer la película, decidí que esta vez debía hacer las cosas correctamente, con una investigación que llevó en total unos cinco años. Básicamente, conocer la industria XXX desde adentro antes de hablar sobre ella. Todo lo que puede verse en Pleasure está basado en esa investigación, en gente y situaciones reales. Todo el reparto de la película, con la excepción de Sofia, es gente que forma parte de ese mundo y las locaciones son reales. También los técnicos, quienes trabajan detrás de las cámaras, son personas que trabajan en el porno.
-¿Qué preconceptos e ideas previas, de haberlas, desaparecieron cuando pudiste acercarte finalmente a los rodajes de escenas de sexo no simulado durante la investigación y escritura del guion?
-Es algo complejo, pero simplificando lo más importante es destacar que me di cuenta de que las mujeres no son realmente Las Víctimas, así con mayúsculas, como había supuesto durante mucho tiempo. Por supuesto, es una simplificación, porque cada historia es diferente y siempre hay víctimas en la industria del porno y en todos lados: toda mujer es una víctima del patriarcado. Pero esa idea generalizada de que las mujeres en el porno son vulnerables… En realidad tienen mucho más poder del que suele imaginarse y no son tan frágiles ni están explotadas de manera brutal como se supone. También me di cuenta de que los hombres no eran tan… malvados (risas). Es muy fácil crearse una imagen sobre la gente de la industria, su sexualidad y su vida personal, pero en el fondo son trabajadores que le dan al consumidor lo que este pide. Es interesante escucharlos a ellos, lo que piensan sobre nosotros, la gente “normal”, los consumidores. Para ellos nosotros somos los pervertidos, los raros. Somos nosotros los que tenemos fantasías sadomasoquistas o racistas. Y, desde luego, hay muchos tipos diferentes de porno, de gente y de razones para ingresar a ese mundo.
-¿Cómo fue el proceso de casting? ¿El personaje de Bella Cherry estaba construido de antemano o fue un proceso gradual?
-Sabía de antemano que no podía terminar de escribir el guion hasta encontrar a la persona adecuada para interpretar el papel central. La manera de hacer la película estuvo muy ligada a la inspiración en la realidad. Sofia tenía la energía ideal para el papel de Bella Cherry, además de una forma de femineidad particular: cool, fuerte y resistente, pero al mismo tiempo vulnerable. Además de carisma y sentido del humor. Hablamos muchísimo y fuimos desarrollando el personaje juntas, porque sentía que yo era un poco vieja y necesitaba su aporte generacional. Ella fue crucial para la película, es muy desprejuiciada, no tenía problemas con la cuestión de la desnudez. Cuando fuimos juntas por primera vez a visitar un set de filmación porno estaba un poco nerviosa: es raro estar rodeada de gente desnuda, mucho más cuando están teniendo sexo ahí, al lado tuyo. Yo también me sentía algo aprensiva. Pero a los diez minutos Sofia ya se había acostumbrado, al punto del aburrimiento; me di cuenta porque comenzó a mirar el teléfono. El cambio ocurre rápido, es un ajuste veloz: como todo el mundo actúa de manera natural, algo que nos parece anormal se transforma rápidamente en lo más común del mundo. Sofia entabló amistad con varias personas de la industria, entre ellos el productor Mark Spiegler. Ella formó parte de todas las audiciones con actores y actrices porno, porque era crucial que fuera gente con la cual se sintiera cómoda. Tomó nueve meses desarrollar el personaje mientras seguía todo el proceso de preproducción.
-En Pleasure no es menor el tema de las redes sociales y su importancia en la construcción de una imagen y una carrera como pornstar.
-En la vida real las redes sociales tienen una importancia aún mayor que en la película. Es importantísimo para construir la “marca” personal en el negocio. Es algo fascinante, porque tendemos a hablar de las mujeres, en particular las jóvenes, partiendo de la idea de que son víctimas. Y en el caso de las jóvenes está ese estereotipo de la chica estúpida, irracional, vacía, superficial. Cuando pensamos en su interacción en las redes sociales pensamos en la alta exposición, la objetificación y ese tipo de cosas. Pero eso es bastante paternalista y me interesa abordarlo desde otro ángulo. Si lo comparo con lo que me pasaba a mí durante la adolescencia, a los diecinueve vivía en un mundo en el cual las imágenes eran creadas básicamente por hombres, un lavado de cabeza para hacerme consumir cosas. Todas esas modelos en esos enormes afiches publicitarios, diosas completamente alejadas de mí. Después de ver esas imágenes me miraba al espejo y no había forma de comparar. Las nuevas generaciones también tienen esa cosa superflua de la imagen, la cultura de la belleza. No es necesario mentirnos, eso no ha cambiado, desgraciadamente. Pero la gran diferencia es que ahora son bastante conscientes de esa construcción, de la manipulación necesaria para crear esas imágenes. Ya no son solamente consumidores sino también productores, y a una imagen perfecta, retocada digitalmente, claramente falsa, le sigue otra fotografía sin maquillaje, en casa mirando la tele. De alguna manera se adueñan de la mirada, están más en control de la situación. Las chicas en el porno son también pequeñas empresarias de su propio avatar: crean una persona de fantasía a partir de sí mismas. Son inteligentes y muy competentes.
-Y está también la cuestión de la “mirada masculina”, esa construcción inherente a la cultura de la imagen desde su misma génesis.
-Es un tema muy complejo, desde el punto de vista psicológico, cómo una mujer construye su propia imagen al tiempo que es sujeto de la mirada masculina. Sabemos que somos esa persona que está dentro del cuerpo, sabemos que somos las maestras titiriteras de nuestra imagen, pero al mismo tiempo la mirada de los hombres está allí, siempre presente. Esa cuestión de hacernos más pequeñas para aumentar el ego masculino y obtener algo a cambio es una manera de sentirse en control. Hay tantas cosas que no queremos admitir... En algún sentido es degradante ser mujer, por el hecho de ser más pequeñas y débiles, así que siempre vamos a estar en una posición desvalida. Es muy injusto. Podemos cambiar mucho culturalmente, pero hay ciertos aspectos físicos ligados al género que no vamos a poder alterar. El hombre siempre será una amenaza. Tenemos que hallar la manera de lidiar psicológicamente con la misoginia. Tenemos que dejar de sentir lástima por las mujeres y, en cambio, admirar sus habilidades, su fuerza, esa dureza que tenemos para enfrentarnos a tanta mierda.