Pleasure 7 Puntos
Suecia/Países Bajos/Francia, 2021
Dirección: Ninja Thyberg.
Guion: Ninja Thyberg y Peter Modestij.
Duración: 109 minutos.
Intérpretes: Sofia Kappel, Zelda Morrison, Evelyn Claire, Chris Cock
Estreno exclusivamente en la plataforma Mubi.
“¿Viene por trabajo o por placer?”, pregunta el empleado de migraciones. Linnea duda unos segundos y responde: “Por placer”. La respuesta justa hubiera sido “Vengo por el trabajo (business) del placer”. Linnea tiene 19 años y es tan rubia como puede imaginarse de una chica sueca. Tiene una fea historia con su padre, y no se sabe si es por eso o para “progresar” que llegó a Los Angeles con una meta: ser actriz porno. Como cualquier trabajo, la industria del porno requiere de una formación. No sólo higienizarse como corresponde (aparentemente en Suecia no se usa la ducha vaginal) sino también sonreír todo el tiempo, saber cómo parar mejor la cola para las fotos y, sobre todo, estar dispuesta a todo. A todo. Y a Bella Cherry (nombre “artístico” de Linnea) todo eso le cuesta. Calificar a Pleasure de “porno existencial” sería un error, ya que la opera prima de Ninja Thyberg de porno no tiene nada. De existencial tal vez sí.
Su primer director identifica a Bella (la inmejorable Sofia Kappel, que debuta también como actriz) como “la chica virgen”. ¿Quién es virgen, ella o la chica a la que debe representar? ¿O ambas? En esa superposición entre persona y personaje radica buena parte de lo que Pleasure, presentada en en el Festival de Sundance 2021, tiene para decir. Aunque el porno sea el género más crasamente realista de todos, ser actor o actriz porno implica actuar, como cualquier actor. Hay que fingir placer, hay que fingir dolor, hay que fingir gemidos, quejidos y orgasmos. A los actores “serios” a veces el personaje se les confunde con la persona. En el porno la distancia entre ser y parecer se hace abismal. Pero entre el “objeto dramático” y el real la distancia es igual a cero. Los penes y vaginas son reales, las prótesis y penetraciones también. Y los chorros de semen como el que Bella recibe en el rostro en su debut, y del que le quedará un rastro como el de Cameron Díaz en Loco por Mary.
A pesar del papel de ingenua que le hacen representar, Bella no carece de ambición. Cuando divisa a una superstar del negocio, tan bella y altanera como cualquier estrella (se llama Ava, como Gardner) queda flechada con ella. No por amor, tampoco por deseo: Bella quiere ser Ava. Para ello deberá emplearse en una agencia que garantiza llegar a lo más alto. Para llegar a lo más alto, como se sabe, hay que hacer concesiones. En este caso la concesión es el hard porno. En su primera experiencia en el rubro queda claro que la cuestión no es sencilla: hay que recibir golpes y escupitajos, y no son falsos, como en los viejos westerns. En momento una chica será verdaderamente humillada por la superestrella masculina del género, en venganza porque lo hizo quedar mal en público.
Detalle interesante: ésa es la única ocasión en la que se ejerce violencia física detrás de cámara. Los actores que le pegan y escupen, fuera de cámara la protegen y consuelan. Ni a Bella ni a sus compañeras ningún productor, director o fotógrafo insinúa siquiera la cobranza de un “derecho de piso”. Paradójicamente, la industria del porno se presenta aquí más profesional que el Hollywood de Harvey Weinstein. El negocio del mete-y-saca es, de hecho, tan profesional como cualquier otro. Y en el capitalismo no hay negocio que no requiera ambición, competitividad, falta de escrúpulos. Si Bella quiere alcanzar la cumbre tendrá que poner todo eso en juego. Aunque para ello tenga que traicionar a la mejor amiga (curiosamente, el mismo nudo dramático que la película argentina Reloj, soledad, de reciente estreno) y someter a la rival. Cuando por fin haya llegado donde quería, Linnea se sentirá tan incómoda, tan desencajada, tan fuera de lugar como cuando empezó. Pleasure es un relato de iniciación circular.